Peronista. Campeona mundial. Concejala mandato cumplido de Tres de Febrero. Madre de dos que la entrenan y abuela de dos que le dicen “Marce”. Una fiera en cuyos ojos podemos reconocernos porque trascendió el deporte y se convirtió en una referente indiscutible para ir por todo, enfrentando a uno por uno. Un camino que peleó rugiendo, sin bronca y con la cabeza fría y en la meta. “Cuanto más hablaban de mí más me sacrificaba para demostrar lo contrario. Trato de que no sea con bronca porque hace mucho daño. Si no hubiese sido emocionalmente fuerte terminaba abandonando. ¿Qué importa? Que piensen lo que quieran, soy feliz boxeando”, enfatiza.
Piensa en volver a pelear, en retirarse y estudiar para ser la voz femenina que relate a uno de los deportes más apasionantes de la historia como lo es el boxeo. “Nunca fui por la plata sino por la gloria. Por eso pude mantener fría la cabeza y aprovechar las oportunidades”, define Marcela “La Tigresa” Acuña.
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Se cansaron de decirle que no y que el boxeo era para los machos o que formar parte de la disciplina la convertía tanto en loca como en desviada. “Fui una rebelde con muchas causas. Me trataron de loca, pero los locos son ellos”, denunció.
La Tigresa, desde Formosa al mundo entero, pasó por alto cada una de las barreras y se abrió paso a las trompadas para consagrarse campeona y para que en la Argentina se reglamente el combate entre mujeres arriba del ring, obteniendo así la primera licencia profesional en nuestro país.
“Cuando definí hacer boxeo empezaron los problemas para mí. Uno era lograr una reglamentación, lidiar con los promotores, con los propios boxeadores y la sociedad en sí. Ni hablar de los medios”, compartió Acuña en diálogo con El Destape para referirse a aquel sueño que tuvo y que cumplió a sus 21 años. Se trata del 5 de diciembre de 1997 cuando, sin haberse enfrentado con ninguna mujer en su vida, compitió mano a mano con la estadounidense Christy Martin, campeona mundial de boxeo y también ídola de una Marcela que estaba empezando a hacerse camino en un país cuya federación no contemplaba a las mujeres en su disciplina.
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En su presentación ante la campeona estadounidense, Acuña perdió por puntos, pero esa pelea cambió el boxeo para siempre. Casi cuatro años después, el 25 de marzo de 2001, la Federación Argentina de Box (FAB) oficializó la reglamentación femenina, convirtiéndose así en la primera boxeadora profesional de nuestro país.
“Tuve que esperar cuatro años porque estaban esperando a que yo me cansara de reclamar lo que me merecía. Pero cada vez que les golpeaban la puerta, del otro lado estaba la Tigresa”, recordó pues para obtener la licencia que le diera entidad como deportista, peleó contra sus compañeros, los promotores, la Federación, los medios de comunicación y la desigualdad de oportunidades.
“Mi mayor pelea fue contra los medios porque no aceptaban el boxeo femenino. Tuve más peleas con la prensa que con mis rivales en el ring. Siempre tenemos que estar demostrando. Pasó mucho tiempo para que me reconocieran y me tuvieran en cuenta”, definió al tiempo que puntualizó sobre el rol de los medios de comunicación masivos que, para sorpresa de nadie, vehiculizan símbolos, construcciones sociales y, elementalmente, prejuicios. Y los prejuicios y la condena en torno a las mujeres y un deber, también inventado y harto establecido, ocupan los títulos de todos los días.
“Los deportes son deportes y son los medios los que los toman de espectáculos para venderlos. Son ellos los que te levantan o te matan”, precisó. “Decían que no estábamos hechas para boxear, no sé si lo decían por el cuerpo o por las ideas. No sólo demostramos estar a la altura sino que podemos seguir aprendiendo y perfeccionándonos”, continuó.
Marcela analiza de cerca el peso de esas construcciones sobre la libertad de las mujeres y fiel a su seudónimo, peló las garras cada vez que fue necesario. “Lo que más me molestaba era la ignorancia que es propia de la cultura machista y que desmerece a las mujeres”, denunció.
“Nosotras podemos cumplir varias funciones a la vez. Querer desmerecernos en todo momento es agotador. Cuando peleaba un hombre por un título, usaban una página completa. A una mujer que buscaba un título mundial le daban dos líneas, un recuadro”, cerró.
El machismo en el boxeo
La tradición del boxeo trae consigo la enseñanza de la disciplina que no sólo implica roles para quienes lo practican sino que establece un sistema de jerarquías que quedan a la vista cuando se trata de los géneros. Este aprendizaje integra a los peleadores en una estructura social compleja, separada y defendida como un espacio de exclusividad masculina que se determina en la construcción de la masculinidad. Durante varios años, la formoseña fue la única mujer pegándole a la bolsa en los gimnasios con esfuerzo y, también, oídos sordos. Por supuesto, sin una regulación que la amparara.
“En otras disciplinas no hubo tanta oposición como en el boxeo. En las artes marciales siempre hubo apoyo y compañerismo. Hace 25 años peleo y sigo sin entender tanta ingratitud y tanta mala energía”, sintetiza Marcela al tiempo que observa: “También me entrené como ellos, subí al ring y me cagué a trompadas lo mismo que ellos”.
“No tengo menos importancia, pese a que haya sido así siempre. Les gané la batalla, pero no la guerra, porque siempre falta algo. Tuve más peleas abajo del ring que arriba. Basta con ponerse en el lugar del otro, yo aparecí e invadí un mundo machista. Era obvia la resistencia, que me dijeran loca, que me pregunten qué hacía ahí cuando llegaba al gimnasio. Se sentían invadidos en el que sentían como su lugar”, continuó.
Una de las construcciones más recurrentes vinculadas al boxeo es que se expresa como “una metáfora de la vida” donde la lucha, en ataque o principalmente en defensa, también implica su pausa para recuperar el aliento. “He visto peleas de hombres que tienen que pelear a diez rounds y en el quinto están muertos”, observó, no sin ironía, la Tigresa.
“Las mujeres, incluso perdiendo, dieron todo en cada round. Van al frente, mueren de pie como los árboles y eso cambió al público”, destacó la deportista que inicia su día a las 5 y media de la mañana para estar en el gimnasio desde las seis hasta las nueve en el primer entrenamiento y de dos a cinco de la tarde en el segundo. Esta rutina se replica de lunes a sábados “llueva, sean tu cumpleaños o las Fiestas” según afirma Acuña. “Y soy mamá, soy ama de casa, soy esposa y puedo cumplir con todo a la vez”, remarcó.
“Por más que les pese, nosotras empezamos y fuimos por todo”, celebró. Más allá de la paga, en lo que cambia nuestra presencia es en la duración de los rounds y la cantidad (12 el boxeo masculino y 10 el femenino) y los chequeos médicos en donde nos piden muchos estudios ginecológicos y la protección mamaria. Pero el boxeo es uno solo”, destacó.
Otra de las patas de la lucha feminista apunta a la igualdad salarial que en términos de acciones concretas sigue siendo un problema sin resolver. Por supuesto, el mundo del boxeo no se queda afuera de este reclamo donde la brecha salarial es ineludible y bien lo sintetizó Acuña: “Es una materia pendiente para todas en el mundo. A los hombres les pagan millones y millones, mientras que las mujeres incluso con los mismos títulos, no le llegamos ni a los talones en cuanto al dinero”, lamentó.
Sus inicios
“Siendo una nena tenía misionado ser una gran deportista. Mis compañeritas pensaban en carreras universitarias, pero yo quería ser campeona mundial y salir en televisión”, afirmó pese a que su madre la haya llevado a clases de danzas españolas durante la infancia.
“Primero me mandaban a bailar. A mi hermano lo llevaron a hacer full contact, la clara cultura de que el nene tiene que hacer deportes y la nena formarse en las artes. Un día lo acompaño, me invitan a participar del entrenamiento y me quedé para siempre. Le dije a mi mamá ‘yo quiero hacer esto’”, rememoró.
Marcela se inició en karate, antes de decidir hacer boxeo profesional. A los doce años llega a cinturón negro y se consagra "Campeona Sudamericana" en su división, a los catorce. A los dieciséis es una exitosa defensora de ese título, aunque se retira por estar embarazada. Junto con Ramón “Raymond” Chaparro, su entrenador 22 años mayor, tienen a su primer hijo.
“Hice todo lo que tenía que hacer antes de boxear para que no me lo cortara nada. Fui mamá muy joven: al mayor lo tuve a los 16 y al menor a los 18”, destacó la deportista que, ya desde sus inicios se encontró con todo tipo de rivales por vencer. “Cuando quedé embarazada me encontré con más prejuicios. Mi marido es 22 años mayor que yo. El pueblo chico, infierno grande lo viví en Formosa de donde me fui cuando pude”, recordó.
Sobre Chaparro, señaló: “Es mi técnico, trabajamos juntos, vivimos juntos, decidimos juntos. Se armó un gran quilombo en mi familia cuando decidí estar con él. Era lo que quería y estaba segura como con cada una de las decisiones”.
Al momento de volver a sus entrenamientos, la Tigresa directamente se mandó a boxear compitiendo por primera vez en 1997 después de que los promotores de Christy Martin la conocieran cuando la reconocida campeona estadounidense llegó a nuestro país para promocionar el boxeo femenino.
Sobre la combinación entre el boxeo profesional y la maternidad, la experiencia de Marcela Acuña es mucho más esperanzadora de lo que parece ya que, bien definió, la clave está en el apoyo. “Si tenía que ir al colegio de los chicos, cambiaba los horarios de los entrenamientos. Cuando ellos estaban en el cole, yo entrenaba. Siempre me pude organizar y estuve muy acompañada en su cuidado. Siempre hay alguien que apoya”, compartió. “Mis hijos están conmigo constantemente. Entrenamos juntos y me dicen Marce. Mis nietas también porque abuela, ni loca”, agregó.
El 28 de abril de 2001 enfrentó a Jamillia Lawrence en el Luna Park, en lo que fue la primera pelea profesional de boxeo femenino en nuestro país. En 2003 venció a la panameña Damaris Pinock Ortega y obtuvo el primer título mundial ganado por una boxeadora argentina en la categoría peso supergallo de la Asociación Internacional de Boxeo Femenino (WIBA).
Fue el mismo Chaparro quien la bautizó como Tigresa por razones que estaban a la vista de todos. "Porque me definía arriba del ring la energía que es la del animal. Vos pensá que cuando el tigre no está defendiendo su territorio está tranquilo y soy igual. Cuando me pongo los guantes a defender lo mío, me transformo", explicó..
Las mujeres argentinas en el boxeo
Vencer la desigualdad en una sociedad que ningunea a las mujeres por tradición y arraigo cultural requiere de fuerza y de inteligencia, actitudes claves para el boxeo. La fuerza viene de la unión de todas ellas, que cada vez son más. Tanto, que la campeona formoseña aseguró: “Las mujeres somos las que estamos levantando a las mujeres en el mundo. Que el boxeo masculino esté sin campeones es una catástrofe para los hombres”.
“Había visto a Christy Marty boxeando, que era mi referente, y quería boxear. Mi referente siempre fue una mujer y pude cumplir mi sueño de darle pelea”, destacó. “Fui en contra del sistema y no me importó nada. Me quieren jubilar y yo me voy a jubilar cuando se me cante”, manifestó.
Nuestro país tiene nueve boxeadoras campeonas del mundo vigentes y en actividad. Una de ellas es la Tigresa (cuyo récord es de 49 victorias -20 por knock out-, 7 derrotas y 2 empates) que tras más de veinte años en actividad considera su retiro de las competiciones pero no de la búsqueda de igualdad en donde el primer paso no le fue suficiente. “Día tras día encontramos a una boxeadora mejor que la otra”, reforzó.
En este sentido, la pregunta sobre el movimiento de mujeres que viene haciendo mella en todo el continente, la deportista lo destaca con énfasis, aunque también con pesar: “Si este movimiento hubiese existido 20 años atrás, conseguir la licencia para boxear habría salido de taquito. En aquel momento estuve muy sola aunque haya logrado cosas”.
“Este movimiento hacía falta y hace falta. Las boxeadoras hicimos un quiebre, el resto fue efecto de bola de nieve. Las mujeres se juntaron y consiguieron lo que les negaron. Las boxeadoras hoy están con la cabeza en ser campeonas mundiales. Hemos copado muchísimo, ya hay árbitros mujeres, promotoras mujeres. Hemos copado todo, pero todavía tenemos que seguir peleando por la paga de las peleas”, completó.
La irrupción de Marcela Acuña en el mundo de un deporte "pensado para varones" abrió el camino para una gran cantidad de mujeres que se acercaron a los gimnasios para boxear y así nació el seleccionado amateur que parió a varias campeonas mundiales como la propia Tigresa, Erica Farías y Yesica Bopp, quienes pelean para estar en los Juegos Olímpicos por primera vez. La lucha de la Tigresa Acuña dio sus frutos y plantó un legado que seguirá creciendo en contra de todo y de todos porque bien sabemos que ante la falta de oportunidades está la inventiva de las mujeres pero, sobre todo, su fuerza y su sed de gloria.