Un dato, en medio de la euforia por el triunfo de la Selección Argentina ante Países Bajos, que pasó bastante desapercibido apunta a Lionel Messi. El crack alcanzó a Gabriel Omar Batistuta como el máximo goleador de la Celeste y Blanca en los mundiales. Lo hizo con su penal cruzado. Su capacidad goleadora y futbolística ahí quedó marcada, pero tan solo unos segundos después, el crack nos mostró un detalle más: trotó hasta mitad de cancha, saltó y le hizo un "Topo Gigio" -a lo Riquelme- a Louis Van Gaal.
En términos de cancha, el entrenador de la Selección naranja "boqueó" durante toda la semana. Dijo que Messi no defendía, que era "uno menos", que Países Bajos iba a pasar por penales. Y múltiples cosas más. Lionel, que no suele responder, sorprendió con esta actitud. En la búsqueda innecesaria y, a esta altura, cansadora de buscar similitudes con Diego Armando Maradona o, por lo menos, algún retaso de ellas. La manera de ver el fútbol en la mayoría de los hinchas argentinos encierra, además, la necesidad de ver una actitud rebelde en el líder, en el guía y por más que se entienda a las claras que lo primordial es la espectacularidad de su talento, el sentimiento suma.
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Lionel Messi, con 35 años, está más suelto que nunca. Disfruta, vive, se ríe, corre, presiona, se carajea con contrarios y, además, hace las mismas cosas maravillosas que siempre hizo. Apenas arrancó se hablaba de su espectacularidad y de la velocidad de "un rayo" que tenía cada vez que encaraba. Hoy, con el paso de los años, esas características mutaron. Tirado más atrás desde hace unos años se transformó en un "pasador" en un asistidor. En búsqueda de estas actitudes a las que "rebelde" no solo hay que tener en cuenta los gritos o algún acto que podría ser de "bravucón" sino, todo lo contrario: la de hacerse cargo. Todo el tiempo.
El final del partido contra Australia, Lionel Messi se hizo cargo del partido. Pidió la pelota, apoyó la cola entre el defensor, la protegió, la pidió e hizo lo que tenía que hacer. Controló. Con Países Bajos, después de haber errado un penal y aumentar esa especie de "karma" que tiene en las Copas del Mundo, pidió la pelota definió cruzado, ya cuando el partido se complicó, previo al tiempo suplementario, se quedó como el primer defensor del equipo. Presionó e hizo lo que tenía que hacer: aportar, correr y meter. Después de ese duro empate, ya en la prórroga, Messi volvió a pedir la pelota, la buscó, se asoció incluso con Di María.
Es decir: Lionel Messi, a los 35 años, encontró una madurez futbolística absoluta. Esa frase que, una vez dijo Pablo Aimar, parece repetirse: el mejor Messi es el último Messi. Porque siempre se transforma y hace lo que necesita el partido, el encuentro y, sobre todo, el equipo. Convertido en el "guía espiritual" del conjunto de Scaloni, en la cancha ante Países Bajos hizo lo que pedía el partido: gritó cuando tenía que gritar, se plantó cuando se tenía que plantar y recordó cuando tenía que recordar. En el medio, con toda la presión que eso conlleva, Lionel Messi tomó la pelota en mitad de cancha, enfrentó a Aké, y cuando todos miraban para la izquierda del ataque, él abrió el pie, puso la punta del botín como tan solo él sabe y encontró a Nahuel Molina por su propia espalda. Una jugada de otro tiempo, una jugada que, tranquilamente, puede ser parecida a la de Diego con Brasil en el 90.
En la conferencia de prensa, luego de la victoria, Lionel Scaloni lanzó una frase que hasta unos años era imposible y que, con el paso del tiempo, de mínima, puede ser debatible. El entrenador dijo: "Messi es el mejor de todos los tiempos". ¿Y por qué no? ¿Y por qué ese comentario no puede ser real?. Afortunadamente eso, a este redactor, mucho no le interesa. Lo que le queda clarísimo es que esta tierra es de Diego y de Lionel. Y con eso basta.