La historia y el fútbol del continente, entre alegorías, revisionismo y puentes imaginarios que vienen desde el fondo de los tiempos, protagonizan un maravilloso cruce en "Libertadores de América", libro debut del periodista y escritor Alejandro Droznes que fue reeditado y publicado por el sello Blatt y Ríos.
"El fútbol y la historia se mezclan en un libro de viajes por el continente, por su independencia y por una de nuestras mayores pasiones (...). El narrador, atento y curioso, entrelaza a la (Copa) Libertadores con los Libertadores, iluminando recíprocamente la actualidad y la historia de América", se presenta la obra.
En efecto, en el texto hay una reciprocidad no solo entre el pasado y el presente sino, también, entre la larga cadena de sucesos que dieron forma al continente (es decir su construcción social, política y cultural) y el fútbol como una constante caja de resonancia.
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Son diez capítulos, diez crónicas bellísimas: nueve de distintas ciudades de América del Sur y la décima y última de Madrid, el escenario de la memorable final entre River Plate y Boca Juniors.
El libro comienza en Guayaquil, ciudad cuya posesión "fue el primer conflicto limítrofe entre las repúblicas sudamericanas al declararse independientes" y a la que el autor viaja para recuperar la historia de la semifinal de la Libertadores 90 entre el Barcelona local y River Plate, definida por una polémica serie de penales.
Allí, en la mitad del mundo, donde San Martín y Bolívar barrieron sus tensiones debajo de un abrazo inmortalizado en una estatua, Droznes encuentra el puente que atraviesa todo el libro: la historia se cuenta siempre desde diferentes perspectivas; las "miradas contrapuestas y las memorias en disputa", como las define.
Lo sorprende, por tanto, que el penal "robado" al delantero riverplatense "Polillita" Da Silva, ese bochorno, quede ignorado en el orgullo de una victoria memorable de Barcelona (como del mismo modo sería difícil encontrar un argentino escandalizado o avergonzado por el gol de Diego, con la mano, a los ingleses).
Lo sorprende, también, la distinta relevancia que adquieren las figuras de los antiguos y verdaderos Libertadores a medida que profundiza en las historias de cada pueblo, de cada gente.
El viaje del escritor pasa por Yacuiba, Bolivia, para ver a Petrolero del Chaco ("un partido casi anónimo condenado al limbo de Fox Sports 2 sino al inframundo de Fox Sports 3"); y sigue por Caracas (Venezuela), Buenos Aires y Asunción (Paraguay), donde Droznes traza un vínculo entre la laxitud normativa para que se instalara la sede de la Conmebol y el antiguo aperturismo de los guaraníes hacia los conquistadores españoles.
El autor acompaña luego la procesión de los hinchas de Atlético Tucumán en su debut continental, como los indios lules en su tiempo habían peregrinado al Inca para formar parte del imperio; y asiste a la experiencia de un entrenador trotamundos argentino en un equipo de Riobamba, donde los gestos culturales autóctonos resisten a la prolija uniformidad publicitaria del torneo; y va a San Pablo, donde Independiente intenta recuperar su vieja gloria.
El libro termina en dos paradas. La primera, Potosí (Bolivia), con una de las canchas más altas del mundo y en la que el Cerro Rico fue emblema del saqueo colonialista; la segunda, la ya citada Madrid para la final de River-Boca en 2018, sueño húmedo de Conmebol a pesar de la contradicción histórica: llevar la Copa más emblemática del continente al mundo del que se independizó.
Es, de todos modos, una anécdota. "El encendido homenaje que la Copa Libertadores rinde a los héroes que emanciparon el continente, más aún que en el nombre del torneo, es hacer lo mismo que hicieron ellos: desplazarse por la inmensidad de América. La distancia que recorrían los Libertadores sobre sus caballos son las mismas que hoy recorren los equipos. El certamen está hecho de partidos pero aún más de desplazamientos".
El mismo viaje que hizo Droznes por cada rincón de Sudamérica y después volvió para contarlo en un libro extraordinario.
Con información de Télam