Vince McMahon es la representación en carne y hueso de la lucha libre. En 1982 le compró a su padre WWE, en ese entonces la promotora de pancracio más importante de Nueva York, y la transformó en un fenómeno global valuado en miles de millones de dólares. Durante 40 años, McMahon gobernó el mundo de la lucha con puño de hierro y sacó de la competencia a casi todos los promotores del mercado estadounidense, incluido el millonario Ted Turner. Sin embargo, esa mano de hierro que imprimió su huella en el deporte a lo largo de estas décadas fue la misma que le puso fin a su carrera.
El 25 de enero Janel Grant, una ex empleada de WWE, denunció a McMahon por abuso y trata de personas. La denunciante afirmó que conoció al empresario en una situación de vulnerabilidad financiera y este se hizo cargo de forma amena al principio, pero que rápidamente escaló a una relación predatoria y coercitiva. La denuncia, publicada primero por el Washington Post, narra vejaciones que no valen la pena repetir. Grant no sólo busca justicia contra McMahon, sino contra la misma WWE, porque el promotor de lucha había creado un sistema de abuso en la cual participaban miembros ejecutivos y atletas de la empresa.
La gravedad del asunto radica en que la deshumanización que realizó McMahon contra la víctima fue tal que incluso fue ofrecida como incentivo para que un atleta, que por la descripción de la denuncia se cree que es Brock Lesnar, ex campeón de UFC y WWE, renovara contrato con la empresa.
La noticia sacudió el mundo del pancracio porque por lo general, el periodismo mainstream estadounidense reserva un lugar marginal para este deporte. Ernesto Ocampo, ex docente de la Universidad Nacional Autónoma de México y editor de la revista Súper Luchas, aseguró al respecto lo siguiente: “Así como el escándalo de Harvey Weinstein provocó que el mundo del espectáculo fuera más transparente, debe haber un mayor escrutinio en el ámbito deportivo. Los medios no deben dejar de analizar y escudriñar cada una de las historias sexistas manejadas por WWE en las últimas tres décadas, sacando todos los trapos sucios, toda la verdad, para que no se repitan”.
McMahon ya había sido denunciado en 2022 por abuso sexual. Sin embargo, en ese entonces él era dueño de la empresa. Y si bien había sido desplazado por la junta directiva, la solución que encontró el promotor para volver a tomar control de su compañía fue vender sus acciones a Endeavour, dueña de UFC. De esta manera, McMahon se aseguró un puesto en la junta directiva de TKO, la empresa que nació a partir de la unión de WWE y UFC. Sin embargo, la junta directiva de TKO veía a McMahon con desdén, pero no podía despedirlo porque la única forma de hacerlo era por renuncia del mismo empresario. El que intervino fue Slim Jim, importante conglomerado gastronómico y el sponsor más grande de WWE. A un día de un importante evento de pago, que se realizaba en la misma semana en la que surgió la denuncia, Slim Jim publicó un comunicado en el que anunciaba su retirada del PPV por la denuncia contra McMahon.
Ni lentos ni perezosos, en TKO entendieron que se trataba de un apriete y, como poderoso caballero es don dinero, McMahon presentó la renuncia inmediatamente. A las pocas horas, Slim Jim anunció que volvería a apoyar a WWE. Pero los problemas no terminaron ahí. Post evento de pago, WWE realizó una conferencia de prensa y la comunicación de crisis brilló por su ausencia. Paul Levesque, principal responsable creativo y yerno de McMahon, sostuvo que no leyó la denuncia y que prefería “centrarse en los aspectos positivos, ya que fue una gran semana para WWE.
Las reacciones ante estas declaraciones fueron inquisidoras y reflejaron el amateurismo de una empresa que, pese a ser multimillonaria, maneja sus asuntos importantes con nulo tacto. ¿Qué solución encuentra WWE para que no se hable más de Vince McMahon? Borrarlo de su historia. “Se hablará más de la empresa y de los luchadores, ya no del promotor considerado genio por muchos. Por el contrario, su historia puede enterrarse más si se dan a conocer a lo grande todos su fracasos empresariales, como el salto de Evel Knievel, la compra de los Cape Cod Buccaneers, Ico Pro, la WBF y la XFL”, reflexionó Ernesto Ocampo.
Sin embargo, lejos está la denuncia de quedar en el olvido.Varias figuras de WWE como el Campeón de Peso Completo, Seth Rollins, Cody Rhodes y Mick Foley repudiaron el accionar de McMahon. Medios como el New York Times siguen el caso y las autoridades federales de Estados Unidos investigan a McMahon. ¿Quién quiso salvar las papas? Dwayne “The Rock” Johnson, que recibió 30 millones de dólares en acciones para entrar en la junta directiva de TKO, y decidió insertarse en la lucha estelar de WrestleMania, el SuperBowl de la lucha libre. Pero no fue una maniobra feliz, porque los fans rechazaron su presencia ya que interrumpía una rivalidad muy seguida por los aficionados desde hace dos años. Si bien el periodismo de lucha libre viró de McMahon a The Rock, lo cierto es que este fenómeno se diluyó. Como bien dijo el periodista Brandon Thurston de WrestleNomics: “A los federales no les importa quién estelarizará WrestleMania."
Además, este año son las elecciones presidenciales en Estados Unidos. Es una temporada en la que los medios de comunicación sacan toda la artillería y los demócratas están listos para utilizar a su favor la larga amistad que mantuvo McMahon con el ex presidente Donald Trump, quien recibió millones de dólares por parte del promotor luchístico. Vince McMahon compró WWE en 1982 por un millón de dólares, una cifra simbólica que le dio su padre. De mismo nombre, pero distintos valores, Vince McMahon Sr. accedió a venderle la empresa a cambio de no intervenir en el mercado de los otros promotores de Estados Unidos. Cuando falleció su padre, Vince Jr. desacató su última voluntad y monopolizó el negocio de la lucha libre. Casi se va a la quiebra durante los 90 contra Ted Turner, pero fue salvado por una de las mejores generaciones de luchadores Sin competencia, McMahon chantajeó por años a empleados de su empresa sin ningún miedo a represalias. La denuncia que sufrió en enero, no obstante, condena a McMahon, alguna vez el rey de la lucha libre, a terminar sus días en la más remota soledad.