Fue un cierre injusto para el mejor Rugby Championship de Los Pumas. El sueño era una “misión imposible”: ganarle en su casa, y con obligación de diferencia amplia, a la mejor Sudáfrica de la historia, bicampeona mundial y que buscaba además su primer título del torneo desde 2019 y ante su gente. Pero el sueño tenía un fundamento: nunca nadie le había ganado antes en la historia a los All Blacks anotándoles 38 puntos en Nueva Zelanda, como sí lo hicieron Los Pumas. Nadie en la historia le había anotado tampoco antes 67 puntos a los Wallabies australianos en un test mach. Más contundente aún: nunca antes Los Pumas le habían ganado en un mismo torneo a esas tres grandes potencias del rugby mundial (Sudáfrica, Nueva Zelanda y Australia). Y exhibiendo un juego de ataque casi inédito, audaz, con tries de lujo. Pero el sueño terminó en duro nocaut: los Springboks sudafricanos aplastaron hoy a Los Pumas 48-7 en Nelspruit y conquistaron el Rugby Championship.
Hay un dato que acaso grafica como pocos la derrota, aparte de los tries (siete contra uno). En el rugby, deporte de contacto y, a veces, de pura colisión, la disciplina es clave. Más aún cuando se enfrenta a un rival superior, hay que defenderse en campo propio y gana la desesperación por frenar al rival. Bajo presión, esa disciplina falló. En el último partido de Santiago del Estero (victoria de Los Pumas 29-28) Los Pumas, aun defendiéndose casi todo el segundo tiempo, casi no cometieron penales. Hoy sí. Cinco penales en los primeros siete minutos (sobre un total de once). Peor aún: Los Pumas, que no habían sufrido tarjetas en todos los partidos previos del torneo, sí tuvieron hoy dos amarillas (los hermanos Mateo y Santiago Carreras) y una roja (Pablo Matera). Todas evitables. Si el partido era difícil, jugarle a la mejor selección del mundo casi todo el segundo tiempo con uno menos (dos menos durante diez minutos) termina siendo demasiado hándicap. Eso explica la amplitud del marcador. El resultado engañoso.
En la comparación con el fútbol, suele creerse que el arbitraje del rugby tiene muchísimo menos margen de error. No es así. También hay muchísima interpretación. No todo es VAR (fútbol) o TMO (rugby). Además, se puede ser hiperdetallista contra un equipo (a Los Pumas le cobraron un offside que jamás se sanciona porque es ininfluyente, sucedió justo después de su primer y único try, a los 20’, con el marcador todavía ajustado). Y menos vigilante con el otro (ni árbitro ni TMO revisaron un try sudafricano en el que no se logra ver que la pelota apoye correctamente contra el piso). El árbitro fue Ben O’Keefe, neocelandés, es decir, el mismo país que, tras la derrota, terminó segundo en el torneo, por delante de Argentina. Siempre abrazado a su concepto de fair play, ese eventual conflicto de intereses nunca es tema en el rugby. Ganan las potencias. Arbitran las potencias.
Es cierto, ni la indisciplina ni el arbitraje definieron el resultado. “Sudáfrica –admitió luego del partido Felipe Contempomi, entrenador de Los Pumas- fue superior del minuto uno al minuto ochenta. Nuestra estrategia era sacarles la pelota y ellos la tuvieron el noventa por ciento. Te podés defender y defender muy bien, pero te van abollando”, completó Contempomi que pidió autocrítica y comenzó por él mismo, diciendo que fue un error suyo haber incluído a Rodrigo Isgró, mejor jugador de seven (rugby de siete) del mundo, pero, según dijo, no apto aún para el rugby de quince y sufriendo demasiado la presión que ejerció Sudáfrica por su sector. Contempomi lo sacó antes de que terminara el primer tiempo, tras una defensa que el propio Isgró complicó más de lo que parecía.
¿Y por qué Argentina no le pudo sacar la pelota a Sudáfrica? Porque los Springbosk, famosos con su scrum, aplastaron a Los Pumas en esa formación fija. Pero los complicaron también en el line out. Para peor, tampoco fue bueno el juego con el pie de Argentina (patadas que quedaron cortas ya desde el inicio mismo, cuando Sudáfrica jugó casi los primeros diez minutos a metros del in goal puma). Se fallaron tackles (81 por ciento de efectividad) y faltó precisión en las pocas chances de try que hubo. Así, con tanta pelota disponible, Sudáfrica se animó inclusive a arriesgar (algo no habitual) y llegó a sus siete tries, con menciones especiales para Aphelele Fassi y Cheslin Kolbe.
Los Pumas, que volverán a competir en noviembre, en gira europea, completaron así un torneo que los confirman como actores centrales del rugby, pese a su profesionalismo tardío en un país de economía siempre frágil, y su lejanía del centro mundial, pero con una Liga interna competitiva, un público que llena estadios en todo el país cuando juegan Los Pumas, un orgullo que genera pertenencia y, ahora, un estilo que busca crecer a partir de la audacia. Que tiene su punto más alto con Juan Cruz Mallía (campeón europeo con Stade Toulousain) y como símbolo nuevo la ubicación como medio apertura (algo así como el número 10 del fútbol) de Tomás Albornoz, menos táctico, más corredor, y generador de ataques (como su try de hoy ante Sudáfrica). Nadie describió este cuadro mejor que el colega inglés Stephen Jones el último jueves en The Times. Su crónica abre y termina contando el amor y pasión que el propio Diego Armando Maradona sentía cada vez que jugaban Los Pumas. “El rugby –se titula el artículo- tiene suerte de contar con estos Pumas sublimes”.