Gabby Williams nació en 1996 en Nevada, Estados Unidos. Pero juega para Francia. Ayer, en el último segundo de la puja que definía al ganador del medallero final de los Juegos Olímpicos de París 2024 (final del basquetbol femenino), con la selección favorita de Estados Unidos ganando por un ajustado 67-64, Williams, autora de 19 puntos, tuvo en sus manos la última pelota del partido. Y encestó. ¿Fue triple para forzar el alargue? ¿O un doble ya inútil? La repetición confirmó que Williams tenía los pies sobre la línea cuando tiró al aro: doble pues. Marcador final: Estados Unidos 67 – Francia 66.
Fue el octavo oro seguido de la selección femenina de básquet de Estados Unidos. Celebró como nadie su capitana, Diana Taurasi, hija de argentinos, atleta mítica en Estados Unidos, sexto oro seguido para ella (debutó en Atenas 2004) y que a sus 42 años pasó buena parte de los partidos finales en el banco, alentando siempre a todas sus compañeras. Lo hizo hizo durante toda su carrera notable. Y volvió a hacerlo con Kahleah Copper, protagonista inesperada de una jugada clave en los minutos finales de la victoria contra Francia: “Hacé lo que sabés”, le dijo Diana a Kahleah cuando entró a la cancha. Taurasi, que no jugó siquiera un minuto de la final, tenía, como siempre, una camiseta argentina debajo de la de Estados Unidos. Para honrar a sus padres, familia muy fana de Rosario Central.
Esa jugada fallida del último segundo, esa victoria final de la selección capitaneada por Taurasi, fue la que increíblemente permitió a Estados Unidos quedar como líder del medallero final de los Juegos que concluyeron ayer en París. Estados Unidos campeón en el último segundo que le quedaba para el triunfo. Y con una jugada dramática. Gracias a esa victoria, Estados Unidos igualó a China en 40 medallas de oro. Pero terminó liderando el medallero final porque cosechó más medallas de plata que el país asiático (44 contra 27). Y también más bronces (43-24).
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Estados Unidos ya había ganado agónicamente a China el medallero final en los Juegos anteriores de Tokio (39 oros contra 38). Como sea, todos sus medios, desde The New York Times a la NBC, ya habían dado de antemano a Estados Unidos como el ganador de París. Lo dijimos la semana pasada. Solo Estados Unidos cuenta el medallero final según la cantidad total de medallas ganadas y no según los oros, como hace el resto del mundo. Es el famoso “excepcionalismo americano”, que crecerá en los Juegos próximos porque Estados Unidos será local. Ganó la votación para organizar los Juegos en Los Angeles 2028.
En París, favorecido por la expulsión de Rusia, Estados Unidos reinó fuerte especialmente en atletismo y natación (22 oros contra apenas 3 de China en ambos deportes). Y también por el poderío histórico de sus deportes de equipo. Desde el Dream Team de Le Bron James al fútbol femenino. Desde la gimnasia liderada por la gran Simone Biles hasta la selección de Taurasi, invicta en 61 partidos de Juegos Olímpicos. En el equipo de básquet femenino campeón de París jugó también Brittney Griner, la jugadora que en 2022 pasó diez meses presa en una cárcel rusa y fue condenada a nueve años de prisión porque en un control de aeropuerto le encontraron una dosis mínima de aceite de cannabis y que solo quedó libre gracias a un intercambio de prisioneros con un célebre traficante de armas ruso. Pasó de pensar en suicidarse en una cárcel rusa a, dos años después, el oro de París.
El caso Griner es parte de la magia de los Juegos. Batalla política, negocio y excelencia deportiva. Y también historias humanas. Porque el mismo día de ayer en el cierre de las competencias Estados Unidos creyó que su esperanza de liderar el medallero final quedaba enterrada cuando su selección de vóleibol femenina, favorita, perdió la final contra Italia (otra vez con Argentina presente, pues la selección campeona fue dirigida por Julio Velasco, entrenador mítico de nuestro vóley). La estrella de la Italia campeona en París fue Paola Egonu. Hija de nigerianos, Egonu había dicho que renunciaba a la selección luego de los Juegos anteriores de Tokio. Se declaró harta del racismo.
Justamente en Italia, el actual gobierno de ultraderecha lanzó para estos Juegos una campaña espantosa contra la boxeadora argelina Imane Khelif. Parte de la llamada “batalla cultural”. Le dijo que era un hombre. Una atleta trans. Todo mentira. Fue un búmeran. Khelif terminó ganando el oro y ovacionada en París. Su país, que hasta poco antes también se burlaba de su aspecto hombruno, terminó adoptándola como tesoro nacional. Nunca antes se había hablando tanto en Argelia sobre intersexualidad, hiperandrogenismo, sobre diversidad sexual, en un país que castiga la homosexualidad.
Los Juegos suelen funcionar como ficción de un mundo mejor. Paz y fraternidad mientras caen bombas sobre Gaza y Ucrania. Mientras crece la desigualdad y se expande el odio por las redes. Los Juegos fueron una fiesta para París, momento dorado para el alicaído Emmanuel Macron, el presidente-selfie, feliz porque todo salió bien y porque Francia, con atletas formidables, liderados por el nadador Leon Marchand (cuatro oros) terminó además quinta en el medallero final, detrás de Japón y de Australia (acaso el país de rendimiento más notable si se miden medallas y población. Otros proponen agregar PBI).
¿Y Argentina? Retrocedimos en nuestro fuerte, los deportes de equipo. Solo Las Leonas, sexta medalla olímpica, hicieron honor a la tradición del podio. Podio, vale reiterarlo, dentro de la élite del deporte mundial. A la élite que también llegan por talento y esfuerzo los demás atletas que no logran subirse al podio. Y deben hacerlo desde aquí, desde el Sur lejano y en crisis permanente, y en un país que suele reducir el deporte a una pelota de fútbol.
La vela se confirmó como el deporte que más medallas nos da en las últimas décadas, como sucedía antes con el boxeo (¿signo del cambio de época?). El panorama (que asoma aún más difícil para el futuro porque tenemos un Estado en retirada, que es clave para formar atletas) fue disimulado en París por el oro de José “Maligno” Torres. El BMX, en realidad, es una disciplina que el Comité Olímpico Internacional pasó a considerar deporte en su cruzada por Juegos más espectaculares y un público más joven. La tendencia quedó clara ayer en la ceremonia de clausura. Tom Cruise salió disparado en su moto del Stade de France con la bandera olímpica. La llevó a la próxima cita de Los Angeles. A Hollywood.