Junio, sabemos, suelen ser días de fiesta para el fútbol argentino. Allí están hoy mismo en todos los portales los aniversarios de los goles de Claudio Caniggia a Brasil en Italia 90 y de Maxi Rodríguez a México en Alemania 2006, cada uno con su historia y peso propios. Y están además los cumpleaños de Leo Messi y Juan Román Riquelme, nacidos ambos un 24 de junio (día también de dos muertes trágicas, Gardel y Rodrigo, caída de avión el primero, choque en la ruta el segundo).
Nuestro fútbol también celebra aniversarios mañana martes, cuando la Selección enfrente a Chile en Nueva Jersey, segunda presentación en Copa América. Porque un 25 de junio (de 1978), la selección conquistó su primera Copa Mundial (3-1 a Holanda en tiempo extra en el Monumental). Otro 25 de junio (de 1986) Diego Maradona jugó tal vez uno de sus partidos más brillantes con la Selección (2-0 a Bélgica con dos goles suyos y boleto a la final). Y un tercer 25 de junio (de 1994) Diego jugó su último partido con la Selección. Fue un celebrado triunfo 2-1 contra Nigeria en el Mundial de Estados Unidos. Pero que recordamos por otro hecho. Porque luego de la victoria que daba esperanzas de título (la selección de Alfio Basile tenía también a Caniggia, Batistuta y Redondo), Diego dio positivo en el control antidoping. Y la ilusión se derrumbó.
A treinta años de “me cortaron las piernas”, Estados Unidos es sede ahora de la Copa América, que ayer registró triunfos del anfitrión (2-0 a una débil Bolivia con notable labor de Christian Pulisic) y del Uruguay de Marcelo Bielsa (3-1 a Panamá, pero con dos goles en los últimos cinco minutos de un sufrido segundo tiempo). Confirmación de que no será fácil el objetivo de Argentina de retener el título que ganó hace tres años en el Maracaná. Hoy veremos de qué modo llegan otros dos candidatos, Colombia y Brasil (que debutan contra Paraguay y Costa Rica, respectivamente). Y mañana martes, llega el segundo partido de Argentina, contra Chile, un rival que está en tiempos bajos, pero que promete morbo.
Chile no solo es el mismo rival (y en el mismo escenario) que venció a Argentina en final de amargo recuerdo, la Copa América de 2016 (un 27 de junio). Fue una derrota (tercera seguida en finales) que precipitó a Messi a anunciar su retiro de la Selección (afortunadamente breve, duró 47 días). Ahora, tras su pobre empate sin goles en el debut contra Perú, este Chile actual llega obligado a sumar al menos un punto contra Argentina. Caso contrario, una derrota podría dejarlo a un paso de tener que despedirse del torneo en primera fase. Está muy lejos de aquel equipo de 2016 que fue bicampeón de la Copa América). Marcha octavo en la eliminatoria sudamericana del Mundial 2026. No le tuvo paciencia al DT argentino Eduardo Berizzo y sí recibió en cambio con unanimidad absoluta el arribo de su sucesor, Ricardo Gareca, que además inició con buen pie (sendos 3-0 a Albania y Paraguay, derrota 3-2 contra Francia). Pero el entusiasmo se vio frenado por la pobre producción contra Perú.
“Fue un mazazo”, me dice el colega chileno Danilo Díaz. Faltaron goles y sobraron foules (38) en una cancha (el AT&T Stadium de Arlington, Texas) pequeña (sin las medidas reglamentarias de la Conmebol) y de superficie también difícil, causante supuesta de la lesión del peruano de Boca, Luis Advíncula, y contra un rival que se atrincheró con defensa de cinco y tres volantes. El Chile actual casi no tiene jugadores en las grandes Ligas de Europa y sufre un recambio difícil, sin calidad ni cantidad. Lloverán críticas si Chile (que podría definir su clasificación contra un duro Canadá) cae en primera rueda. “Si no se rescata algo” ante una Argentina que suele ser un rival “inabordable”, escribió Díaz en El Mercurio, “el cierre con Canadá será tenso. Quedarse fuera en la ronda preliminar no estaba en los cálculos, pero hoy es una posibilidad. Se requiere frialdad, porque el objetivo es el Mundial”.
El fútbol no es lo único distinto respecto de aquella final de 2016. Aquella fue la Copa del Centenario. Un torneo extra organizado por la fundación de la Conmebol. En rigor, fue un negocio inflado por la codicia de la Conmebol para amigarse con Estados Unidos. Un año antes, el Departamento de Estado había impulsado el FIFAGate, el escándalo de corrupción que enterró a los viejos dinosaurios que habían controlado durante décadas al fútbol sudamericano (La nueva Conmebol aprendió la lección. Le dice que sí a todo. Inclusive a sus canchas de césped difícil. Buenas para el béisbol. No para el fútbol).
En aquellos tiempos de FIFAGate, un argentino y un chileno se convirtieron en delatores del FBI: el argentino Alejandro Burzaco (entonces CEO de Torneos, de poder creciente tras la muerte de Julio Grondona) y el presidente de la Federación chilena, Sergio Jadue. La acción político- judicial de Estados Unidos fue una cruzada “ética” con final étnico (los únicos presos fueron latinoamericanos). Si hablamos de fútbol, Chile, al menos, ganaba esos años sus Copas América (2015 y 2016). Nuestra selección, en cambio, sufría desamparo de una AFA intervenida por acuerdo del entonces presidente Mauricio Macri con su amigo Gianni Infantino (presidente de la FIFA). Todo cambió tras la conquista del Maracaná.