(Por Walter Vargas).- Ahora que la Selección Argentina de rugby terminó su participación en el Mundial, se vuelve pertinente dar respuesta a exitismos y maledicencias que lejos de enriquecer el debate lo desplazan a una zona tóxica.
Los Pumas jugaron siete partidos y por añadidura estuvieron otra vez en un reducido grupo de privilegiados. Ergo, se trata de un cuarto puesto valioso por donde se lo mire.
En cientos de países donde se juega al deporte de la pelota ovalada (Word Rugby tiene 107 federaciones afiliadas), imaginar a su representativo constar en la elite supone una quimera. Un horizonte siempre lejano y esquivo.
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Y hete aquí que Los Pumas, bautizados así en 1965, de una vez y para siempre, hace bastante tiempo que constan en la elite.
Posiblemente desde el Mundial de 1999, el de la épica victoria frente a Irlanda cuando cerraron filas a un metro de su in goal y resistieron cinco minutos a puro tackle.
O acaso desde el Mundial de 2007, en Francia, cuando apabullaron a los locales, no una, dos veces, para terminar en un tercer puesto histórico.
En la comunidad internacional del rugby la entidad de la Selección Argentina ya no se discute: se da por descontada.
Sin embargo, tal vez por una cruel reverberación de aquello de que nadie es profeta en su tierra, Los Pumas son destinatarios de un indigesto cóctel de prejuicios, descalificación y burlas
Los prejuicios, bien sabido que es, atañen a una vertiente ideológica, en la medida de que de forma mayoritaria quienes lo practican pertenecen a las clases más acomodadas.
La descalificación y las burlas son derivados de la misma aprensión, más el copioso acumulado de "derrotas dignas" frente a las grandes potencias: Nueva Zelanda, Sudáfrica, Australia, etcétera.
Se dirá, con cierto asidero, que al interior de la propia Selección de rugby se asimila una especie de paraguas, de salvoconducto, que la pone a salvo incluso de actuaciones muy malas y de scores que pisan la frontera de lo indecoroso.
Pero subrayar esa tendencia sabe insuficiente para borrar de un plumazo una verdad de apuño: Los Pumas no son los mejores del mundo.... pero constan entre los mejores del mundo.
Llegado este punto, cabe tomar distancia de la máxima bilardiana que otorga reconocimiento al campeón y nada más que al campeón.
Desde esta perspectiva, desde luego, Los Pumas destacan en el casillero de los eternos fracasados, puesto que nunca ganaron un Mundial y habrá que ver si alguna vez lograrán dar el salto hacia la epopeya sin par.
¿Quiere decir que del segundo puesto para abajo nada es digno de ponderación?
De ninguna manera. He ahí una falacia que daña al propio Bilardo (Gran DT de fuste) y a ciertos valores que estas líneas intentan reponer y subrayar.
Palabras más, palabras menos, bien que lo supo observar Julio Velasco, gurú del vóley y agudo analista de la naturaleza de los deportes: Es absurda la idea de que fuera del campeón, todos son descartables. Hay atletas olímpicos que se preparan cuatro años motivados por la sola esperanza de ganar un diploma o incluso de mejorar sus propias marcas.
Por todo lo antedicho, a los Pumas argentinos, ¡Salud!
Con información de Télam