Chau Luna Park: las historias ocultas del mítico hogar del boxeo argentino

El gigante de Bouchard y Avenida Corrientes tiene sus raíces en el corazón de la cultura argentina. El Destape recopiló algunas de las anécdotas inéditas del ring rioplatense más famoso.

21 de mayo, 2024 | 08.05

El Luna Park fue testigo directo de los últimos cien años de historia argentina.  Los highlights son bien conocidos: allí se conocieron Evita y Perón, se casaron Diego Maradona y Claudia Villafañe, cantó Frank Sinatra, pelearon Ringo Bonavena y Carlos Monzón, lucharon los titanes de Martín Karadagián y un larguísimo etcétera de eventos que alimentaron la mitología nacional. Sin embargo, con los recientes rumores sobre un cierre por reformas que podría prolongarse durante mucho tiempo, la cultura argentina se vuelve a enfrentar a la posible pérdida de otro de sus grandes atractivos.

El antropólogo Marc Augé define al “lugar” como un espacio relacional, histórico y de identidad para una comunidad. En un mundo en el que abundan las arenas bautizadas con el nombre de empresas, el Luna Park es de los pocos estadios (quizás junto al Madison Square Garden estadounidense o la Arena México) que conservan su identidad gracias a que su sola existencia significa una meta para los deportistas, un galardón para los artistas y un añorado recuerdo para las familias. La grandeza del Luna Park no sólo está en las historias vox populi, sino en las que están un poco más ocultas en la memoria de sus espectadores.

Cuatro esquinas que conectan generaciones

Carlos Irusta era entrenador de boxeo y sus competidores batallaban constantemente en el Luna Park. Entre las punching balls, los sacos, las vendas y las cuerdas observaba su hijo, de mismo nombre y ahora una eminencia del periodismo pugilístico. Durante décadas, Carlos Irusta (h) contempló las batallas en el ring desde las butacas y se instruyó no sólo en el aspecto físico del pugilismo, sino que también aprendió el lado empresarial bajo la tutela de Tito Lectoure, histórico dueño del templo. “Para mi el Luna Park es sinónimo de familia”, afirmó Irusta en diálogo con El Destape. “Es un lugar donde el público se ha renovado de la mano de los padres. Cuando uno era chico iba a ver Holiday on Ice, algún circo como el de Moscú o el de Berlín y después ya crecido uno llevaba a sus hijos a ver espectáculos similares”.

 

Mientras los muchachos de su edad esperaban el sábado para ir a bailar, Irusta tenía compromiso con el Luna Park para ver a varios de los grandes nombres del boxeo argentino. “Fui testigo presencial de la pelea entre Ringo Bonavena y Goyo Peralta. Yo tenía 15 años. También recuerdo haber visto prácticamente toda la carrera de Nicolino Locche. Su estilo siempre me cautivó”, rememoró.

Ya adulto, y con el respaldo de Esteban Livera, sobrino de Lectoure que tomó las riendas del Luna Park en 2002, Irusta (h) comenzó a trabajar con las acreditaciones de los eventos boxísticos del templo. Pero no lo hizo sólo por el amor al deporte, sino para mantener vivo el legado de su padre: “Haber logrado que el apellido Irusta siguiera dentro del ámbito del Luna fue algo maravilloso, lo recuerdo con muchísimo cariño. Esa época ya pasó, dicen que el Luna Park no va a estar más, pero en mi corazón por lo menos va a seguir viviendo siempre. Fue mi segunda casa, ahí crecí y allí supe que se acercaba el nacimiento de mi hija”, señaló.

“Viví momentos inolvidables en donde los sábados a la noche terminábamos con mi papá yendo a comer allí por la zona de Corrientes y Montevideo con otros amigos para hablar de Boxeo. En ese momento éramos felices y no nos dábamos cuenta”, narró el periodista, ahora nominado al Salón Internacional de la Fama del Boxeo.

Alberto Giménez era uno de los apasionados boxeadores que entrenaban en el gimnasio del Luna Park en la época en la que Irusta acompañaba a su padre. Alberto se perfeccionó bajo la tutela de los hermanos Alfredo y Tino Porzio, legendarios integrantes de las esquinas de los rings rioplatenses. Una época quedó grabada a fuego en su memoria. Tan entrañable fue para él esa experiencia que cuando viajó a Córdoba junto su esposa Norma, que lo terminaría sobreviviendo, y construyó la casa en la que pasaría el resto de sus días, Alberto erigió un altar dedicado al boxeo con incontables cintas vhs de los más grandes pugilistas como Muhammad Ali, Mike Tyson, Sugar Ray Leonard, Ringo Bonavena y más.

La pasión de Alberto por el boxeo se contagiaba fácil.  En su casa había una ámplia habitación para huéspedes, y en unas vacaciones de su nieto Lucas con sus amigos (entre los que se encontraba el autor de esta nota), el púgil pasó toda la estadía recordando su juventud en el Luna Park con los Porzio y compartiendo sus peleas favoritas.

Alberto falleció en 2021 y, según su nieto, no era una persona de fotos. Sin embargo, cuando se le consultó a Norma, su viuda, si existián recuerdos físicos de su época como boxeador. Ella reveló un secreto: efectivamente existe una caja de los recuerdos que nunca se abrió. ¿La condición para que eso se haga? Que su nieto viaje a Córdoba para poder ver quizás las únicas fotos existentes de Alberto con los guantes puestos. Hasta el momento en el que se redactan estas líneas, esa caja se mantiene como un misterio.

 

En la época en la que Alberto practicaba boxeo e Irusta todavía acompañaba a su padre, el papá de Norberto Fernández también entrenaba y en sus ratos libres lo llevaba a este último, de muy niño, a ver peleas en el Luna Park. “Para el deporte el Luna es un templo, es el lugar máximo  en el que uno puede demostrar lo que sabe hacer”, puntualiza un ya adulto Norberto en diálogo con El Destape.

El ejemplo de su padre lo llevó a Norberto a practicar boxeo. Sin embargo, las vueltas de la vida también lo llevaron a practicar lucha libre, y años más tarde, en un programa llamado 100% Lucha, Norberto se transformó en Vicente Viloni y cumplió su sueño de salir campeón en el Luna Park. No obstante, él sintió que además de cumplir su sueño también estaba cumpliendo el de su padre: “Los recuerdos lindos que tengo es que de chico mi papá me llevaba al Luna a ver peleas de box, pero lo que nunca imaginé es que en algún momento iba a ser al revés,  que yo iba a estar luchando por un campeonato e iba a salir campeón. La verdad que como deportista sentí que estaba realizando el sueño de mi vida y el de mi papá también”, rememoró.

Los sueños están para cumplirse, y así como Viloni pudo hacerlo, también pudo Juan Carlos Ortíz. Él actualmente es entrenador de boxeo, pero hay que volver a 1986 para conocer el máximo logro de su carrera. “Tuve el honor de ser semifondista de un campeón del mundo, Gustavo Ballas. Lo otro lindo que recuerdo es que estaba sentado Nicolino Locche en la segunda fila del ringside. Ese evento lo tengo presente porque es algo que ,como deportista, me tocó vivir y tuve la suerte de compartir la velada con un campeón del mundo”, puntualizó en diálogo con El Destape.

Como si fuera una letra de una canción que escuchó varias veces, pero que sigue disfrutando, Juan Carlos o “el pelado”, como le dicen en el mundo del boxeo, recita las estadísticas de su única batalla en el Luna Park: “Me tocó ir contra Ricardo Cisneros, un chaqueño que venía muy bien. Estaba rankeado, es decir, entre los 10 mejores del país. Después tuvimos la revancha en Mar del Plata”.

El peligro de olvidar la historia

El Luna Park, según una información brindada por el periodista Bebe Contepomi, podría cerrar el 31 de diciembre por refacciones que podrían prolongarse por tiempo indefinido. Para Irusta, el cierre del estadio representa una tragedia ya vista en el país: “Estamos acostumbrados a que las cosas gratas y queridas como algunas confiterías, bares y lugares fantásticamente populares se vayan muriendo. No sabemos conservarlos y después lo lamentamos, pero es así. Los artistas y demás no tendrán la posibilidad de haber estado en el mejor lugar de Buenos Aires”.

Por su parte, para Juan Ortíz, el cierre del Luna Park “sería una pena” y expresó su deseo de que el estadio “sea accesible para todos los deportistas y personas que quieran organizar eventos de alto calibre”.  “Espero que se pueda mantener vigente, que no desaparezca porque hay rumores feos al respecto. Es un lugar con mucha historia”, lamentó el entrenador.

Si uno entra a la página oficial del Luna Park, se encuentra con un pequeño párrafo que encapsula la importancia que tiene para la cultura, para sus espectadores y para los sueños que alimentó por décadas que culminaron en la felicidad de miles de personas. Dice el propio sitio: “El Luna tiene un pedazo de cada uno de nosotros, de nuestros padres y abuelos, un recuerdo, un momento. Esa es su magia y su principal capital”.