Un 13 de octubre de 1972 el mundo se conmovió con una triste noticia. El avión 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya que trasladaba a miembros del equipo de rugby Old Christians Club con familiares y amigos a Santiago de Chile sufrió un inesperado accidente. La inestabilidad del clima y la altura de las montañas fueron determinantes para esta tragedia. Con motivo del recuerdo dialogamos con dos sobrevivientes: Roberto Canessa y Carlos Páez.
El objetivo del viaje era disputar un partido ante el conjunto inglés Old Boys Club. El día anterior la aeronave partió desde el Aeropuerto Internacional de Carrasco en Montevideo, pero debido a una tormenta en la Cordillera de Los Andes se detuvieron en la provincia de Mendoza en nuestro país para pasar la noche. Cerca de las dos de la tarde del día 13 partieron nuevamente hacia su destino.
Sin embargo las turbulencias y un error del piloto dieron inicio a un trágico hecho que duró 72 días. Luego de varios choques contra las montañas la aeronave perdió ambas alas y la parte de la cola. Lo que restaba del fuselaje se deslizó chocando contra un banco de nieve que aplastó la cabina delantera en el instante. Entre pasajeros y tripulación viajaron 45 personas. Sobrevivieron 16 en un lapso de 72 días entre lo ocurrido y el rescate.
En el momento del accidente 11 perdieron la vida y el resto murieron con el correr de las semanas por las condiciones climáticas y los golpes sufridos. Varios aviones de nuestro país, de Chile y de Uruguay los buscaban pero sólo lo hicieron durante 8 días al perder las esperanzas de encontrarlos. 17 días después del choque una avalancha golpeó fuertemente el fuselaje en donde dormían los sobrevivientes y ocho personas más fallecieron.
En el medio fue 31 de octubre, día del cumpleaños de Páez, quien nos contó cómo lo pasó: "Tenía noción. Sabía perfectamente lo que estábamos viviendo y le dábamos mucha bola a los cumpleaños. Era como una tradición familiar entonces le di mucha importancia y decía 'vamos a salir para los cumpleaños y para Navidad', así era como transcurría".
Sobrevivir ante la peor adversidad
La comida se redujo a pesar de que la racionaron. Duró sólo una semana y tomaron una drástica decisión una vez terminados los víveres. Recurrieron a comer la carne de las personas fallecidas. Roberto Canessa tomó el coraje suficiente para iniciar con esta acción: "Nos tuvimos que desarrollar en una sociedad en la nieve donde los muertos eran la comida. Convivíamos con nuestros amigos muertos".
Detalló cómo fueron esos momentos: "Estábamos viviendo en un entorno diferente al habitual. Abandonados a nuestro destino y a cosas terribles como que hubiera un alud arriba de lo que estábamos pasando. Tratar de entender esto es como si fuera un experimento de comportamiento humano que visto a la distancia tiene una riqueza increíble" y agregó: "Las opiniones nunca me molestaron porque respeto que cada uno piense como quiera".
Páez fue directo a la hora de hablar sobre el hecho y disparó: "Nosotros vivimos el proceso de en 10 días no comer absolutamente nada, que no nos buscaban más y de darnos cuenta que teníamos que pelear por la vida y por nuestra familia porque nuestra lucha era por eso. Si querés vivir no te queda otra y esa fue la salida. No fue una decisión complicada porque fue llevada por las circunstancias. Si no tomábamos esa decisión moríamos".
Y agregó: "Fue más difícil que si te tocara a vos. No había una historia anterior. Somos los primeros por lo menos con nombre y apellido que se conocen mundialmente. Hubo casos pero nunca una historia así. Sobre las opiniones, la mayoría fueron positivas. Di más de 100 conferencias por año y ninguna de las que me contrata me piden que hable del tema. Hablo de ello porque fue parte de la historia. Si me vuelve a pasar no espero 10 días".
La decisión que cambió su destino y el momento del rescate
La espera se hacía cada vez más larga. La búsqueda era casi nula y los sobrevivientes decidieron escalar las montañas en busca de ayuda. Fernando "Nando" Parrado, Canessa y Antonio Vizintín emprendieron camino el 12 de diciembre. El último de ellos regresó y sus dos compañeros siguieron adelante. El décimo día, y tras caminar 38 kilómetros, encontraron al arriero chileno Sergio Catalán y las ilusiones volvieron.
"Fue algo increíble. Parecía algo imposible, veníamos cumpliendo etapas pero nos faltaba el contacto con otro ser humano, alguien más además de los sobrevivientes. Cuando contactamos con la sociedad sabíamos que el mensaje iba a estar dado de que había sobrevivientes en el avión. Fue impresionante", sostuvo Canessa. Sobre esto su compañero aseguró: "Nosotros fuimos a buscar los helicópteros, no los helicópteros a nosotros".
El 22 de diciembre, tres helicópteros de la Fuerza Aérea chilena dieron con los 16 que los esperaban en las montañas y entre aquel día y el siguiente los rescataron. En enero de 1973 se cavó una tumba cercana al fuselaje del avión en donde enterraron los restos de los fallecidos. Además construyeron un altar acompañado de una cruz de hierro y una placa con la leyenda: “El mundo a sus hermanos uruguayos. Cerca, oh Dios de ti”.
El presente de los sobrevivientes
Páez Rodríguez habló de las actividades que realiza hoy en día recordando y contando lo que vivió en 1972: "Mi vida transcurre con conferencias por el mundo hablando sobre el tema. Tengo dos hijos y cinco nietos, vivo en un barrio cerrado en las afueras de Montevideo. Es atrapante, extraordinaria y protagonizada por gente común".
"Es considerada como la historia más grande de supervivencia de todos los tiempos de la cual se hicieron 3 películas, 9 documentales, 26 libros, se cumplen 49 años y hablamos de ella como si hubiera sido ayer. Es del ser humano. Ejemplar el trabajo en equipo con la toma de decisiones, la tolerancia a la frustración, la adaptación al cambio en encontrar recursos desconocidos que todos tenemos pero nadie sabe", concluyó.
Por último Canessa nos contó sobre su presente: "Me siento contento porque se cicatrizaron muchas heridas. Fue muy duro para la familia de los que no volvieron. Vamos a celebrar una misa todos juntos. Hablará Gustavo Zervino en nombre de los sobrevivientes y de los que no volvieron. Ha sido bueno sellar este terrible accidente de una manera tan positiva. Se transformó en un hecho de admiración y valoración del esfuerzo del hombre".