La espectacularidad de los Juegos Olímpicos suele sorprender y llevarse las miradas del mundo. La infraestructura destinada a la competencia vislumbra cómo un país quiere mostrarse ante otras naciones. En los Juegos de Invierno esa repercusión disminuye por la cantidad de atletas que se presentan, pero en el caso de Beijing 2022 la búsqueda también está por volver a demostrar el poderío geopolítico de China.
La poca -prácticamente nula- tradición que Argentina tiene en los deportes considerados de “invierno” no permite un mayor acercamiento a la importancia del evento. Tampoco a lo masivo de esta competencia para los países del hemisferio norte. Las grandes potencias mundiales, sin ir más lejos, son las naciones que más competidores llevan. Aun así durante varios meses previos a la competencia, tanto desde Estados Unidos como desde otros estados occidentales se agitó el fantasma de un “boicot”.
A fines de 2021, incluso desde la Casa Blanca, se llegó a hablar de que no iba a haber representaciones de ningún tipo por parte de ese país y llamó a los demás países a sumarse a la iniciativa. Los argumentos eran las denuncias de violaciones de derechos humanos sobre la diáspora uigur dentro del país asiático y el “mal manejo” de la pandemia del COVID-19, entre otros temas. Al principio se especuló con que se asemejara al realizado contra los Juegos Olímpicos de Moscú 1980 en el que 65 países no participaron. Sin embargo, ante la falta de apoyos, hubo un desencanto y solo quedó en “boicot diplomático” que fue adoptado por tan solo siete países entre los que están Gran Bretaña, Canadá y Australia. La mirada “occidental”.
En este punto, más allá del boicot de algunas naciones Human Right Watch ha pedido a empresas patrocinadoras que den cuenta de estas denuncias. Incluso, también pidieron que no se televisen los Juegos a través de las cadenas en Estados Unidos. No obstante, empresas multinacionales que tienen sede en el país norteamericano han hecho caso omiso a esos reclamos y siguieron apoyando de la misma manera.
Más allá de la geopolíitica y de los intereses de China por mostrar su poderío, uno de los desafíos que se planteó Beijing 2022 fue el de ser una “sede verde” y que, de cara al futuro, disminuzca la huella de carbono. Para estos Juegos se construyó, según los organizadores, un proyecto que tiene la capacidad capacidad de generar energía eólica y fotováltica -entre otras- para los 26 puntos en los cuales habrá compteidores en la ciudad. No obstante, como contrapunto, la principal polémica se da con el elemento más importante para los juegos de invierno: la nieve.
El caso llamativo es que, en esta oportunidad, los Juegos se desarrollan en una ciudad donde rara vez nieva y, para que la competencia sea exitosa, China desarrolló nieve artificial. Beijing será la primera ciudad que albergue los Juegos Olímpicos de verano (2008) y los de invierno. Para ello desarrolló nieve artificial que es la utilizada para las pistas de ski, generar el hielo necesario y en las demás pistas. No obstantes, la crítica sostiene que, la cantidad de metros cúbicos de agua son similares a los que puede usar una ciudad china de 12 mil habitantes. En este punto, vale decir, que los promedios de las ciudades chinas son de mucho más de 12 mil habitantes, es decir, es un valor bastante reducido.
Por otro lado, existe una preocupación sobre el futuro de los Juegos Olímpicos de Invierno de cara al futuro. Actualmente, según un estudio de investigadores del Grupo de Ecología del Deporte de la Universidad de Loughborough (Inglaterra) y el grupo medioambiental Protect Our Winters, el cambio climático está llevando a que, por ejemplo, 21 sedes utilizadas para los Juegos de Invierno, en 2050, solo habrá 10 que tengan la "idoneidad climática" y los niveles de nieve natural para albergar el evento.