La historia de Rafael Ferrario es digna de contar. Con apenas 20 años, el arquero de Huracán estaba en Jujuy cuando lo tomó por sorpresa la noticia de que regresaban las prácticas al fútbol argentino. Fue ahí que comenzó una verdadera odisea para recorrer los 1800 kilómetros hasta "La Quemita", donde finalmente pudo arribar y sumarse al plantel que dirige Israel Damonte.
"El martes cuando estaba en el campo con mi papá y mis hermanos alimentando a los animales, me llegó un audio del profe y me enteré que a más tardar nos teníamos que presentar el viernes para realizar el hisopado. Ahí me quedé helado, era martes y tenía que estar el jueves a la noche, no lo podía creer, no sabía cómo iba a llegar, era casi imposible", relató el joven, que a partir de ese momento elaboró un operativo que tuvo de todo para llegar a Buenos Aires.
"En Jujuy están en fase 1, no hay aviones ni micros. Lo primero que pensé fue buscar algún camión que regresara a Buenos Aires, yo me hubiera subido al primero que me trajera para acá, pero mi mamá se ofreció a prestarme su auto. Lamentablemente no estaba en condiciones de salir a la ruta. Con los pocos ahorros que teníamos yo , mis viejos, mi abuelo y mi tía tratamos de poner el auto a punto para poder viajar", contó Ferrario en diálogo con el sitio oficial de Huracán.
El tiempo corría y Ferrario, que aún no debutó en Primera División, no perdía las esperanzas: "Lo dejé en el mecánico el miércoles a la mañana y me dijo que iba a estar a la tarde, yo ya soñaba con salir a la madrugada, pero no fue así. Se demoraron los repuestos porque estaban en Jujuy capital y necesitaban un permiso para ir a buscarlos. Ahí nomás pensé que no llegaba, no iba a poder estar para que me realicen los estudios y poder volver a entrenar, me puse muy triste".
"El mecánico me llamó y me dijo que iba a estar para el jueves a la mañana, así que le avisé a mi mamá que el jueves terminaba de almorzar y salía para La Quemita. Cuando comencé el viaje, en el pueblo me decían que estaba loco, pero yo tengo en claro mis objetivos y decidí arrancar", asegura el arquero, que además, durante la travesía, tuvo que superar todo tipo de controles.
Al llegar a Santiago del Estero, cuenta, le fajaron las puertas del auto para que no pudiera bajar en ningún lugar de esa provincia para evitar contagios: "Llegando a un pueblo llamado Fernández me estaba quedando sin nafta y ya no tenía gas, pero no sabía cómo hacer con la puerta fajada, le pregunté al playero y me dijo que la rompa, no iba a pasar nada".
"Mis padres optaron que me lleve el auto también por el miedo a los contagios. Me prepararon una buena vianda con empanadas, fruta, agua, chicles y jugo. Comida y bebida no me faltaban, solo paraba para cargar combustible y seguir. En el norte es muy común cuando manejas de mascar coca, pero al ser deportista y por los controles de antidoping no lo hago", expresó Ferrario, quien finalmente llegó a las 5 de la mañana y pudo hisoparse algunas horas después para comenzar a entrenar el lunes junto a sus compañeros.
"Si bien me puse 5 alarmas por miedo a dormirme, me bañe desarmé el bolso y luego de un buen desayuno me fui sin pegar un ojo a La Quemita. Sin el apoyo de mi familia y mis amigos del pueblo, poder hacer este viaje hubiese sido imposible", concluyó el arquero, quien ahora intentará cumplir su sueño de debutar en la Primera División.