Muchos de nosotros, los que llevamos en el DNI un comienzo con 17, 20 o 25 millones, llegamos a jugar en aquellos potreros en los que el pasto se hacía rogar bastante para crecer en las áreas chicas y en los mediocampos, en los que la combinación del marrón de la tierra y el poco verde del césped se festejaba. Casi con seguridad si buscamos en nuestra memoria y volvemos al pasado, aquel pasado en que teníamos menos preocupaciones y más tiempo para divertirnos corriendo detrás de una pelota, nos vamos a acordar de nuestros equipos de barrio.
Es aquel equipo que te hacía sentir seguro, pero también orgulloso. Porque representaba un barrio…tu barrio, una identidad que era la tuya, con sus abundancias y sus carencias. Y que tenía en cada pibe un rol determinado en el juego, por características, virtudes o personalidad, pero también otros roles determinados que cumplir fuera de la cancha.
El nuestro ahora tiene la camiseta celeste y blanca, y a ese jugador que es el mejor jugador, el que todos los otros barrios quisieran tener en sus equipos. Pero juega con y para nosotros, y nosotros vamos a jugar para él. Para Lionel.
Tiene en Lautaro a un goleador implacable. Pero también a Julián, ambos pasando por un gran momento y que son preocupación para los rivales. Son esos delanteros que en los vestuarios rivales obligan a los técnicos a repetir en distintos idiomas a sus marcadores “ojo con ese, no le des un metro porque te vacuna”. Les avisamos a esos entrenadores que igualmente así va a suceder, aunque no les den ni medio metro.
Tiene en Leandro Paredes, “Cuti” Romero y Nicolás Otamendi, a los encargados de bancar las paradas más difíciles, cuando hay que poner algo más que una pierna fuerte. Ese triángulo que forman el volante central y los dos marcadores centrales invitan a los rivales a tomar otros rumbos. En Emiliano “dibu” Martinez encontró a un arquero al que muy pocos conocíamos y que de golpe nos preguntamos de que barrio había salido. Dueño de una personalidad de esas que pueden hacer pequeños tanto a los rivales desde el punto del penal como a una hamburguesa.
Tiene al que supo pasar por las buenas y también por muchas malas. Muchas. El que pidió una nueva oportunidad y terminó convirtiendo el gol que le permitió quitarse una mochila a toda una generación de jugadores al que se les reclamaba un título con este equipo. Es Ángel Di María quizás quien más represente al que nunca se rindió.
“Porque De Paul y Papu están juntos, y las ideas boludas las tienen los dos”, dice el “Kun” Agüero sobre Rodrigo De Paul y Alejandro “Papu” Gomez en el documental “Sean Eternos: Campeones de América” estrenado hace pocos días en Netflix. Y tiene esto que ver con aquellas personalidades dentro de un equipo que por una cuestión de desparpajo y desenfado, se animan a las bromas y a ser importantes en los momentos donde algún compañero necesita ese rato para descomprimir la presión y la obligación que se le imponen de ganar siempre. O en aquellos momentos, si prestan atención, que se dan antes de comenzar los entrenamientos porque están casi siempre con una sonrisa en la cara.
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Y este equipo además tiene a esos silenciosos, por personalidad o porque hace poco se sumaron a este equipo de barrio; y también tiene a las promesas que ya son realidades en sus equipos como Enzo Fernández en el Benfica o Alexis Mc Allister en el Brighton.
En sólo dos días del debut con Arabia Saudita, cada uno sabrá qué rol tiene que cumplir en el equipo. Como en el barrio. Cada uno sabrá que es lo que tiene que hacer para ganar, para defender, para no dejarse pasar por encima, para enfriar el partido, para meterse atrás cuando sea necesario. Para mirarse con el compañero y entenderse sin hablar: “¡Es ahora!”
Ningún equipo, me decía el querido “coco” Basile, puede jugar los 90 minutos de la misma manera. Este equipo de barrio logró en los últimos tiempos poseer la capacidad, por méritos y virtudes del entrenador Lionel Scaloni, que dejemos de pedir que “Messi juegue como en el Barcelona”.
¿Puede usted considerar que en estas líneas haya un exceso de optimismo? Puede ser. ¿Puede usted creer que haya quienes quieren que este equipo de barrio fracase? Si. Son los menos, pero los hay. Como en cualquier barrio, están los amargados o aquellos a quienes les molesta un poco de alegría en el otro. Como a Juan José Sebrelli, que allá lejos y hace tiempo escribió que “el futbol es el opio de los pueblos”
Porque en los otros barrios a medida que el sorteo los iba metiendo en el grupo de nuestro equipo, se miraban entre ellos: “¿Será posible?” No tengan dudas.
A mi permítanme ser optimista. Porque estoy seguro que Diego también va a estar presente cuando lo necesitemos.