River, Demichelis y el Muñeco Gallardo son la noticia bomba del fin de semana. Pero los Juegos Olímpicos suceden cada cuatro años. Y lo que para Francia fue inicio con fiesta, para nosotros, en cambio, fue una primera gran frustración: hablo del rugby seven, que coronó al primer gran héroe de París 2024 (Antoine Dupont), y dejó a Los Pumas en un séptimo puesto final. Lejos de expectativas que eran válidas, porque Los Pumas venían de conquistar el circuito mundial y eran nuestra máxima esperanza de oro (aunque los Juegos le llegaron algo tarde, ya pasado su mejor momento y con parte de su energía ya consumida).
Por supuesto que a nuestro deporte le quedan otras esperanzas de oro. Pero sabemos que son pocas y que ninguna otra selección ni deportista, a diferencia de Los Pumas, había arribado a París como el mejor de la temporada, con chances absolutamente concretas de ganar. Es cierto que Los Pumas estuvieron cerquísima de eliminar en cuartos de final a Francia (a la postre el campeón). Tan cierto como que Los Pumas jugaron por debajo del nivel que lucieron en la que igualmente terminó siendo su mejor temporada histórica. También es cierto que no fue fácil el clima: ochenta mil personas en contra, silbando además cada acción argentina, consecuencia acaso del canto racista de la selección tras la conquista de la Copa América en Miami. Pero no hay espacio para la victimización: Francia sufrió una tarjeta amarilla y debió jugar con un jugador menos en un momento clave del partido. Así, antes mismo de que los Juegos fueran inaugurados oficialmente, nuestro deporte perdió acaso su principal esperanza dorada.
Para Francia, en cambio, con una París que recibió dividida a los Juegos, el oro inédito del rugby fue la confirmación de que la gran kermese olímpica podrá ser una fiesta. Porque el rugby es muy popular en Francia, porque había 80 mil personas en el Stade de France (incluído el presidente Emmanuel Macron) y porque se agigantó la idolatría por Antoine Dupont (ayer comenzó la del nadador Leon Marchand, que inició su serie quebrando un record de Michael Phelps). Dupont es el mejor jugador del mundo en el rugby de quince jugadores. Arriesgó mucho pasándose al rugby de siete, dinámica, estrategia y técnica diferentes, que aprendió en apenas seis meses para coronar a un equipo que ni siquiera se había clasificado para las Olimpíadas anteriores de Tokio. La apuesta salió brillante. En la final contra Fiji (bicampeona olímpica, invicta en diecisiete partidos en los Juegos, una especie de Globetrotters del rugby, tal su habilidad y desenfado con el manejo de la pelota ovalada), Dupont entró en el segundo tiempo con el marcador igualado. En siete minutos, Dupont fue clave en el primer try y apoyó él mismo otros dos. El rugby suele jactarse de su disciplina colectiva, lejos del culto al héroe individual. Imposible hacerlo con Dupont. El medio scrum de 27 años encendió la llama olímpica un día antes de la fiesta oficial.
Dupont, además, es una buena señal para la Francia que hace apenas tres semanas frenó electoralmente a la xenófoba ultraderecha de Marine Le Pen, ofendida en estas horas por una ceremonia de apertura de los Juegos (algo extensa y pretensiosa), pero que molestó por su desprejuicio y culto a la diversidad. Un ataque a supuestos “valores de Occidente” que, en el deporte, supuestamente representa el rugby como ningún otro. No fue casual que una revista de ultraderecha francesa (“Valores Actuales”) eligiera justamente a Dupont en su portada de meses atrás. La revista pretendió afirmar que los “valores” del rugby eran justamente los suyos. “Aficionados educados, jugadores patrióticos y valores ejemplares: las recetas de un deporte arraigado, que se ha convertido en modelo para la sociedad”, decía la portada. El actor Jean Dujardin, que formaba parte de esa misma portada, había respondido de inmediato a la revista. “Francia sí, tus valores no”. Y Dupont, de bajo perfil pese a su popularidad, compartió la respuesta. No fue lo único. En junio pasado, el rugbier aceptó ser tapa en cambio de la revista trimestral Tetu, icono de la comunidad LGBTQ+.
Ya más conocida fue la postura política que asumió Dupont ante el temor por los sondeos que sugerían el triunfo de Le Pen en las elecciones recientes. El rugbier ya se había pronunciado en 2022 contra la ultraderecha. Pero un mes atrás, junto con más de doscientos deportistas (el más conocido de ellos Kylian Mbappé), el rugbier firmó una solicitada de apoyo a Macron. Esencialmente, fue una solicitada crítica hacia la xenofobia y cualquier tipo de discriminación. Afirmando que el deporte, tal como ellos lo conciben, es justamente lo opuesto. El “respeto”, decía la solicitada, es una de las “piedras angulares del deporte” y la ultraderecha lo “pisotea cada día”. El deporte enseña a aceptar las diferencias, de color de piel, religión, orientación sexual, género o discapacidad. “La extrema derecha”, en cambio, “explota estas diferencias y manipula nuestros miedos para dividirnos”. Para eso, supuestamente, fueron creados los Juegos. El olimpismo como supuesto instrumento de paz y fraternidad. Como ilusión de mundo mejor. Por unas semanas, podemos jugar a que es así.