Un oro olímpico es el tesoro soñado. Lloran emocionados desde el gran Novak Djokovic a nuestro “rider” cordobés José “Maligno” Torres. Lo sueñan también las superpotencias, que libran su propia batalla. París 2024 inicia su última semana y el medallero sigue en plena disputa. Estados Unidos y China igualados en oros, pero el primero con más plata y bronce. Estados Unidos pasó a liderar recién ayer domingo. El liderato de China en los días previos lo veíamos en el medallero de la página oficial del Comité Olímpico Internacional (COI) y también en la prensa de todo el mundo, desde París a Buenos Aires. Pero no en la de Estados Unidos. El famoso “excepcionalismo” estadounidense, la vieja teoría según la cual Estados Unidos es “diferente” y está exento de las reglas universales que le corresponden al resto de las naciones, incluye al medallero de París. Un medallero que, aún cuando lideraba China, ubicaba siempre primero a Estados Unidos.
Estados Unidos arma la tabla según el total de medallas obtenidas por cada país, sin importar su calidad (oro al primero, plata al segundo y bronce al tercero). Lidera esa política de conteo The New York Times, acaso el diario más influyente en el establishment de la prensa mundial, pero que, a la hora del triunfalismo deportivo, actúa con notable provincianismo. Cada vez que llega una nueva edición de los Juegos, como sucede ahora con París 2024, el Times suele decirle a sus lectores que “hay dos conteos posibles” para el medallero olímpico. Por un lado, el conteo “oficial”, es decir, el que hace todo el mundo. Y, por otro, “el diario de Yrigoyen Made in USA”. Es el que publican el Times y toda la prensa de Estados Unidos, incluída la cadena de TV NBC, que trasmite en vivo las competencias desde París.
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“¿Si China ganara 99 oros y Estados Unidos 100 bronces, The New York Times insistiría colocando primero a Estados Unidos?”. La pregunta de los propios foristas del diario se repite también en cada edición de los Juegos. El sábado pasado, otro forista usó como ejemplo la final del todopoderoso football americano para que el aficionado medio de Estados Unidos entendiera mejor el despropósito. “Es decir, un equipo que perdió durante seis años el Super Bowl debería ser ubicado entonces por encima de un equipo que, en ese mismo período ganó el Super Bowl cinco veces”, dijo el forista. Y remató: “¿En serio siguen queriendo que creamos que diez medallas de bronce valen más que nueve de oro? Seamos serios”.
En rigor, el COI, en su visión siempre idílica de los Juegos, los reflotó hace más de un siglo afirmando que se trataba de una competencia “entre individuos, no entre naciones”. Quería así unos Juegos supuestamente “apolíticos”. Neutrales. Sin eventuales conflictos nacionalistas. La prensa se rió por supuesto de esa pretensión y publicó siempre un medallero. Lo ordenó según quién ganara más oros en primer término, plata y bronce luego. Fue el conteo que, finalmente resignado, terminó asumiendo también el propio COI.
El medallero se puso caliente en años de Guerra Fría. Las superpotencias trasladaban su batalla a los Juegos. “Atletas del mundo libre”, proclamaba el ex presidente de Estados Unidos Ronald Reagan, “versus atletas soldados”. “Profesionales del Estado comunista”. Cualquier final por el oro olímpico entre Estados Unidos y la URSS atraía multitudes ante la TV. Era mucho más que deporte. La batalla comenzó a partir de los Juegos de Melbourne 1956, cuando la entonces Unión Soviética ganó el primero de sus seis medalleros. Estados Unidos era hasta entonces líder indiscutido (excepto la edición de Berlín 36, plena Alemania nazi, que fue ganada por el anfitrión, para alegría de Hitler y su teoría de la raza superior).
El cuadro empeoró para Estados Unidos en los Juegos de Montreal 76. Alemania Oriental (la ex RDA) irrumpió con su fuerte cultura deportiva y doping masivo y desplazó a Estados Unidos a un humillante tercer lugar del medallero. Una nación de apenas 17 millones de habitantes ganándole a otra que tenía entonces casi 220 millones. Pero la RDA dejó de existir en 1990 tras la caída del Muro y la URSS se disolvió en 1991. Estados Unidos retomó liderazgo hasta que en Pekín 2008 apareció China, que terminó primera, fortalecida por su localía. A partir de allí, China, que recién debutó con fuerza en los Juegos a partir de Los Angeles 1984 (había tenido antes un paso casi anónimo en Melbourne 56), se convirtió en el rival principal. Estados Unidos, no obstante, suele terminar imponiendo su liderazgo a veces en el mismísimo último día de la competencia, como bien podría suceder también ahora en París.
Es una batalla que se refleja inclusive en la guerra del doping. Las principales Ligas del deporte profesional de Estados Unidos son un paraíso de esteroides anabólicos. Pero las sospechas de doping siempre recaen sobre el otro lado. URSS y RDA primero. Luego Rusia, hoy expulsada del olimpismo acusada justamente de doping (más tarde llegó la sanción por la invasión a Ucrania). Y China en los últimos tiempos. Hace apenas unos años, The New York Times hizo el ridículo con un artículo que describía a la formación de deportistas en China como una fábrica que separaba de sus familias a “niños robots”, adoctrinados para ganar el oro “para la gloria de una nación”. Una paradoja: poco después estalló el escándalo de Larry Nassar, el médico de los equipos olímpicos y mundiales de las niñas gimnastas de Estados Unidos. Un monstruo condenado por abusar de más de 250 niñas. Una de ellas fue Simone Biles. Ella y la nadadora Katie Ledecky (la mujer que más medallas doradas ganó en la historia del deporte de Estados Unidos) siguen acumulando oros en París.
En el medallero histórico de los Juegos, Ledecky, si ella misma fuera un país, estaría en el puesto número 50 con nueve oros, por delante de más de 150 naciones. Es un medallero que, por supuesto, tiene a Estados Unidos como líder cómodo. Sin contar París 2024, Estados Unidos acumula 1070 medallas de oro (total de 2975 si incluímos las de plata y las de bronce). El medallero histórico mantiene en segundo lugar a la desaparecida URSS (395 de oro, 1204 en total), seguida del Reino Unido, China y Alemania. Es cierto que podrían aceptarse otros criterios para ordenar el medallero final. Por ejemplo: que el oro sume tres puntos, plata dos y bronce uno. Otros se preguntan si es justo que un mismo deporte pueda repartir tantas medallas a un mismo atleta y entregue apenas una en deportes de equipo. Y, si quisiera hacerse un conteo aún más sofisticado, incluir en el análisis la población total y el PBI de cada país. Como sea, nadie hace el conteo “Made in USA”. Don King, aquel célebre promotor de boxeo, tiene una buena y vieja frase que acaso grafica el particular conteo de la prensa de Estados Unidos. Don King decía: “Only in America”.