Selección de vóley: Ezequiel Palacios, la historia de lucha detrás del comodín del equipo de Méndez

Ezequiel Palacios pasó momentos que marcaron su vida para llegar a ser lo que es hoy. Una continua presión autoimpuesta que casi lo derriba pero que su resiliencia y el psicoanálisis le permitieron salir adelante para brillar en la Selección Argentina de vóley. 

07 de septiembre, 2022 | 21.31

Ezequiel Palacios mira confundido a los 30 chicos que están realizando la prueba de vóley en el club Instituto. Esperaba más convocatoria a comparación de los más de 200 que vio meses antes en Buenos Aires, cuando probó su suerte en el fútbol con Argentinos Juniors como arquero. Es enero de 2008, tiene 14 años y se encuentra de visita, como cada verano, en la casa de su abuela en la Ciudad de Formosa, a poco más de 300 kilómetros de su pueblo natal, San Martín Dos, que no supera los tres mil habitantes.

Luego de observar algunos golpes de abajo y remates, un entrenador le pregunta si quiere jugar allí y responde que sí. A continuación, firma un papel que le acercan para federarlo. Al llegar a su hogar, llama a su madre y padre a las 12 de la noche, les comunica que había firmado una especie de contrato y, tras un enojo que suena del otro lado del teléfono, al día siguiente lo buscan para volver a casa. Casi sin esperarlo, los convence de quedarse, al menos, tres meses hasta volver a clases. Al final, decide que la estadía será permanente y cambia de colegio para dedicarse al vóley. Después de 15 años de aquel cambio, Palacios es uno de los referentes de la Selección de vóley que brilló en Tokio 2020 y que consiguió una histórica medalla de bronce. 

Palacios mira desde su habitación la combi que lo pasa a buscar para regresar a la Ciudad de Formosa y no quiere salir. Pasaron algunas semanas desde el día que tomó la decisión de quedarse en la capital formoseña. Es un domingo de febrero y se encuentra de visita en su casa de San Martín Dos. Después de pasar todo el fin de semana con amigos del barrio, no quiere volver a Instituto, el club de vóley que lo federó semanas atrás. Su padre escucha su pensamiento, pero le recuerda que la palabra es sagrada y no puede fallar: ingresa al transporte y llora todo el viaje hasta quedarse dormido. "Le dije a mi papa que me quería quedar ahí y él me dijo: 'No, vos diste tu palabra y ahora la tenés que cumplir'. Fue duro, pero me sirvió para forjar mi personalidad", recuerda tiempo después en charla con El Destape. 

Los planetas se alinean y se le ilumina la vista por primera vez. El club La Unión de Formosa, el más importante de la provincia, empieza a entrenar y Ezequiel tiene su primera experiencia en el mundo profesional como alcanzapelotas. Ve a los jugadores, el estadio repleto y el entusiasmo se transforma en sueño. Cumplir con el colegio era el pasaporte para ir entrenar y poder ir a ver los partidos de La Unión. 

Algunas semanas después, en una de las reuniones familiares características de los Palacios, un tío le dice que al día siguiente iba a ser el chofer de la Selección Argentina de vóley, que va a disputar partidos amistosos en Formosa. Ezequiel, a la mañana siguiente, logra meterse en el micro del seleccionado y los ojos se le iluminan por segunda vez, cuando escucha que su ídolo, Marcos Milinkovic, le toca el hombro y lo saluda. Ya en la noche, recordando aquel hecho, como un acto premonitorio pero fantasioso, le comenta a su familia que el entrenador le había dicho que, en un futuro, él va a brillar en el seleccionado. Sus familiares se ríen de eso, saben de su facilidad para crear sueños y mundos imaginarios. Ya en Tokio, 14 años después de eso, las risas de la familia son de emoción en la videollamada que Palacios crea, luego de vencer a Brasil por el tercer puesto de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, en el que es uno de los máximos anotadores del equipo.

Si te sofocan, ¿a quién le importa? Puro veneno. 

Un gran remedio para un gran mal

En mayo de 2019, Palacios se sentó en su auto y no lo encendió. Después de algunos minutos en silencio, un grito estalló entre los vidrios y luego se transforma en llanto. Recién terminó un partido por la Superliga italiana con el Top Volley Latina, equipo al que había llegado hace algunos meses. El entrenador lo sacó por un suplente y no aguanta la bronca. Lo angustia. No se permitió tener un bajo rendimiento. No es posible. 

La misma noche, mientras descansaba, pensaba en su saque, como todas sus noches en ese último tiempo. No pudo dormir, dio vueltas vueltas y sintió que la descarga en el auto no sirvió de nada. Que lo único que le iba a sacar eso de la cabeza era volver a entrenar. Una hora, dos. O las que hagan falta. No podía volver a pasar que lo sustituyan en pleno partido.   

La presión lo perturbó, lo pasó por encima y la primera salida que encontró fue contactar a un psicoanalista. Le comentó sus demonios y empezó a entender que su nivel no dependía solo de él, sino que hay otros factores que influyen.  "El psicólogo me hizo entender que a veces las cosas no dependen solo de uno: yo no puedo controlar cómo viene la pelota ni saber cómo me van a bloquear. Después de esas charla, comencé a identificar esas situaciones y darme cuenta de qué cosas podía manejar y qué otras no. En un momento llegué a llamarlo cuatro veces por semana", dijo en charla con El Destape en la previa del Mundial. Así fue como empezó a darse cuenta que no todo se puede controlar, pero lo que sí empieza controlar, a partir de ahí, es su propia mente. 

Pasaron los años, pasó una pandemia y pasó su trabajo con el psicoanalista. También pasaron los Juegos Olímpicos de Tokio y, ahora, después de una primera fase complicada llega una nueva alegría. Está en Gliwice, una ciudad al sur de Polonia con menos de 200.000 habitantes empezó a vivir un nuevo momento. Palacios había pasado la primera semana del Mundial de Eslovenia-Polonia afuera por una lesión en su rodilla. Los demonios en su cabeza no aparecieron. Retornó al equipo en la victoria resonante de octavos de final frente a Serbia 3 a 0 y volvió a ser clave. Ahora, contra Brasil tiene otro paso para seguir armando su camino.