El fútbol depredador y sus fondos “buitres”

25 de abril, 2021 | 00.05

El fútbol que recordábamos ha desaparecido. Se reconoce esa forma de desamparo. El pasado no es solo historia es también memoria. Las emociones nos definen: una reposera, la sombra de un limonero, un buen libro, una copa con los amigos, y el fútbol del domingo vagabundo y pordiosero que ya “fue”. Pensamos que las pasiones  son innegociables, y sin embargo aparecen como uno de los mayores negocios de este siglo. Hay una vida tantas veces perdidas. El dinero no huele, pero ensucia, y los fondos “buitres” especulativos ya están aquí. 

Hace unos años la sociedad Donegal Internacional, domiciliada en el paraíso fiscal de las Islas Vírgenes, adquirió por 3,3 millones de dólares una deuda soberana que Zambia había contraído con Rumanía por la compra de unos tractores. El oligarca Michael Sheenan, presidente del “trust” Debt Advisory Internacional, abogado y asesor del Fondo Monetario Internacional, reclamó al país africano 55 millones de dólares por renunciar a ejecutar la deuda contraída. Un año después la Corte Suprema de Londres obligó a Zambia a pagarle 40 millones de dólares, el principal más sus intereses. En este mundo extraviado hace tiempo que el liberalismo “neo” viene haciéndose rico y la humanidad concediéndole el deseo. Para cuando la curación del mundo. 

Los fondos de cobertura de alto riesgo especializados en la compra de fondos soberanos de países en default han decidido diversificar su indecencia financiera. Los fondos “buitres” sobrevuelan el fútbol internacional. La web inglesa Pro-Football Reference reveló el interés de Michael Sheenan por ampliar hasta un 20% de capital las acciones del Liverpool Football Club. El club inglés esquivó la suspensión de pagos el 15 de Octubre de 2010 de la mano de John W. Henry, propietario del New England Sports Group (FSG) y del equipo de béisbol Boston Red Sox. El multimillonario desembolsó 300 millones de libras esterlinas. 

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Los fondos de capital riesgo han olido la pieza del fútbol internacional. La agencia de análisis Deloitte reconoce que la pieza huele bien, muy bien, aún en mercados donde el fútbol no deja de ser un pasatiempo prescindible. El medio británico The Guardian estimaba, antes de la pandemia, una tarta a repartir de 45.000 millones de dólares. Hoy la FIFA reconoce unos ingresos de 28.000 millones. A pesar de la reducción no hay deporte en el mundo que ofrezca estos resultados. El mercado espera paciente con el colmillo fuera. 

En una especie de orfandad ante el porvenir, Argentina resiste. En Europa su corazón ya está en otro sitio, languidece. Al fútbol lo han ido troceando, a pedacitos, comercializado como gotas de ámbar de pasiones efímeras. El dinero no huele, pero ensucia. El texano Dan Friedkin, CEO de Gulf States Toyota Distributors, deslizó 800 millones de dólares sobre la mesa de la Roma a través del fondo ATT Management. Desde entonces la ciudad eterna no concilia el sueño, el otro sueño, el de los “tiffosis”, ya lo han comprado. El magnate californiano, Egon Durban, dueño de Silver Lake, adquirió el 10% del City Football Group, propietario de Manchester City de  Guardiola, junto al fondo de inversión MSK Fidelity. La agencia de análisis Deloitte estimó en 500 millones de dólares el olfato del magnate californiano. El fondo Mapfre AM Behavioral Fund ya cuenta con el 5% del Ayax y el 4,5 del Olimpique. La estrategia del capital riesgo es rentabilizar recursos por encima de cualquier exigencia que no genere un negocio saludable: saludable en transferencias de jugadores, de títulos no hablan. El siempre ilusionante Bayer de Munich se viste de Adidas, se mueve en Audi, y se asegura en Allianz. En Baviera esperan, con lenta agonía, el zarpazo final de las multinacionales.

Los nuevos inversores centran el apetito en la gestión de recursos, lo llaman “gestión de futuros”. El término no desafina, se asemeja bastante a los “contratos a futuros” de la Bolsa de Chicago, donde las materias primas  (de las que dependen gran parte de la alimentación mundial) se “comen”, año a año, las goleadas inmorales de los especuladores. En la gran ruleta del casino del trigo y del maíz,  rueda también la “pelotita” de  rabonas viscosas y gambetas turbias.

El fútbol se resquebraja por donde más duele. Es imprescindible deshumanizarlo para ser degradado sin culpa como fenómeno de consumo. ¿En qué momento el mercado se apuntó a esta fiesta desbocada, a este baile bipolar de entretenimiento de masas y arte frívolo para millonarios? Cuando aplicó, con comienzos y finales nítidos, su espíritu “liberalizador” de que todo puede ser susceptible de ser privatizado, las emociones también.

Con paciencia la desolación cerca el paisaje. Mientras agitamos el árbol unos pocos se comen las nueces. Se consolida el fútbol privatizador, de unos pocos. Es necesario asumir el “peaje” mensual de las plataformas televisivas, esa forma de lealtad alambicada, casi feudal.

Nos gusta creer en un “yo” que decide. Hoy ya no contamos. Solo nos quedan los colores de una camiseta “prestada”, a devolver. En el aquí y ahora del que hablaba Walter Benjamín hay otros mundos que no se nombran. El fútbol de ayer ha desaparecido. Se ha ido como un crujido seco, como un sueño de servidumbre voluntaria. Buscábamos risas donde no las había. 

En la semblanza de toda desilusión nos queda el recuerdo, tan solo el recuerdo, de reconocer la belleza, esa inutilidad tan necesaria, en aquellas lejanas pasiones humildes. Ese fútbol que recordábamos se ha ido, y desde la eterna nostalgia nos fuimos con él.

(*) José Luis Lanao es ex jugador de fútbol y periodista. Formó parte de Vélez, clubes de España, y campeón Mundial Tokio 1979.
 

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José Luis Lanao

José Luis Lanao, periodista y ex jugador de fútbol. Vélez, clubes de España, y campeón Mundial Tokio 1979. Ex columnista del grupo multimedia español Vocento y radio Cadena Cope.