Esta es una Selección Argentina que tiene en sus jugadores talento pero también temperamento, que nos puede ofrecer tanto fútbol como coraje cuando es necesario. Nos trajeron hasta la final de esta Copa del Mundo dejando en el camino a un rival durísimo sin sufrir, y era hora. Por ellos y por nosotros. Estamos ante un equipo que juega y lucha representando a un pueblo que hoy lucha más de lo que puede jugar.
A veces ocurre que la incorrección política genera intranquilidad en algunos a los que el odio y la envidia los motoriza. Solo por el simple hecho de ver a un pueblo feliz y por eso no se bancan la identificación popular con esta Selección Argentina. No se permiten, no desean ni quieren nunca el éxito -en este caso deportivo- de nuestro país ante el resto del mundo y esperan un fracaso eterno.
“La sociedad Argentina es la más fracasada de los últimos 70 años”, dijo hace unas semanas un expresidente que humilló a mucha gente en su vida y hoy un boomerang justiciero -que vaya a saber dónde pegó la vuelta-, hizo que sienta el escarnio de esos mismos humillados y no pueda disfrutar los partidos de fútbol porque el mito popular le colgó una etiqueta de mala suerte. El equipo dirigido por el correctísimo Lionel Scaloni, detrás de la línea de cal, y por el “vulgar” Lionel Messi dentro del campo de juego, ganó con un tremendo funcionamiento colectivo y puntos muy altos de rendimientos individuales. Más allá de algunos minutos donde Croacia pudo hacerse fuerte manteniendo el control de la pelota, triangulando y teniendo como eje a un hermoso jugador como es Luka Modric.
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Un pase de Enzo Fernández sobre la línea de mitad de cancha lo deja mano a mano a Julián Álvarez en posición de gol. ¿Tan simple? Hacer simples las cosas que para el resto de los mortales son complicadas es una característica que diferencia a los grandes jugadores de quien por ejemplo, hoy escribe estas líneas. El arquero en su salida desesperada manotea el aire sin encontrar el balón, la “araña” de Calchín cae en el área y el árbitro italiano marca el penal. Se empieza a destrabar la historia de un partido que lo tenía a Croacia dominando el balón y el terreno, pero sin generar demasiado peligro en el arco que defiende el “Dibu” Martínez.
La pierna derecha de Messi carga una vez más el peso de su cuerpo, pero además de nuestras ansiedades y rezos, al tiempo que su pie izquierdo envuelve la pelota para llevarla en un violento viaje arriba, bien lejos de Livacovic. Es momento de pisar el acelerador. Julián y su corrida de 17 segundos que se repite desde infinitos ángulos y en diferentes calidades de reproducción gracias a la tecnología se “carga” como en un video juego a los rivales y corre peleando contra los piques indomables del balón mientras el bueno de Molina –entendiendo todo- arranca desde mitad de cancha para meter una diagonal de distracción, arrastrando la única marca que podía interponerse.
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Dos a cero y nos sentimos finalistas, pero nadie está autorizado a decirlo antes que termine el partido.
-“Sueño con volver y dar la vuelta con la Copa en el obelisco” dijo el “Dibu” luego del encuentro. Bueno, está bien…dejanos soñar con vos.
Segundo tiempo y en esa corrida por la banda derecha que ya es leyenda, Lionel lo sacó a bailar a Gvardiol, uno de los mejores marcadores centrales que mostró este Mundial. El murmullo en las tribunas comienza a ganar decibeles y quienes aún están sentados se paran. Los distintos ángulos que ofrece la joya arquitectónica que es el Estadio Lusail permitirán ir disfrutando distintos paisajes de esta obra de arte. Desde atrás podemos ver una camiseta celeste y blanca con el número 10 que se recuesta cerca de la línea del lateral junto a una camiseta azul oscura que carga con el 20 y con su pase a la inmortalidad como involuntario “partenaire”
Arranca por la derecha el genio del fútbol mundial y la coreografía marca el comienzo del bailarín llevando la pieza más preciada con suaves toques de su pie izquierdo. Luego de unos metros en que los largos trancos y la desesperación del croata completan la escena, Lionel amaga con un freno pero lo engaña y nos engaña, porque continúa la carrera en “pie en pointe” –en puntas de pie, Cacho…dale- casi sobre la línea del área grande.
La siguiente escena nos mostrará un giro incompleto y engañador hacia la derecha. Cuando el enmascarado compañero de baile intenta copiar el movimiento, Lionel ya comenzó con otro giro hacia la izquierda. Los murmullos en las tribunas, en las casas y en los bares se transforman en palabras que no se pueden comprender, no se entienden porque salen incompletas, la emoción las deforma y pierden sus significados. Una Torre de Babel futbolera se adueña de la atmósfera de más de 80 mil espectadores en el estadio y de millones en el resto del mundo. Está a punto de completarse un hermoso caos estético y en las gradas vale “camisetear” al que está al lado intentando pasarlo por arriba para estar más cerca de los bailarines.
Los tres primeros pasos del argentino que le dan continuidad a aquel giro son cortos y rápidos. En ese mismo movimiento y como por arte de magia la pelota ya no está siendo acariciada por la zurda rosarina, (mención que no intenta identificar a ninguna dama por su ideología política) sino que un toque con la diestra anticipa uno posterior que, sin pedir permiso, se va a escurrir entre las piernas del número 20 para dejar que Julián Álvarez, con una sonrisa y todo el arco a su disposición, le ponga un moño a este anticipo del regalo de Navidad y a una de las jugadas más hermosas que hayamos disfrutado.
El 10 sale de los límites de la cancha y se acerca a la gente, a su gente. A nuestra gente. Y una vez ofrendará con humildad y sus brazos extendidos un motivo para hacernos felices. Nada más y nada menos que eso. Felices. A esta altura ya no importa la camiseta, nacionalidad, idioma ni sexo. Estamos siendo testigos privilegiados de un hecho que cuando las décadas pasen, un nieto o una nieta vendrá con un moderno dispositivo (que a esta altura no me animo a llamarlo celular) para mostrarnos este gol y nosotros podremos tomarnos el tiempo para que nuestro relato pueda ser adornado con los más hermosos adjetivos calificativos.
-“Viva el fútbol, viva el fútbol, viva Messi. Arlequino maravilloso, servidor del arte del fútbol, mimo increíble que con un solo gesto es capaz de mostrar la belleza del deporte, Aladino eterno del fútbol, zurda infinita...", dice la voz que siempre emociona de Victor Hugo Morales y que nos sitúa en el segundo subsuelo de la originalidad a los actores de reparto que intentamos comunicar pasiones.
Se viene Francia el domingo como último escalón de esta aventura y la enfrentaremos con un equipo que siente y juega como hinchas. Con la confianza en un cuerpo técnico que nada dejará librado al azar. Con jugadores que vuelven de la fecha de suspensión y otros a los que estos días de descanso le vendrán muy bien para recuperarse definitivamente de sus lesiones. “Si bien el destino es el que baraja las cartas, quienes vamos a jugar somos nosotros”, dijo un poeta hace algunos siglos. Y cuando este domingo las cartas se comiencen a repartir, habrá una silla reservada para un ángel que bajará del cielo con sus rulos al viento y sacando pecho. Va a prenderse un habano y golpeará con su puño la mesa: “yo también juego”