El "fútbol stone", dos pasiones que se juntan en la cancha

El fallecimiento de Charlie Watts reavivó la nostalgia en la cultura de algunos barrios. El movimiento "rolinga" no solo alcanzó a la música también se intercaló en otro sentimiento popular: el fútbol.

29 de agosto, 2021 | 00.29

Nunca Charlie Watts se había llevado una ovación como esa. Pasó en 1995. El baterista, asombrado, se levantó y saludó al público. Fue durante la primera visita de los Rolling Stones a Argentina. En el estadio Monumental, como nunca había ocurrido, desde la cancha sonó un “Ole, ole, ole, Charly, Charly”. Fue un acto de amor y uno de los gritos de guerra que se repitió en cada visita. No fue casualidad que haya sido una canción de cancha.

Argentina es el único país del mundo que tiene “rolingas”. Una subcultura o tribu urbana con identidad propia. El tatuaje de la lengua roja, los parches, el flequillo y un estilo de rock particular que se extendió a otras bandas que -como tributo o no- adoptaron el sonido, una voz más sucia y se lanzaron a tocar. El combo, por supuesto, se sumó a un movimiento que tiene espectadores y seguidores. El barrio, la música y los amigos, además, también sumaron otra parte fundamental dentro de la cultura argentina: la pelota. Así fue como esta mezcla se mimetizó, en parte, dentro del fútbol.

La década del '90 fue el principal momento de unión entre el fútbol y los Rolling Stones. Incluso, vio el nacimiento de la barra “Racing Stones”, en el club de Avellaneda, que se ganó el “respeto” futbolero por su acompañamiento al equipo sin ser parte del núcleo más violento de la barrabrava, “La Guardia Imperial”. En 1998, cuando Mick Jagger, Ron Woods, Keith Richards y Charlie Watts visitaron por segunda vez Argentina también se dio la visita de lla “boyband” Backstreet Boys. Los primeros tocaron en el estadio de River, mientras que el grupo de pop lo hizo en la cancha de Boca. Esa circunstancia habilitó un canto de cancha particular en el que los hinchas millonarios lanzaron: “Che bostero te queres matar, que vergüenza ese recital, acá en Núñez tocan los Stones, en la Boca toca Backstreet boys”. Por supuesto, no fue lo único. En Tucumán, por ejemplo, Atlético tiene a los "Deca Stones", una banda dedicada, justamente, a este tipo de música. 

Cada jugador de fútbol amateur que ronde los 30 años -o un poco más- sabe que había una máxima que se repetía -y quizás hasta ahora se mantiene-. Si en el picado aparecía un amigo de un amigo con remera de los Stones, zapatillas de lona y, por qué no, un short de jean se prejuzgaba a un jugador habilidoso, rápido y desfachatado. Que seguramente iba a llevar la batuta del equipo. Este juicio previo, desde ya, tuvo su correlación en grandes jugadores de primera división y, sobre todo, con lo que pasó en las canchas.

En los estadios de primera y ascenso, esos jugadores también tuvieron sus referentes. Germán Burgos, Leonardo Pisculichi, Carlos “Lobo” Cordone y Federico Insúa fueron algunos de ellos. Con un ADN particular: desfachatados, habilidosos y carismáticos. En la misma década del 90, por ejemplo, el arquero devenido en director técnico se lució con una banda propia y hasta sacó un disco en el cual imitaba los movimientos de Mick Jagger.  La pasión del rock y el fútbol se entreveró, luego, con otros futbolistas que repitieron la misma modalidad: Daniel Osvaldo (En twitter Dani Stone) fue uno de ellos. Pero también Héctor Bracamonte y Pablo Lugüercio que, incluso, hasta presentaron una canción en homenaje a Diego Maradona.  Se podría armar un equipo de lujo de jugadores apasionados por la banda. Se sabe que, en Argentina, las dos pasiones están compartida.