La situación de los clubes de barrio, los semilleros de los Juegos Olímpicos

08 de agosto, 2021 | 00.05

Los Juegos Olímpicos constituyen una cita ineludible para todos los países del mundo. Durante el tiempo que transcurre la competencia internacional se generan jornadas interminables de actividades deportivas que se transmiten en vivo y en directo para todo el globo, y mantienen en vilo a millones de personas pendientes del rendimiento y el éxito de sus respectivos países y atletas. Para muchxs los resultados deportivos y la cantidad de medallas conseguidas funcionan como diagnóstico o un elemento indicativo del desempeño deportivo nacional que permite medir o comparar la organización sociocultural del país,  el desarrollo de un sistema deportivo adecuado, la extensión de políticas públicas en el largo plazo, el buen uso de los recursos humanos y económicos a disposición, etc. No casualmente los países que tienden a liderar el medallero suelen ser las grandes potencias como China, Estados Unidos, Japón, Australia, Gran Bretaña, Francia, Alemania. Cuba y Brasil son los países de América Latina que se codean con los 20 mejores.

En Tokio 2020 el rendimiento de los deportistas de Argentina generó preguntas, cuestionamientos de periodistas y hasta expresiones de odio dirigidas directamente a quienes nos representaron en las diferentes disciplinas. Pareciera ser que solo se observa lo que ocurre en el deporte argentino durante los Juegos cada cuatro años cuando las múltiples participaciones se hacen visibles y les ponemos caras a las culpas y los éxitos. Pero, ¿qué pasa entre juego y juego cuando nadie observa lo que sucede? ¿Dónde empieza esta cadena virtuosa de oportunidades, valores y aptitudes que permite construir y proyectar al deporte en el tiempo? ¿Qué rol cumple el Estado en todo esto? ¿Cuánto tiene que ver el rendimiento deportivo con la realidad social de nuestro país? Los Juegos Olímpicos son solo la punta visible de un hilo complejo, dinámico y multidimensional que contiene factores sociales, políticas, culturales y económicas que dan forma a lo que podríamos denominar el sistema deportivo nacional.

La otra punta del hilo: los clubes de barrio

La semana pasada Marcelo Méndez, el Director técnico de la Selección Argentina de vóley masculino ganadora del Bronce, subrayó en el marco de Tokio la importancia de los clubes en la formación de las bases de la alta competencia. “El trabajo de las bases y de los clubes es importantísimo para llegar a esta instancia. Tenemos que promover de alguna forma, de ayudar a los clubes para que no se mueran. Son la base de estos deportistas”, expresó. Méndez e hizo hincapié justamente en el otro extremo del hilo, que a diferencia de la opulencia televisada que disfrutamos cada cuatro años, es un trabajo de hormiga, diario, ininterrumpido, que implica el esfuerzo de toda la comunidad  y del Estado. En ese mismo sentido el viernes, el “Chapa” Carlos Retegui, DT de las Leonas medallistas de plata, subrayó luego del partido que "sacar un pibe de la calle vale más que una medalla olímpica. Necesitamos políticas activas en el deporte".

Según Cristian Font, presidente del Observatorio social y económico de clubes de barrio y afines (OSECBA), el rol de los clubes en el deporte es central: “No es algo que digo yo, lo dicen los números. Hay un dato que me parece importante compartir, el 95% de los deportistas que participaron en los Juegos Olímpicos de la Juventud en Argentina viene de clubes de barrio. La generación dorada por ejemplo ratifica su pertenencia todo el tiempo: los clubes son la base de la pirámide del deporte. Ellos reconocen en el club el lugar donde comenzaron su sueños. Estar en el club, jugar al básquet, pasar tiempo con amigos y los valores que aprendieron”. Manu Ginobili empezó su carrera en Bahiense del Norte; Pepe Sánchez, jugó en El Nacional y luego se pasó al equipo de Manu; Luis Scola, el último capitán que se retiró luego del partido frente a Australia, arrancó en el club Ciudad de Buenos aires; Chapu Nocioni en el Ceci Básquet Ball Club de Gálvez.  Y no son el únicos casos: Las Leonas, las Panteras, y nadadorxs como Delfina Pignatiello, entre muchx otrxs, tuvieron su primer contacto con el deporte en un club.

Cuántos clubes existen en Argentina

En Argentina existen más de 20 mil clubes. A diferencia de otros espacios culturales, con un perfil más comercial como pueden ser cines o teatros, los clubes están a lo largo y ancho de todo el país: “Están distribuidos de forma equitativa, no hay rincón de Argentina donde no haya un club que tiene las puertas abiertas para la comunidad. Todo arranca entre amigos, en un ámbito de cuidado y protección”. A partir de un trabajo territorial realizado en 2019 junto a la Universidad de Avellaneda, se logró poner en marcha el primer relevamiento Nacional de Clubes donde se localizaron, hasta ahora, 8.500 en un mapa geo referencial, con información precisa y detallada de cada uno con el objetivo de crear un diagnóstico real. Según los datos encontrados, a partir de los clubes 16 millones de personas realizan actividades: 9 millones realizan deporte, 5 millones desarrollan actividades sociales , 1 millón participa en actividades culturales, educativas y de otra índole, y otro millón asiste día a día a un comedor o merendero.

Graciela Lazaroff es Presidenta del Club Atlético 3 de Febrero de San Martin. Allí se practican múltiples opciones de actividades deportivas: básquet, vóley, gimnasia artística, patín, telas, Futsal, Taekwondo, gimnasio, Pilates, Yoga, Baile, Natación, entre otros. El Club cuenta con mil socios y otros 500 usuarixs que pagan para usar el gimnasio o tomar clases: “Ya nos ha quedado chico el club. Además tenemos un convenio con el Municipio para que Escuelas públicas hagan su practica de natación, por lo que vienen 400 chicos de forma gratuita”. Lazaroff destaca que el 80% de lxs socios del club son menores; y cuentan con 300 federadxs y muchxs en escuelitas deportivas que empiezan desde los 3 o 4 años. “El club de barrio es la base del deporte social, es el semillero. Después los que más se destaquen pasarán a los deportes de elite, pero en todo deportista de alto rendimiento hay un origen en el club de barrio”, dice.

La historia de los clubes: inmigrantes, cultura e identidad

Todo se remonta a principios del siglo XX cuando las comunidades de inmigrantes trabajadorxs, sobre todo provenientes de Europa, crearon diferentes tipos de instituciones como clubes, bibliotecas populares, sindicatos y sociedades de fomento para poder compartir manifestaciones sociales y culturales como la música, bailes, deportes, conferencia, y hasta discusiones políticas. “Los clubes de barrio tenemos más de 100 años de historia. Nuestros abuelos y bisabuelos, los migrantes llegaban y ante la necesidad de crear espacios de encuentro fueron fundando entidades de bien público como los clubes. Hubo otro momento histórico en donde se tomó a los clubes como herramienta de construcción de comunidad que fue el peronismo, donde se incentivó su creación y promoción. Después los clubes se terminaron haciendo cargo de todo lo que es la práctica deportiva en nuestro país y han ido sumando actividades hasta encontrarnos hoy en el presente, que combina convenios con universidades, empresas, casas de estudio que usan las sedes, el plan Fines, etc.”, rememora Font.

El caso del Club Atlético 3 de Febrero es paradigmático. Graciela relata que “se funda en el año 1932 por inspiración y necesidad de los pibes del barrio que jugaban a la pelota y necesitaban generar un espacio de referencia y colores”. Además destaca que el mayor crecimiento se generó unos años después, con el peronismo, a partir de la incorporación de las mujeres a la vida social: “El club dejó de ser un espacio de varones y deportivo de fútbol para incorporar a las familias y a los niños y niñas. Fue la época floreciente de los clubes de barrio con los carnavales, los lugares de encuentro de los amigos los fines de semana, las fiestas”.

Font cuenta que desde sus orígenes los clubes funcionan como  articuladores del barrio: “El vínculo del club con el barrio es más amplio de lo que se puede visualizar a simple vista. Las Pymes que están cerca tienen un lugar donde los hijos de los trabajadores pueden ir a hacer deporte. Esa misma Pyme genera vinculo con el club por un sentimiento de comunidad de querer ayudarlo, y suelen poner una publicidad y aportan algún material que se necesite. Después el club también articula con la Escuela Pública, cediendo las instalaciones gratuitamente para que los chicos puedan hacer deporte y actividades sociales. También florecen relaciones con la iglesia y se generan acciones solidarias. Suelen instalarse comercios alrededor por esta sinergia que hay, y cuando están en los clubes las personas consumen en los comercios de cercanía. El vínculo es enorme, es el sentido de pertenencia y de identidad”.

La post modernidad y el mundo digital

Si bien el rol de los clubes sigue siendo central, ha ido mutando en las últimas décadas a la par de una cultura social y juvenil, enmarcada en la revolución de lo digital y las plataformas digitales, que se ha trasladado del espacio público al ámbito de lo privado y las nuevas tecnologías. Como explica el Director del Observatorio, “hoy los chicos tal vez prefieren estar jugando a una consola de video juegos, a una computadora, que estar en un club. Hay una manera de vivir que busca generar seres más individualista y más aislados de la sociedad, por eso el club sigue siendo fundamental para cortar con estas propuestas de la vida enajenada”. Si bien las instituciones de a poco comienzan a adaptarse y a incorporar ofertas más acordes a las nuevas demandas y estilos de vida actuales, la inversión económica que requieren dichas tecnologías es en muchos casos inaccesible.

Además la vida en torno a los clubes no se desentiende de la transformación de los centros urbanos. El avance de los negocios inmobiliarios por sobre el derecho a la vivienda, la dificultad en el acceso a la casa propia y los procesos de gentrificación han provocado cambios profundos en la dinámica social y eso ha provocado que miles de personas deban mudarse con frecuencia dificultando la vida social y los vínculos territoriales. “Las familias por cuestiones económicas suelen cambiar de barrio todo el tiempo, porque les aumenta el alquiler y se tienen que mudar. Eso hace que los chicos no lleguen a generar un sentido de pertenencia con una institución. Es algo que nos preocupa mucho porque el club genera identidad. Este fenómeno de la circulación de personas por el tema habitacional genera un problema dentro de los clubes”, analiza Font con preocupación.

Macrismo, crisis y ruptura del tejido social

Los clubes están atravesados siempre por las políticas públicas y lo que ocurre a nivel económico y social. Durante la crisis institucional de 2001, la más importante de la Argentina moderna, con un país fragmentado que se desintegraba “los clubes se reconvirtieron rápidamente en clubes de trueque, comedores comunitarios, albergues para los sin techo y sus familias, donde los vecinos se encontraban con una comunidad que los albergaba y los alentaba a seguir para salir de esas crisis”, subraya el referente social . La función social que cumplen suele verse resaltada en los momentos críticos, porque es una institución igualadora que se va adaptando a las necesidades de los vecinos y vecinas. No casualmente durante la última dictadura cívico militar en el único lugar donde se ejercía el derecho al voto era en los clubes.

El período 2015 - 2019 bajo el gobierno de Mauricio Macri fue el peor que se haya registrado desde su creación. En 2015 veníamos de discutir una Ley Nacional, el Régimen de Promoción de los Clubes de Barrio y de Pueblo, que es una reivindicación de 100 años y fue votada por unanimidad. Pasamos de pensar en construir una pileta o un nuevo salón a no poder pagar la luz y el gas, a no tener vínculo con el Estado, a un deterioro abismal que no nos daba respiro. Tuvimos que salir a la calle a pedir por nuestra supervivencia”, recuerda Font. Dicho período fue destructivo por la imposibilidad de mantener el espacio y pagar las tarifas desorbitantes, pero sobre todo porque se quebró el circulo virtuoso social que mantiene a los clubes activos: cerraron comercios, las Pymes de lxs socios se fundían o dejaban de aportar al club, muchxs no pudieron mantener el pago de la cuota, y el club de a poco se iba quedando cada vez más solo.

Los cuatro años de macrismo acumularon un tarifazo del 2000 por ciento en los servicios, el desfinanciamiento sostenido de la Secretaria de deportes de la Nación, encabezaba Carlos Mac Allister, que perdió el 62% del presupuesto entre 2017 y 2019; el vaciamiento del alto rendimiento, con una quita del 52%; la des jerarquización de la Secretaria que pasó a ser una Agencia en 2019 conducida por el empresario Diógenes de Urquiza Anchorena, amigo de Macri; la destrucción de la autarquía del ENARD, Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo, y la desfinanciación por la eliminación del impuesto a la telefonía celular que indicaba una ley aprobada por el Congreso en 2009; y el desvío de dinero que debía ir a clubes de barrio para clubes náuticos o clubes de Golf. “Se utilizó el aparato del Estado para cambiar el modelo asociativo y solidario. El gobierno del PRO intentó instalar las sociedades anónimas deportivas y eso generó un deterioro no solo en el tejido social, por las políticas económicas y la privatización, sino que se deterioró el barrio, las instituciones, lo comercios, las Pymes y el club sufría la desvinculación. El club funciona a la par del barrio, y en un tejido social devastado el club se deteriora”, indica Font.

La directora del club de San Martin cuenta que durante el gobierno de Macri venían peleándola con una tarifa social que era razonable, pero con el tarifazo fue imposible: “en San Martin estamos organizados en una Federación de Clubes de barrio y Asociaciones civiles, y nos propusimos dar pelea. Tuvimos la suerte de ser escuchados por un juez y pudimos pagar la luz a valores anteriores, pero poco tiempo después nos dejaron sin el recurso y ahora seguimos con la pelea. Los recursos son pocos porque tenemos que hacernos cargo de mejorar las instalaciones, brindar mayor seguridad, capacitación, comprar materiales deportivos, y no podemos trasladar todo eso a la cuota social porque sería  imposible de pagar para las familias. Lo que queremos es que sigan viniendo”.

La pandemia del coronavirus y el rol del Estado

En ese último año y medio de pandemia muchos de los clubes rápidamente debieron reconvertir sus instalaciones para dar respuesta a demandas sociales coyunturales. Se transformaron en albergues para personas y familias enteras sin techo; hospitales para pacientes de Covid; lugares de aislamiento; centros de logística y organización; vacunatorios; y se improvisaron comedores para entrega de raciones de comida en los barrios más vulnerables. “El tema de la pandemia nos pegó muy duro. Veníamos del macrismo con el tarifazo y el golpe al bolsillo, y por el coronavirus tuvimos que cerrar el club durante 9 meses. Recién abrimos en octubre del año pasado con muchas restricciones y cuidados, con muy poca gente. Durante la pandemia tuvimos un 30 % del cobro de la cuota social. En el primer trimestre de 2021 subimos al 40 y ahora estamos arriba del 50%. Por suerte nos llegó la respuesta del Estado con los ATP que nos incluyó para pagar los sueldos de los trabajadores y este año con los REPRO, que son ayudas que valoramos, pero lo cierto es que no alcanza”, explica Graciela. El club que conduce acumuló una deuda de 3 millones de pesos y aquello movilizó a la comunidad a organizar actividades para recaudar fondos a partir de bonos de colaboración, ferias americanas, y venta de comida por delivery.

El Director del Observatorio señala que la nueva gestión encabezada por Alberto Fernández genera esperanzas a futuro pero en el marco de la pandemia solo se enfocaron en afrontar las urgencias. “El Estado nos ha asistido a los clubes que tenemos problemas para afrontar el sueldo de los trabajadores pero entendemos que no es lo que estamos necesitando. El 80% de las instituciones seguimos endeudadas por los servicios y estamos recibiendo intimaciones de las empresas. Igualmente vivimos una etapa nueva con mayor expectativa pensando en sentarnos en una mesa y empezar a pensar soluciones de cara a la pos pandemia junto al Estado. Estamos en una etapa de frustración pero con expectativas frente a un gobierno de corte popular que nos permita transitar un camino de normalidad”, indica Font.

“Ya no se trata de pensar nuevos programas. Hay que dejar de emparchar y empezar a imaginar una verdadera política pública sostenida en el tiempo que busque soluciones finales para los Clubes con el Estado como ordenador. Queremos discutir un régimen especial tributario. No puede ser que a Boca le salga más barato tributar que a al Deportivo Domínico de Avellaneda, esas desigualdades hay que discutirlas – advierte Font sobre el panorama del sistema deportivo - la otra gran discusión es cómo financiar el deporte social. Si sabemos que el semillero está en los clubes, ¿qué estamos haciendo para promoverlo? No se puede vivir de subsidios. Discutamos cómo convertirlo  en una política permanente”.

El Estado tiene una responsabilidad en el deporte social y de alto rendimiento.  Hay que fortalecerlo para después tener los resultados que después festejamos. Primero hay que invertir. Y además enfocarse en el tema de la salud y el enfoque cultural, porque que un chico esté haciendo deportes significa beneficios para su salud, continuidad en la práctica, y después en la socialización con respecto a lo colectivo y la vida social, se trata de valores. Hay muchos aspectos centrales que se generan en la vida de un club. Esperemos que la cultura de la privatización de todo no nos corra el eje de lo que es más importante que es la formación de las personas”, concluye Graciela.

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