El anuncio sorprendió. Un tuit perdido durante la mañana y una conferencia de prensa exprés le dieron forma a una noticia que impactó por la importancia que tiene el fútbol en el país y en el continente. Argentina, Uruguay y Paraguay tendrán uno de los el partido "inaugural" de cada uno de sus grupos en el Mundial 2030. Si bien la situación es atípica, la decisión, en este caso, tiene complejidades que van más allá del facilismo de la exaltación por ser parte del mayor evento futbolístico o del ruido derrotista por no tener el poder de ser sede única.
En limpio, después de la conferencia de prensa de Alejandro Domínguez, presidente de la Conmebol, la FIFA confirmó que tanto Argentina, Paraguay y Uruguay van a jugar su primer partido de la Copa del Mundo 2030 en sus respectivos países para, luego, viajar a Europa a seguir la competencia que se completará en España, Portugal y Marruecos. En este punto también hay que sumar que las tres selecciones sudamericanas ya están clasificadas para la competencia en la que, tal cual ocurrirá en 2026, va a tener 48 equipos y que, por otro lado, tendrá los partidos finales en el continente europeo. Hasta allí los hechos.
La situación a la que Alejandro Domínguez, el presidente de la Conmebol, trató de darle épica no se explica tanto desde la potencialidad de los países o, incluso, desde la política "local". Al contrario, la candidatura para el Mundial 2030 que comenzó a pergeñarse hace más de 13 años atrás, tenía más complicaciones políticas dentro del fútbol que desde las naciones. Para la FIFA el Mundial de Rusia 2018 no se realizó en Europa, la Federación Rusa no ingresa dentro de los "cánones" europeos que maneja el bureau es por eso que la Europa occidental podía contar que el último Mundial organizó fue Alemania 2006, hace ya 17 años. Una barbaridad de tiempo para un continente que tiene el poderío con las ligas más fuertes del mundo y que, desde hace varios años, reclama el retorno del fútbol de selecciones al continente. Más aún después de la Copa del Mundo en Qatar en pleno diciembre que, entre otras cosas, interrumpió el calendario de competencia.
Por más que duela, lo cierto es que bajo este contexto, no había muchas razones por las cuales Sudamérica haya sido favorito, alguna vez, para tener la Copa del Mundo 2030. El principal valor pasaba por "los 100 años" del primer mundial, un simbolismo que servía para darle ímpetu a la candidatura y un slogan ganchero, pero que no tenía mayor sustento que el poder de la historia. Ante toda esta situación, se unió un grupo fuerte entre las tres federaciones: la de Paraguay, Uruguay y Argentina que sumó en el título de la Selección Nacional en el Mundial de Qatar 2022 un nuevo argumento para reclamar un premio extra. En este sentido, la aparición de Claudio Tapia en el escenario mundial también significó un apoyo de peso par el propio Domínguez a la hora de negociar por este lugar, incluso ante la presentación de este plan a los miembros organizadores del Mundial. Es decir, lo que suena como una entrega de migajas por parte de la FIFA a las federaciones de Sudamérica, también puede ser vista como una "avivada" que le permitió a las federaciones de Sudamérica sacar una tajada donde no había posibilidades.
Con respecto a Argentina, que acompañó y trabajó para ser sede de la Copa del Mundo 2030, la aparición en el horizonte de ser parte de un evento de estas características sin tener gastos y sin las necesidades de invertir cuantiosas sumas de dinero para adecuarse a los requerimientos de FIFA permite catalogar a esta decisión como una pequeña victoria. Es sabido que, a lo largo de la historia, los eventos deportivos de grandes dimensiones en países en vías de desarrollo, como Juegos Olímpicos y Mundiales, tuvieron muchos inconvenientes a nivel social -previo a la competencia- y económico -posterior a la competencia-. Ya sea por los gastos monumentales que se hicieron para la construcción de estadios, las modificaciones de leyes para adecuar los requerimientos FIFA (Ley Budweiser en Brasil) y por lo que significan las licitaciones para el desarrollo de toda la infraestructura (calles, rutas, subtes, etc) que se necesita para hacer un evento de este estilo.
Lejos de los facilismos, lo cierto es que la búsqueda de la rentabilidad del fútbol a nivel mundial, los problemas políticos internos dentro de la FIFA y la necesidad -de ellos mismos- de generar un nuevo impacto en el viejo continente hicieron que el fútbol sudamericano quede cada vez más lejos de las grandes decisiones. Aunque siempre se las rebusca.