Dos de los siete técnicos argentinos que dirigen a las diez Selecciones de la Conmebol (la cifra no deja de sorprender) tendrán mañana martes una jornada difícil. El caso más sonado estos últimos días ha sido el de Marcelo Bielsa. Uruguay, que suma crisis de victorias en noventa minutos y crisis de gol, recibe al Ecuador de Sebastián Becaccece, admirador profundo del DT rosarino, como tantos otros. Si Uruguay hubiese empatado el viernes último el partido que perdió casi en el último minuto 1-0 en Perú, hoy estaría segundo en la eliminatoria. Está tercero. Fue también tercero en la última Copa América y en estas Eliminatorias tuvo doble victoria histórica, ante Argentina en la Bombonera y contra Brasil en el Centenario. Y en ambos casos con superioridad notable, no refugiándose en su arco.
Pero la crisis, sabemos, saltó tras declaraciones de Luis Suárez, ídolo desplazado. Algunas de sus “graves acusaciones” (así las llamó buena parte de la prensa) fueron casi ridículas, como las de televisores encendidos, personal administrativo y hasta el tema de Agustín Canobbio, furioso porque el DT le marcó errores. Pero lo cierto fue la crisis desnudó una convivencia no fácil entre las partes. Y que el desgaste del vínculo pareció reflejarse en la derrota del viernes contra Perú. No es necesario que se trate de una “cama” de los jugadores hacia el DT (como polemizaron las redes). Pero sí de un vínculo cuyo futuro suena incierto luego de que el propio Bielsa, famoso por sus exigencias, admitió que su autoridad está dañada.
El otro caso en crisis es el de Ricardo Gareca en Chile. Lejos de revertir el pobre inicio de Eduardo Berizzo (también argentino), Gareca está último en la Eliminatoria. Mañana, además, juega en Barranquilla contra la Colombia de Néstor Lorenzo. En la lista de candidatos al reemplazo (Gareca tiene en realidad contrato hasta junio de 2025) aparece otro argentino, el ex Boca Jorge Almirón, elogiado tras la dura batalla que le ofreció al River de Marcelo Gallardo en el duelo reciente por un boleto a semifinales de la Libertadores.
Fernando Batista (Venezuela) y Gustavo Alfaro (Paraguay) tienen gran presente. El séptimo argentino que completa la lista de la eliminatoria, claro, es Lionel Scaloni, campeón mundial en Qatar y bicampeón de la Copa América, conductor de un ciclo notable que el jueves pasado, ante Venezuela, llegó a los 80 partidos en el banco argentino. Uno más que, nada menos, César Luis Menotti y Carlos Bilardo, los otros dos campeones mundiales con la celeste y blanca. El sábado pasado se cumplieron cincuenta años de un hecho que ayuda acaso a entender buena parte de este presente: el debut de Menotti en la Selección, 12 de octubre de 1974, cancha de River, 1-1 contra España por la Copa de la Hispanidad.
El aniversario, en rigor, sirve para afirmar que la historia de nuestra selección fue un antes de Menotti y otra después de él. Porque antes de Menotti habían desfilado por el cargo una treintena de entrenadores en medio siglo a un promedio estimado de año y siete meses para cada uno. Hay que ubicarse en ese contexto para valorizar la decisión de Menotti de aceptar el cargo pero solo si la AFA le garantizaba cuatro años de trabajo hasta el Mundial 78. El "Flaco" venía de coronarse campeón argentino con un Huracán inolvidable, es cierto, pero tenía apenas 35 años y Huracán era su única experiencia firme como técnico en Primera. Su plan de trabajo fue también inédito: formó Selecciones juveniles, mayores y hasta del Interior para sacar de allí al plantel que en 1978 terminó conquistando el Mundial.
Menotti resistió presiones de clubes grandes que se negaban a cederle jugadores, de un sector de la dictadura que sospechaba de su ideología política y, si bien tuvo respaldo de medios poderosos, sufrió también críticas duras de otros medios. El mismo alimentó muchas de ellas con posiciones a veces extremistas, como la riña que terminó en caricatura del debate que libró con Bilardo y, también, su insistencia final con el recurso defensivo del achique, que precipitó salidas rápidas de clubes en los que había iniciado de modo notable.
Pero esa piedra fundacional que Menotti plantó en 1974 fue la que ayudó luego a la AFA a sostener a Bilardo cuando apenas antes del Mundial de México hubo presiones del poder político pidiendo su cabeza. Y la Selección, sabemos, terminó repitiendo título en México, con Diego como rey eterno. Los resultados de las Selecciones posteriores no fueron iguales y los ciclos pasaron a ser cada vez más breves. Pero, tras el Mundial de Rusia 2018, la AFA apostó audaz por la novedad de Scaloni. Y con Menotti, hasta antes de su muerte, como Director de Selecciones, reconocimiento de un legado que, efectivamente, marcó un antes y un después en la historia del fútbol argentino.
Distinta, es cierto, suele ser la situación en los clubes. Bien puede decirlo hoy San Lorenzo, que no pudo sostener a "Pipi" Romagnoli, ídolo cuando jugaba. Y bien puede decirlo también Boca, ahora esperanzado porque Fernando Gago volvió “a casa”, pero consciente de que esa casa, muchas veces, se sostiene sobre pilares que, para bien y para mal, se llaman resultados.