Brecht aseguraba que, un día, también se cantará sobre los tiempos sombríos. Hoy te contagia quien más te quiere, quien más te bese, quien más te abrace, quién te de la mano, quien te ayude a cruzar la calle. La ternura y el cariño como aliadas mutantes de una muerte etérea. El mundo al revés. Uno no sale de su asombro. Bastó un ente invisible en forma de muñeco diabólico para que el director de la OTAN huya despavorido ante un simple estornudo, y los generales del Pentágono se queden confinados en casa alarmados por una tos seca. Hay años en que uno no está para nada. La noticia no fue que EEUU invada un país lejano, sino que se invada a sí mismo. Harta de desestabilizar tierras extrañas, Norteamérica decidió desestabilizarse a sí misma. Los “barras bravas” del Capitolio treparon al “paravalancha” de una libertad “rubia oxigenada” a punto de ser cancelada. La historia es oximorónica a todas luces.
Como puede ser que de todos los dioses que hemos creado no comparezca ninguno en estos tiempos de desamparo. Ahora nos enteramos de que Maradona fue espiado por un sistema de “alertas silenciosas” que se activaban si cruzaba la frontera. No era suficiente con las alarmas de sus fronteras de interior, con el cercado de alambradas de su mapa emocional, con la zozobra de asumir los contornos de un mundo que lo estaba devorando. Su débil corazón emitía “alertas silenciosas” para el sistema Integrado de Captura Migratoria (SICaM) Halcón del gobierno de Macri. ¿Para qué?¿Para quién? Lo está investigando la justicia federal de Comodoro Py. Ahora sabemos que lo espiaban a dos bandas. En el interior de su casa saltaban a menudo las “alertas emocionales” del sistema de “vigilancia y captura” instalado por narcisos, mantenidos, y asociales. Lo espiaban desde adentro y desde fuera. En los aeropuertos y en su cuarto de baño. Un rosario de “Stiusos” en la vida íntima y en la pública, jugando a la guerra fría con su derecho a la fragilidad. Estremece tanto desamparo. Un espionaje ilegal de doble cara, entre neurotróficos, radares, alcohol, fronteras, negligencia, culpa, control, omisión, y un corazón “partío” bombeado desde un entorno de firmas falsas, silencio, dolor y pastillas. Uno recuerda con escalofríos aquella frase en la que Kafka explica su inseguridad hasta el extremo, dice, de no confiar ya en nadie, ni en nada, salvo en el pedacito de tierra que pisan sus pies.
Su “corazón” no estaba bien, ni por dentro ni por fuera, y los audios confirman una realidad programada próxima a juzgar que su entorno no tuvo “corazón”. En ocasiones su vida fue un cuento de Raymond Carver: un drama intenso, con momentos de genuina belleza.
Cuando se fue, nos fuimos con él. Se quedó el odio larvado de los “gurkas” aporofóbicos degradando su figura como el “cabecita” amamantado por la gran teta de los subsidios, como el inmenso “crack” de la cultura del “choripan”. Estos ideólogos de la “jibarización” del Estado, estos “mariachis” sórdidos del liberalismo “neo” impermeables a la lluvia ácida.
El tiempo de Heráclito fluye, y el tiempo de Baudelaire reclama como un derecho humano el “irse”: el irse de lo cotidiano. Diego se “fue” muchas veces, descubriendo lugares inhóspitos donde refugiarse, donde edificar una coraza íntima para escuchar sus silencios y no distraerse con los ruidos del mundo.
Lo recuerdo tímido, escondido, zumbón; volviendo, siempre volviendo, a ese islote profundo de niño grande, alegre, agradecido, apacible y combativo. “De la pobreza viene mi alegría” decía el poeta. En este país celeste, soñado, donde florecen los limoneros, su mirada nos dejó el mensaje cálido de entender el mundo con la ambición de cambiarlo.
De su recuerdo me quedo con una frase y un “arranque”. “Ahora debemos arrimar el hombro los que más tenemos”, expresó, seducido por el proyecto de ley impositiva a las grandes fortunas. Y el “arranque” bronco, salvaje, literario, de plasticidad sublime: el gol eterno del Mundial 86. Un “arranque” limpio contra las guerras vacías, contra la historia llena de abandonos, contra las inclemencias del prójimo.
Demasiadas ausencias, demasiados adioses, demasiados recuerdos para revivirlos, mirarlos, tocarlos, sin prisas, viendo la vida pasar, como un sueño ajeno, distante, fuera del ruido de la calle, arropados por reminiscencias serenas edificadas sobre los escombros.
Se fue, y nos fuimos con él. Se fue en busca de grietas, ángulos ciegos, intersticios, máscaras, domesticando demonios, como un moribundo ambulante en su maravilloso camino salpicado de emboscadas, incomprensión, risas, soledad y grandeza. Sus ojos ya cerrados buscan, escarban, explican, observan, y rasgan caminos de vida, con el dolor brotando como esas flores indomables que se abren paso en las grietas del asfalto, y con la esperanza de que su poesía eterna raje las puertas secretas del interior de su belleza.
(*) José Luis Lanao es ex jugador de fútbol y periodista. Formó parte de Vélez, clubes de España, y campeón Mundial Tokio 1979.