David Ramírez es para el fútbol argentino el "Mago", uno de los útlimos claros exponentes del enganche en esta tierra, ese rol que escasea en la actualidad muchas veces por la beligerancia de los entrenadores en aportar a su extinción y priorizar el jugador físico. Sin haber realizado inferiores en torneos de AFA, sino en una liga regional donde inició como lateral derecho, Ramírez reconoce que la clave para haber demostrado toda su calidad dentro de una cancha fue gracias a su conocimiento del juego y la libertad que le dieron algunos conductores.
A los 42 años, después de haber brillado en Godoy Cruz y haber sido figura en el Vélez Sarsfield campeón del 2011, se presenta como un admirador de Juan Román Riquelme, a quien trató de copiarle cosas a pesar -dice- de las obvias diferencias. Y con el foco puesto en lanzar su carrera como entrenador, se muestra reticente a esa corriente que da por muerto al 10 clasíco y aclara que, en caso de contar en su plantel con un enganche, no dudaría un segundo en ponerlo en cancha.
-¿Cómo trabajaste el cambio de pasar a jugar de lateral a ser el típico enganche?
-En Villa Ramallo era limitado el tema de la formación de los chicos. Pero estaba en mí el cambio, como ese dicho que dice “nació para ser futbolista”, yo nací para jugar en esa posición. Por mi estilo de juego, por tener técnica, ya mi posición iba a ser esa. Si bien de pibe era de marcar más, yo sabía que sacaba diferencia con la pelota y no sin ella. No miraba tanto fútbol como se ve ahora, pero era muy táctico, trataba de aprender a jugar sin pelota. Me ayudó mucho tener jugadores buenos al lado. No me ha ido mejor porque por ahí el físico no me dio. Me he lesionado mucho porque no he tenido la suerte de hacer inferiores en AFA, eso ayuda mucho en lo físico y en lo mental, en la preparación.
-¿Cómo repercute que un jugador de inferiores no tenga todas las herramientas para su desarrollo?
-Como en todas la ciudad chicas, las divisiones formativas trabajan hasta dónde pueden. Yo tuve dos entrenadores muy buenos en inferiores, pero uno se termina de pulir en AFA. Hay jugadores que necesitan más trabajo que otros, como pasa en Primera División. Pero yo me sentía muy maduro para la edad que tenía. Hoy se puede laburar de otra manera y después depende de cada entrenador cómo lo utiliza y en qué medida. Porque muchos entrenadores creen que, si le dan mucha información a los chicos, van a aprender más. Es todo lo contrario: hay que darle lo justo y necesario para no sobrecargarlos.
-¿Cuando te diste cuenta que terminaste de pulirte como jugador?
-Cuando empecé a jugar en Primera División en liga, con 17 años, ya me sentía capacitado. Desde pibito me la pasaba jugando con gente grande, eso me dio roce. Pero cuando llegás al profesionalismo te das cuenta que hay muchas cosas que te faltan. Todos dicen que la madurez de un jugador llega a los 26 o 27 años, y puede ser. Al principio uno juega con el físico, corre, mentalmente pensás en otras cosas, no le das importancia a lo que deberías. Hasta que llega un momento que tu cabeza te dice bueno “voy a correr lo que tenga que correr y voy a dedicarme a lo que hago mejor”. Yo creo que la logré con 28 años en Chile, que agarré más continuidad. Pero hasta antes de eso, era un jugador que me sentía bien, pero que me faltaban cosas para llegar a ser un jugador importante. Jugué en una época bastante difícil, muy diferente a la de hoy, donde no se daba esto que sucede ahora, de pasar del ascenso a Primera.
-Pablo Aimar dijo en una entrevista que le están sacando a los chicos la libertad de jugar, que le están sacando diversión.
-Coincido totalmente. El tema es que, cuando vas a dirigir inferiores, hay que ver cuál es el proyecto del club. Sí te dicen que quieren formar, que no importan los resultados y que los pibes aprendan a jugar al fútbol, hay que ver si te lo respetan. Porque después si el equipo no gana y vas último, el proyecto de formar jugadores queda en la nada. Lo importante es que el formador pueda trabajar y que pueda ir con ese proyecto de formarlo, futbolística y personalmente. Uno le encaja laburo, videos, libros, jugar a uno o dos toques, y se pierde esa picardía que tiene el pibe de potrero.
Entonces los entrenadores forman a los pibes como laburan a jugadores de Primera División y se aferran a los resultados.
-Ese mensaje de "jugar para ganar", ¿sirve para forjar una personalidad competitiva? ¿Hasta qué punto incide?
-Acá se quiere ganar a todo lo que se juegue. El argentino tiene impregnado eso desde que nace, querer ganar. Se mezcla con todo con ser ventajero. El argentino quiere ganar no importa cómo, y el chico lo tiene pegado desde que nace. Por un lado está bueno, pero por otro lado no me gusta. En otros países donde jugué no es así y tampoco me gusta el otro extremo, porque si compito a cierto nivel quiero hacerlo para ganar. En España estábamos peleando el descenso y mis compañeros se sacaban fotos con todo el mundo, yo lloraba y no lo podía creer. Lo toman con una cierta tranquilidad que pareciera que no les importa. Acá nos vamos al otro extremo. Lo importante es mantener un equilibrio.
-En el mundo del fútbol se insiste en la idea que el enganche desapareció. Sin embargo, el mediocampo de la Selección Argentina, por ejemplo, está conformado por tres jugadores que nacieron siendo enganches, como Leando Paredes, Rodrigo De Paul y Giovani Lo Celso.
- En todos los equipos, tenés mínimo un enganche. Siempre va a haber uno. El tema es que hoy los esquemas y lo físico hacen que se le encuentre otro nombre. Ponerlo de doble 5, el interno, ocupar espacios. Termina siendo lo mismo que cuando yo jugaba de enganche y me pedían seguir al 5 rival cuando perdíamos la pelota. Si hoy llego a un plantel y tengo un jugador así, le doy la libertad y me cumple, va a ser mi enganche. Si no me cumple, tendré que cambiar el estilo de juego.
-¿Cómo es darle libertad a un jugador talentoso?
-El enganche hace diferencia para adelante. A mi me decían...“cuando tengamos la pelota, jugá, movete, manejate por todos lados. Y cuando no la tenemos marca, llega acá”. Pero es contraproducente, si queres que un jugador marque y corra, está bien. Pero después no podes pedirle a ese mismo jugador que agarre la pelota y haga jugar al equipo. Es una cosa o la otra. Son pocos los que marcan y juegan, y se ubican en otro sector de la cancha, más retrasados y tienen la cancha de frente. Para un jugador, la confianza del entrenador es clave, y el enganche necesita un mimo, porque todos lo critican: cuando el equipo no juega bien, fue porque el creador no agarró la pelota.
-¿Qué entrenador refleja tu filosofía y estilo futbolístico?
-Uno quisiera un Guardiola, Klopp o Ancelotti. Pero a mí el que más me dejó fue Gareca y tengo muchas cosas de esa escuela. Como jugaba el Velez de Gareca: el estilo de tenencia, presión tras pérdida, un buen editor de video. Yo me di cuenta de un montón de cosas que él me mostraba a través de videos individual y grupalmente. Es el espejo que tengo. En otro sentido, me siento identificado con el manejo de grupo como el que tienen Sebastián Méndez y Omar Asad.
-¿Cómo ves el fútbol argentino en la actualidad?
-En lo futbolístico se ve aburrido. Al ser físico lo hace aburrido, salvo River que juega muy bien y tiene una idea. Argentinos Juniors, Defensa y Justicia, Godoy Cruz también tienen una propuesta ofensiva definida. Después pocos juegan bien, no se ve buen fútbol, y lo relaciono con que acá mandan los resultados y eso apura a un DT a querer sacar resultados más que intentar plasmar su trabajo en cancha.
-Tuviste una buena experiencia en Gutiérrez Sport Club de Mendoza, donde el equipo llegó a semifinales y te permitió mostrar tu manera de trabajar. ¿Cómo hace un entrenador para entrar en el sistema cuando no tiene un representante conocido?
-No es fácil. Se dice que para dirigir hay que tener experiencia, pero Scaloni ya demostró que no es así con lo que hizo. Y atrás de él hay un montón, Gallardo, Simeone, que arrancaron en Primera sin antes haber dirigido en otro lado. No me van a correr con eso, sé lo que quiero, cómo quiero jugar y manejar un plantel. Uno presenta un proyecto que después si perdés cuatro partidos te echan. Es importante saber qué pretende el club, si lucha por un ascenso, pelear por un lugar en copa, el tema del plantel, cosas que uno quiere para poder hacer bien las cosas. Si falta algo de eso, o el club no toma en serio lo importante, entonces no tiene sentido. Estoy dispuesto a hacer un esfuerzo personal, pero no a cualquier precio. No voy a pedir pavadas que sé que en el ascenso no van a existir. Pero sí las necesidades básicas para mí y para lo jugadores, para defender nuestro trabajo.
-¿Qué significa el éxito en el fútbol?
-Lograr lo que proponés. Si vas a un plantel y proponés un estilo, una forma, unificar el grupo, y que ellos te entiendan lo que pediste, eso ya es un éxito. Lo que planeaste se llevó adelante, es un montón. ¿Si no son exitosos los que son campeones? No me parece. Me sentiría un fracasado si un plantel no entendió nada de lo que planée. El rival también juega, los resultados no siempre se dan. Si me supera, que salgan con la rodillas rotas para arrebatarme lo que planifique. Soy de valorar mucho lo que hacen los jugadores. Podemos perder contra cualquier equipo, pero si hacemos lo que planeamos vamos a tener más chances de lograr lo que buscamos.