Hace medio siglo exacto, Diego Armando Maradona ganaba sus primeros títulos oficiales en el fútbol argentino. En 1974, el crack salía campeón por partida doble: con los “Cebollitas” en los Juegos Evita y con Argentinos Juniors en la Novena división de la AFA. Era el mismo equipo, pero con nombre diferente. Ambos liderados por un pibe que desde los diez años deleitaba a los hinchas haciendo jueguito en los entretiempos de Primera. Y que contaba en un video su sueño de salir campeón. Era el inicio popular de la leyenda.
Una década después,1984, hace cuarenta años, esa leyenda iniciaba el camino de icono global. Llegaba al Napoli con ese pelotazo al cielo ante ochenta mil personas en el San Paolo, que con Diego gritó campeón por primera vez en su historia. El Sur pobre de Italia de fiesta. Trabajadores ferroviarios que reclamaban su derecho de ver a Diego. Pintada en el cementerio: “No saben lo que se perdieron”. Y respuesta también pintada pocas horas después: “¡Y quién te dijo que nos lo perdimos!”.
Y a la década siguiente, en su cuarto Mundial, ya campeón en México 86 y subcampeón en Italia 90, la leyenda se despedía de la selección en la Copa de Estados Unidos 1994, que inició con ilusión enorme y de la que se despidió con clima de cementerio. La efedrina maldita. “Me cortaron las piernas”. “Nos cortaron las piernas”.
El último paso, sabemos, terminó siendo la vuelta a Boca Juniors, como jugador en el ocaso, pero siempre ídolo, más aún en una Bombonera que años después lo incorporó como postal eterna ya no como jugador, sino revoleando la camiseta con el torso desnudo en sus palcos. La misma Bombonera que ayer, apenas segundos antes de que comenzara el clásico que Boca le ganó 3-2 a San Lorenzo, honró la memoria del fútbol argentino cantándole minutos eternos al ídolo.
“Se llama Maradona”, recordaban los hinchas, acaso para alguien que apenas unos días antes omitió deliberadamente al ídolo cuando recordó a grandes zurdos de nuestra vida deportiva y artística. Lo decía una de las banderas colgadas en La 12: “Adorni. El Diego es argentino y de Boca”. Ninguno de los cantos de la Bombonera citó el nombre de Manuel Adorni, el vocero del gobierno argentino que, al día siguiente de su canchereada, ensayó una rectificación inútil, como respondiendo a una exigencia desde arriba, todos igualmente concientes de que esa tontera ya no tiene retorno.
La primera reacción contra Adorni fue el sábado en cancha de Independiente (“D10S es zurdo y argentino”, “Adorni botón y mulo”). Y el domingo la de Boca. Fue la mejor puesta en escena. Los hinchas aguardaron justo el momento previo al inicio del partido. Un momento que suele usarse cuando hay que hacer un minuto de silencio. Pero que ayer fue utilizado para cantos y banderas, y con las hijas de Diego allí en el palco. Y el partido “paralizado”, como sabiendo que el centro de la escena era el homenaje reivindicatorio.
También el sábado, en la cancha de Gimnasia y Esgrima La Plata, hinchas colgaron un cartel ya no por Diego. El cartel decía “Gimnasia. Acá no hay lugar para las SAD”. Y volaron panfletos: “El Lobo dice no a las SAD”. Es el club del que es socio Federico Sturzenegger, el ministro convertido en nuevo vocero de la política gubernamental que quiere que nuestros clubes, centenarias Asociaciones Civiles, tengan la posibilidad de convertirse en Sociedades Anónimas.
Más que una lluvia de eventuales inversiones, como sugieren sin fundamento los voceros, los clubes SAD sí podrían ser un símbolo poderoso de los nuevos tiempos que quiere mostrar el gobierno. Que nuestras riquezas sean explotadas por inversores extranjeros. Desregular todo pero regular al fútbol. Es una batalla que tendrá nuevos capítulos judiciales y, acaso, pueda terminar llegando a la FIFA de Gianni Infantino. Pero que ahora también comienza a tener su expresión en las canchas.