De novato a mito

13 de octubre, 2022 | 14.18

(Por Leonardo Peluso) Respaldado por un exitoso pasado como futbolista, Marcelo Gallardo llegó a la dirección técnica de River Plate como una arriesgada apuesta del entonces presidente Rodolfo D'Onofrio y el secretario técnico Enzo Francescoli y se despide ocho año y medio después como el entrenador más glorioso del club, responsable de un recuerdo mágico para los corazones "millonarios".

Con pocos meses en el cargo, D'Onofrio confió en el "Muñeco" para reemplazar a una de las vacas sagradas de la historia de River, el riojano Ramón Díaz, quien le había dado al club el primer título después del descenso a la B Nacional pero que no reunía el perfil de entrenador buscado por la nueva gestión.

Gallardo llegó al banco de River con 37 años y una breve experiencia de una temporada en el fútbol uruguayo, donde había logrado demostrar su capacidad con la conquista del campeonato local con Nacional de Montevideo.

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El pasado ganador como futbolista de la cantera, la concepción del fútbol alineada con la escuela histórica riverplatense y la fuerte personalidad que siempre demostró con la 10 de "La Banda" lo postularon con la suficiente espalda para reemplazar a Ramón.

Gallardo asumió el 6 de junio de 2014 cuando toda la atención de la agenda periodística estaba centrada en la inminencia del Mundial de Brasil. Su llegada pasó casi inadvertida, salvo para el Mundo River que se ilusionó con un DT joven, conocedor del ADN riverplatense, con perfil profesional y métodos de trabajo exigentes.

Por entonces, el club buscaba recuperar a pleno el prestigio perdido en los años previos durante el proceso que derivó en la pérdida de la categoría. Su debut se registró el 27 de julio en una serie de Copa Argentina que River le ganó a Ferro Carril Oeste (6-5) en el estadio Padre Martearena de Salta.

Un semestre le llevó a Gallardo comenzar a escribir el ciclo más gloriosa de River. Antes del fin de ese año, el club obtuvo por primera vez la Copa Sudamericana y acabó con una sequía de 17 años sin títulos internacionales.

El logro tuvo un valor extra por eliminar a Boca Juniors en las semifinales, serie que fundó una nueva etapa en la historia del superclásico, hasta entonces mayoritariamente al "Xeneize".

El "Muñeco" volvió a frustrar al máximo rival en los octavos de final de la Copa Libertadores, instancia recordada por la triste noche del gas pimienta en La Bombonera. Esa alegría se coronó con el tercer título sudamericano, una lluviosa noche en el Monumental ante Tigres de Monterrey.

Con la chapa de dos conquistas internacionales en un año, Gallardo se transformó en indiscutido, agrandó su figura y configuró un proceso de trabajo de plazo inusual para el fútbol argentino, siempre con la compañía de los resultados.

El más trascendente, sin ningún tipo de dudas, grabado en la piel de millones de fanáticos riverplatenses, fue la conquista de la Libertadores 2018 tras vencer a Boca Juniors 3-1 en la final revancha disputada en el estadio Santiago Bernabéu del Real Madrid. Un momento eterno e irrepetible que lo canonizó para siempre en Núñez.

Ese mismo año, el "Muñeco" había saboreado un aperitivo inolvidable frente al rival de toda la vida tras ganarle la Supercopa Argentina en el estadio Malvinas Argentinas de Mendoza.

Los festejos nunca se detuvieron: desde 2014 a 2021, en todos los años, River dio una vuelta olímpica, salvo en este 2022 que marcó el final de su etapa como entrenador en el club, cuya única cuenta pendiente fue la conquista del Mundial de Clubes (perdió la final con Barcelona en 2015 y las semis ante Al Ain de Emiratos Árabes Unidos en 2018).

En total fueron 14 títulos (siete nacionales y siete internacionales) que lo transformaron en el DT más exitoso de la historia de River. Sumadas las ocho consagraciones vividas como futbolista, Gallardo igualó en grandeza a la máxima leyenda de club: Ángel Labruna, quien celebró 16 logros como jugador y nueve como entrenador.

El "Muñeco" ganó 227 partidos desde la banca "millonaria", estadística que sólo superan Labruna (282) y José María Minella.

Con información de Télam