Antonella Aquino es arquera de Platense, tiene 27 años y nació en Chajarí, Entre Ríos. El pasado 26 de mayo se viralizó un tuit en el que la futbolista contaba que estaba en busca de algún trabajo que le permitiera seguir jugando en simultáneo. “Para el que no lo sabe soy futbolista, juego en primera división, pero para mantenerme tengo que trabajar en algún otro lugar, por eso recurro a ustedes y a su RT (retuit)”, narraba el mensaje. En diálogo con El Destape, habla de su situación, que, de algún modo, es también la realidad del futbol femenino en nuestro país.
¿Qué respuesta sentís que tuvo el tuit en general?
Tuve una respuesta muy buena, especialmente de todo lo que tiene que ver con el fútbol femenino. Mucha gente lo citó como otra forma más de lucha que venimos teniendo desde hace años. Fue bueno porque se pudo difundir bastante, pero siempre remarcando que se citaba más que nada la lucha en la que nos vemos envueltas constantemente en el fútbol femenino.
Mucho se habló de la “profesionalización” del fútbol femenino en 2019, ¿se avanzó?
Lo que sucedió fue que comenzó como una semi profesionalización. Si bien ahora se están sumando algunos contratos más, yo, por ejemplo, no tengo contrato en el club. Pero la realidad es que a nivel sueldo no se puede vivir hoy en día del fútbol femenino. Más allá de que yo pueda tener o no un contrato, las chicas ganan en sueldo la mitad o un poco menos de lo que gano con mi jornada laboral de ocho horas. Entonces, aunque hay más contratos, todavía no se puede vivir solo y exclusivamente del fútbol, porque económicamente no cubriría todos nuestros gastos. Yo tengo que pagar alquiler, servicios, comida y etcétera; si bien se avanzó en cantidad de contratos, no sirve para poder vivir del fútbol.
¿Cómo es eso que pusiste en el tuit sobre que tu trabajo actual no te permite jugar los partidos?
No tenemos una fecha específica en la que jugamos. No sabemos si, por ejemplo, jugamos todos los sábados a las tres de la tarde. Depende de quién sea el local. Si toca los domingos, yo corro con la suerte de que los domingos no trabajo, pero si tenemos que jugar un sábado, yo cada 15 quince días trabajo los sábados, y sí o sí tengo que trabajarlos. A veces puedo cambiarlos, pero la realidad es que si cambio un sábado tengo que trabajar los dos siguientes. Solamente puedo hacer un enroque de sábados. Me imposibilita ir a los partidos y, por esa razón, si se hubiesen jugado las últimas dos fechas, yo no habría podido ir porque tenía que trabajar.
¿Y con los entrenamientos tenés las mismas complicaciones?
Con las restricciones más estrictas no pude ir a entrenar en toda la semana. Nosotras estábamos habilitadas para volver a entrenar y no pude ir. Como el horario para transitar era menor, nosotras estábamos entrenando entre las 14 y las 16 horas, y a las 16 yo termino de trabajar. Y cuando el horario de circulación era hasta las 20 horas, nosotras entrenábamos de 4 a 6 de la tarde o entre las 5 y las 7. Los días que entrenábamos a las 5 de la tarde llegaba medianamente bien, pero la mayoría de las veces que era a las 4, llegaba una hora tarde.
De lunes a viernes…
Sí, nosotras entrenamos todos los días. Si jugamos los domingos, entrenamos de lunes a sábado, y si jugamos los sábados entrenamos de lunes a viernes y el domingo tenemos libre.
¿Hay más futbolistas que pasan por esta situación?
Seguro que sí. En donde estoy yo, particularmente, quizás para las chicas sea un poco más "fácil" —con muchas comillas—, porque hay muchas que son jóvenes y viven con sus padres. Entonces por ahí ellas se tienen que acomodar un poco más con la facultad o con el colegio; no digo que no sea difícil, pero a lo mejor es un poco más fácil con el tema de los horarios. Pero sí, sucede en un montón de clubes, en donde las chicas muchas veces no pueden ir a entrenar directamente porque los horarios no coinciden, porque los trabajos no les permiten ir. Pierden la posibilidad de pelear por un puesto porque no pueden ir a entrenar.
Su camino en el fútbol
¿Cómo empezaste a jugar?
Yo empecé a jugar de grande, a los 18. En primer lugar, porque en mi ciudad, en el norte de Entre Ríos, no teníamos fútbol, empezó a haber recién cuando tenía 18 años. También, la realidad es que no lo pude practicar nunca porque desde mi casa muchas veces no me dejaban jugar. Entonces hice otros deportes: jugué nueve años al vóley y siete al handball antes de empezar a jugar al fútbol. A los 18 empecé a entrenar en mi ciudad y después me vine acá (Buenos Aires), en principio a estudiar, pero me sumé a un club. El primero en el que estuve fue Excursionistas; me probé una semana y quedé ahí. De todas maneras, quedé como jugadora de campo, ya que para entonces todavía no era arquera.
¿En ese tiempo corto que jugaste en Entre Ríos estuviste en algún club?
En Entre Ríos llegué a entrenar algunos días a la semana y después jugué un torneo de verano que se organizaba entre algunos equipos. Hoy en día ya lo tienen más armado, pero llegué a jugar un torneo de verano muy chiquito.
¿Cómo se toman ahora en tu familia el hecho de que juegues en primera?
Ahora, por suerte, todo cambió muchísimo. Mis papás están súper contentos, me siguen un montón, me acompañan. De hecho, aunque no tienen Twitter, igual compartían en sus historias y demás esto que tuiteé hace poco, y es como que siempre están en constante llamada conmigo. Está todo re bien. Creo que les llevó un tiempo, como a muchas personas, que siempre creyeron que el fútbol no era para las mujeres, que era un deporte que no estaba bien visto, pero por suerte el tiempo ayudó a que entiendan que es un deporte más y que era lo que yo quería.
Mencionaste que arrancaste como jugadora de campo y después pasaste a ser arquera, ¿por qué?
Yo estaba jugando para la reserva. En la fecha contra Independiente, la primera jugaba por los puntos y con la reserva teníamos un partido amistoso antes. Llegamos y no teníamos arquera, y cuando nos preparamos a jugar el técnico dice: “Entre Anto y Cele (otra jugadora) repártanse para atajar un tiempo y un tiempo”. Era más que nada porque éramos las más altas. Cele se me queda mirando con una cara como de que ni en pedo atajaba y dije que iba yo. En primera no había arquera suplente, y cuando salí de atajar con la reserva se acercó el técnico y me dijo que fuera al vestuario y comiera algo porque después tenía que jugar con la primera. Lo que había sucedido era que la única arquera que teníamos había tenido un problema personal importante. Ahí, contra Independiente, hice mi debut. Perdimos 2 a 0, no fue tan malo mi partido. Pero no sabía nada, ni siquiera la ubicación dentro de lo que es el área. La capitana me habló la semana siguiente, le dije que no me disgustaba atajar y a partir de ahí empecé a entrenar en el arco y comencé a ir a una escuela de arqueros para aprender cosas técnicas.
¿Cuál es el próximo paso para vos?
En primer lugar, poder encontrar un espacio que me permita poder seguir trabajando y entrenando para pelear el puesto de titular y ganármelo. En definitiva, lo que quiero es poder jugar. Y seguir creciendo, aprendiendo.
¿Y para el fútbol femenino?
Yo creo que vamos a ir ganando muchos más espacios de ahora en adelante. Cuando digo de “ahora en adelante” me refiero a cuando empezamos esta semi profesionalización. Estamos ganando la posibilidad de jugar en lugares más lindos. A la larga, se va a terminar profesionalizando. Quizás no yo, pero el resto de las generaciones que vengan atrás mío tengan la posibilidad de vivir del fútbol, o eso espero. El fútbol va a terminar siendo profesional dentro de unos años.