Está por un lado el viejo truco de apelar al corazón. De conmover a través de la historia, la camiseta, el barrio y su gente. Y aquello del equipo “en el que ninguno es tan importante como todos juntos”. La anécdota de un entrenador mítico, de que la noche previa al gran acontecimiento, era más importante que sus jugadores hablaran íntimamente y entre ellos de sus hijos, sus padres, sus problemas, antes que de una táctica. Que reforzaran sus vínculos, más que sus destrezas. Para responder así luego dentro de la cancha. Cubrir al compañero ya no solo por él, sino también por el padre que se va, por el hijo que viene.
El Racing de Gustavo Costas, campeón flamante y merecidísimo de la Copa Sudamericana, rompió una sequía de tres años de los clubes argentinos sin títulos internacionales. Y, en tiempos de hegemonía regional brasileña, dejó en el camino a tres equipos de ese país para coronarse el sábado en Asunción, con cincuenta mil hinchas en la capital paraguaya, a casi cuarenta grados de calor, escenarios y horarios difíciles que suele elegir la Conmebol, total los que corren serán siempre los jugadores. Y los que se apretujen serán los hinchas.
La historia y a la unidad del grupo son claves. Pero no tienen por qué alcanzar para ganar. También está la decisión. Y la decisión de Gustavo Costas, símbolo poderoso del nuevo campeón, es que su equipo ataque. Solo el líder Vélez ha hecho más goles que Racing en nuestra Liga habitualmente avara (el mismo sábado de Asunción, por la noche, en Parque Patricios, Huracán y Boca jugaron un partido pobrísimo, empate sin goles, con un primer tiempo de más de cincuenta minutos, pero solo diecinueve de juego neto).
Esa decisión de atacar fue la que puso a Racing 2-0 rápido en el primer tiempo (3-0 si incluímos el primer gol anulado, todavía sin explicación clara). Y esa misma decisión fue también la que, sufrimiento mediante, le permitió asegurar la victoria con el tanto final de Roger Martínez, cuando todo el equipo defendía, pero no se olvidaba jamás del arco rival.
A la unidad y decisión, Racing le suma jugadores. Desde el liderazgo positivo del arquero chileno Gabriel Arias, a la madurez notable del joven mediocampista Juan Nardoni, la fineza de Juanfer Quinteros, la entrega de Maxi Salas y el gol de “Maravilla” Martínez, otro que bien puede hablar de rescate, tras pasar seis meses preso por un error, ingresar tarde al fútbol y terminar como goleador de la Sudamericana.
Y luego está el juego, la disciplina colectiva, el fundamento para ganar. El Racing de Costas sufre si su juego vertical se hace impreciso y también si vuelve mal en defensa. Le suele suceder a los equipos que atacan. Miremos, sino, la increíble racha adversa nada menos que del Manchester City de Pep Guardiola. Perdió precisión y orden. Y lleva cinco derrotas seguidas en la Premier League, 0-4 este mismo sábado contra Tottenham.
Además de la recuperación a nivel internacional, el triunfo de Racing ayuda también a entender que no hay fórmulas mágicas para el triunfo, mucho menos si desde un sector liderado por el gobierno nacional se aprovecha una crisis para afirmar que la solución pasa por la conversión de nuestros Clubes Asociaciones Civiles a Clubes SAD.
Cruzeiro, claramente superado por Racing en la final de Asunción, es una SAD, igual que Botafogo del estadounidense John Textor, finalista de la Libertadores contra Atlético Mineiro el sábado próximo en el Monumental, y líder buena parte del Brasileirao, pero que, ahora, como le sucedió la temporada pasada, en la recta final del campeonato, está a punto de ser relegado otra vez por Palmeiras, que es una Asociación Civil.
Lo saben, mejor que nadie, los propios hinchas de Racing y ese himno de tribuna al ritmo de Calamaro: “De pendejo te sigo/ junto a Racing siempre a todos lados/ nos bancamos una quiebra/ el descenso y fuimos alquilados/ No me olvido ese día/ que una vieja chiflada decía/ Que Racing no existía, que tenía que ser liquidado”. Ahí está hoy Racing. Más vivo que nunca.