“Golo do chapéu”, dijeron el sábado los relatores portugueses por su gol en Benfica. Enésimo gol de emboquillada. Cuando se cansó de hacerlos así en París Saint German los franceses decían “lob”. Igual que los ingleses en su paso más fugaz por Manchester United. Cuando lo hizo en el Maracaná, final de Copa América 2021, los relatores brasileños dijeron “gol por cobertura”. En Italia le dicen “pallonetto”, en España “vaselina”, en Alemania “lupfer” y en Qatar “lub”. Nosotros, encontré tiempo atrás para otro artículo, le decimos “gol de emboquillada” desde hace más de un siglo, cuando fumar con boquilla era cosa de exquisitos. Angel Di María, de él estamos hablando, claro, la pica o los hace de emboquillada. Un rey de goles exquisitos. En finales o en Liga nacional. Como volvió a hacerlo el sábado para la goleada 4-1 de Benfica. Y como lo hizo en el documental que acaba de estrenar Netflix.
Muchos destacan del documental la polémica con los periodistas. Especialmente por el trailer que parodió a los colegas que unos años atrás habían pedido que Di María no jugara más en la selección, como Toti Pasman (llegó a arrodillarse ante cámaras) y Martín Liberman. En el documental, Jorgelina Cardoso, esposa del crack, le pregunta a Mia, hija mayor, once años, qué opína de esos periodistas que pedían la salida de papá. “Que papá les rompió el orto”, contesta Mia, breve y contundente, riéndose ella misma de su respuesta, aunque pareciera avergonzarse (no mucho). El periodismo, sobre todo si privilegia el show, suele ser “enemigo” favorito de los deportistas. Taparles la boca (“a esos putos periodistas”) funciona como motor. El documental de Netflix usa mucho ese recurso. Toda serie precisa tener “villanos”. En este caso, algunos periodistas se la dejaron picando. Justo a Di María.
Se puede elegir también la famosa resiliencia. Esa fue una de las figuras más elogiadas cuando se celebró a Leo Messi porque jamás renunció y debió esperar a su quinto Mundial para poder gritar campeón. La vida de Di María, sin eufemismos, tiene mucho de eso. Desde el abuelo que soñaba ser futbolista pero fue atropellado por un tren cuando cruzó la vía para buscar una pelota hasta el propio “Fideo”, no solo “retirado” por algunos periodistas, sino también agobiado por las lesiones y, a veces, por técnicos “malditos”. Desde el que le dijo de pibe que no tenía condiciones para seguir en Rosario Central hasta Louis Van Gaal, un DT poco querido por el fútbol argentino y a quien Di María definió como “el peor” que le tocó en su carrera, cuando lo dirigió en Manchester United. Van Gaal es otro de los buenos villanos de la serie.
Podríamos elegir el lugar que le da la serie a la pertenencia. Rosario, familia, los afectos, el rol poderoso de mujeres (madre y esposa) que empujan más que nadie, los amigos de la niñez que comparten tatuaje (“amistad eterna”). Son claves que ayudan a entender la trayectoria de Di María y que son eje del documental de Netflix (“Romper la pared”, tres capítulos). En rigor, por las razones que fuere, las plataformas están llenas hoy de series documentales. Hasta el presidente Javier Milei inauguró la suya (“De cero a presidente”). “Un revoltijo de imágenes cortadas a cuchillo cuyo único propósito parece ser satisfacer la megalomanía del amo”, la describe Juan José Becerra en elDiarioAR.com. Aunque se autoperciba como “uno de los dos políticos más relevantes del planeta Tierra”, Milei lleva apenas nueve meses de mandato. Di María hace golazos desde hace casi dos décadas.
En su serie, bien narrada, con participación clave de familia y amigos, sobresalen también los “momentos Maradona”. Son momentos de “argentinidad al palo”. El agradecimiento eterno de “Fideo” porque Diego lo hizo debutar en la selección mayor y le garantizó que cuanto más lo insultaran y lo criticaran más lo pondría él en el equipo. La serie recuerda cuando Di María celebra a Diego en el momento en el que le hace su gran gol a Francia en la final de Qatar. Hay mucha emoción. Mucho llanto. Folclore, cábalas, engaños. Y fútbol: asistencias formidables y goles exquisitos. Cien por ciento Di María