El 15 de julio de 2010, el Congreso aprobó la Ley de Matrimonio igualitario. Ese día, después de una larga lucha colectiva, finalmente el Estado otorgó un derecho básico a una comunidad que lo reclamaba. Ese día, Pamela Visciarelli estuvo en la plaza y festejó el anuncio. Cantó, se emocionó y se abrazó con amigas. Tenía 19 años, recién había llegado a la Ciudad de Buenos Aires desde su Arrecifes natal y ya tenía su primera gran alegría. Mariana Blanco tenía 31 y lo vivió diferente. A esa hora estaba dando clases de fútbol. Un par de meses después, la redonda las cruzó.
Pamela era arquera de Club de Jóvenes. Mariana, directora técnica de Atlanta. Las dos en futsal. Un día se enfrentaron y ahí apareció el flash. “Cuando la vi por primera vez fue fuerte, era técnica de Atlanta. Era el único lugar en el que la podía ver. Las veces que jugábamos yo traté de esforzarme más, pero ni me registraba”, recordó Pamela a El Destape. La relación empezó como cualquier otra. Un interesadx “ficha” a otra persona y trata de seducirla. Pamela no tenía muchos caminos hacia Mariana, pero encontró la vuelta: una amiga tendió una mano. “Un día, Lucrecia, una amiga en común, le dijo a ella de tomar una cerveza y me mandó un mensaje. Coordinó algo, fuimos a bailar, me pasó el teléfono y empezamos a salir”, dijo mientras se ríe y agregó: “Ella nunca me registró en los partidos que tuvimos. Ni siquiera sabía que era jugadora”.
Desde ese día, la relación no paró de crecer y de derrumbar prejuicios. El primero fue la edad. Había una diferencia de 12 años, pero con un poco de tiempo y de charlas esa barrera se derrumbó. El contexto las respaldaba. A menos de un año de empezar la relación y con la Ley recién salida del horno, dieron un paso más y se casaron en el registro civil de la calle Uruguay. A la distancia, Pamela sostuvo a este medio que “es emocionante porque esa ley permitió hacer con tu vida lo que quieras. Con la persona que vos quieras”. Con el correr del tiempo, ese derecho parece inamovible y se reclaman otros, pero hace una década significó un cambio rotundo. “Mucha gente 'salió del closet' por esa Ley y dijo 'ahora si puedo decir que yo me caso con quien quiero'. Fue un antes y un después muy grande”, añadió.
Después del casamiento, las dos empezaron a pensar en agrandar la familia. A las dos les surgió el deseo de ser mamás. Gracias a la Ley de fertilización asistida ese deseo también se pudo cumplir. Primero, en 2016, nació Juana y, luego, en 2018, Eva. Las hermanas llevan sus dos apellidos: Visciarelli Blanco. Pamela lo festejó “a mi hoy me da mucho orgullo ver el DNI y que atrás diga que somos las dos mamás” y agradeció el avance en materia de derechos: “Yo siempre digo que hubo un proyecto político que nos miró y dijo 'me la voy a jugar por ustedes' y se enfrentó contra la Iglesia, contra marchas opositoras y hoy estamos festejando que hubo una legislación porque un proyecto político así lo decidió que sea”.
En paralelo las dos siguieron con sus respectivas carreras deportiva. Una en el arco (pasó por River y San Lorenzo) y la otra detrás de la línea de cal. En la cancha también sumaron conquistas y derechos en el fútbol. Primero con la semiprofesionalización, pero luego con algo más importante: la toma de espacios en el día a día Y lo hicieron en un ambiente que es, sin duda, uno de los lugares en donde el machismo y los prejuicios sobre las diversidades sexuales está más presente. En los planteles, en los clubes y en los hinchas. Las mujeres tienen un techo de cristal bastante más grueso que en el resto de las actividades y de homosexualidad no se habla. Es un tema tabú.
Hasta el momento, no hay jugadores varones en el máximo nivel que hayan declarado públicamente ser homosexuales. En los últimos días, la fundación Justin Fashanu, una una organización que lucha por la inclusión y contra la homofobia, dio a conocer una carta de un jugador de fútbol de la Premier League en la que reveló que es gay. Pero no dio nombre ni apellido. Tampoco dijo en qué club juega, pero sí contó que “vive una pesadilla absoluta” por no poder decir lo que le pasa.
-EL Destape: ¿Qué pensaste cuando leíste la carta de ese futbolista?
-PV: Muchas cosas. Lo primero es que no se sabe su identidad y tiene en el fútbol todo lo que las mujeres no tenemos. Una liga competitiva, está en uno de los mejores equipos del mundo, tiene plata, se puede dedicar al fútbol. Pero no es feliz, todo al revés de nosotras. Acá las chicas cobran un viático, bah, una semiprofesionalización, pero podemos elegir. Hacemos de nuestra vida lo que queramos y con quien queramos.
-ED: ¿En el fútbol femenino es distinto?
-PV: Tengo amigas a las que le ha costada. Lo que me pasó con el fútbol es que tenía compañeras que estaban en pareja con hombres y otras tantas con mujeres. Y yo me sentía cómoda, estaba todo bien. Todo bárbaro. Un día dije que me casaba con Mariana y no pasó nada. El hombre piensa que va a ser menos jugador por decir tal o cual cosa y eso no es así.
El crecimiento del fútbol femenino, la deconstrucción y los debates que esto trae aparejado abre las puertas a nuevos escenarios. Hace once años era impensado el matrimonio igualitario y ya está instalado en la sociedad. Cómo no pensar, entonces, un deporte con las mismas premisas.