El campeón del mundo de 1978 Leopoldo Luque relató cómo lo secuestró un comando del ejército y lo llevó a un descampado, donde creyó que lo iban a fusilar. El exfutbolista de River integró el equipo que logró el campeonato mientras el país atravesaba una dictadura cívico-militar.
“Esto no lo conté nunca. Al principio no dije nada por miedo, andá a saber, si estos loquitos me reconocen, saben dónde vivo, me vienen a buscar. Después fue pasando el tiempo y, qué se yo, lo tenía ahí como una cosa más. Pero me da bronca cuando dicen que salimos campeones gracias a la dictadura. Dicen que andábamos con los milicos y a mí los milicos me secuestraron, me robaron y no me mataron de milagro. Ya te digo: cuando empecé a caminar y a encarar para el descampado, en mi cabeza solo esperaba el sonido del disparo, el ‘¡Puum!’ que me matara”, contó Luque.
En diálogo con Clarín, Luque explicó que estaba en el estadio Monumental un día de semana de 1979, aunque el entrenador del equipo en aquel entonces, Angel Labruna, había decidido no incluirlo entre los titulares para preservarlo para el encuentro del domingo siguiente.Igualmente, el delantero había ido para estar junto a sus compañeros de equipo.
“Fui a la cancha a ver al equipo, a mis compañeros. Era un partido de noche. Me acuerdo de que adentro me encontré con unos amigos, vimos el partido y cuando terminó, me despedí de ellos y fui a buscar mi coche. Yo en ese entonces vivía por Martínez. Iba solo. Agarré la avenida esa que es la continuación de Cabildo y ya cuando estaba cerca de mi casa y tenía que doblar, veía por el retrovisor que tenía un auto bastante cerca. Yo veía que aceleraba fuerte y se me pegaba”, describió.
El 9 de River empezó a manejar con miedo hacia su casa. Dobló, salió de la avenida, estaba a 6, 7 cuadras de su destino. El auto que venía atrás también dobló en la misma dirección y se detuvo abruptamente.
“Veo que se baja un tipo corriendo. En una mano levantaba una chapa de Policía y en la otra tenía una pistola. Se me acerca y me pide los documentos. Yo le dije que sí, que se los daba. No entendía nada. Los tenía en la guantera, dentro de un sobre. Y el tipo me amenaza: ‘Quedate quieto porque te arranco la cabeza de un tiro’. En ese momento, otra persona entró por el asiento del acompañante, abrió la guantera, agarró todos los papeles que tenía y se me sentó al lado”, prosiguió.
El futbolista viajó acostado en el asiento de atrás de su vehículo con dos asaltantes que lo llevaban sin rumbo cierto. Uno manejaba; el otro lo mantenía quieto y lo apuntaba con la culata de su arma.
“Yo estaba acostado atrás y lo único que veía era el reflejo de la luz de afuera. Hasta que quedó todo oscuro. Se habían metido por el medio de un campo, era una cosa terrible. El que me apuntaba, me decía: ‘no levantes la cabeza porque te la vuelo’. Hasta que en un momento indican: ‘Ahora bajate’. Y me bajé. Recién ahí me di cuenta de que estaba el otro auto que los acompañaba”, relató Luque.
"Caminá", fue la orden, y Luque fue hacia el lado iluminado, hacia la Panamericana.
"No, para el otro lado -le retrucaron enseguida-. No te hagas el pícaro".
“Y me fui caminando por el descampado. En ese momento apreté los dientes. Sentía que iba a venir el disparo, que iba a ser boleta. Caminé, caminé, había yuyos… Hasta que siento que se va un auto; me doy vuelta y era el mío. Y me quede ahí. Respiré”.
Luego volvió a caminar hacia la Panamericana. No había manera de comunicarse con su mujer que lo estaba esperando en su casa y ya debía estar preocupada por la demora. Además del auto, le habían robado plata, una cadenita y un anillo.
El primer lugar abierto que encontró “era un piringundín, un cabaret". Pidió ayuda y que le prestaran el teléfono para llamar a un taxi que lo llevara a la comisaría. "Y me dijeron que no, que no querían tener problema con la Policía”.
Volvió a la ruta. Les empezó a hacer señas a los autos que pasaban hasta que uno frenó.
"¿Vos no sos Leopoldo Luque?", preguntó el conductor con miedo y sorpresa. Y lo llevó hasta la casa.
Dos meses después del secuestro, estaba concentrado junto con sus compañeros de la Selección en la quinta de José C. Paz. Era el mediodía, estaban entrenándose, cuando un patrullero estacionó en la puerta y un oficial pidió hablar con Luque.
"Creemos que encontramos el auto, tiene que acompañarnos a la comisaría", le dijeron.
“Yo ya no quería saber más nada -recordó- me obligaron a ir y dijeron que había algunos sospechosos de haber sido quienes me asaltaron. Tuve que hacer el reconocimiento por una mirilla. Yo los veía, pero ellos no me veían a mí. Hasta que en un momento, cuando van rotando a uno de los sospechosos, lo ponen de perfil y me doy cuenta de que sí, era él. Y era un milico. Pero no dije nada. No sé, me dio miedo, pensé que sería peor”, contó.