Riquelme Carvalho Araújo Viana tiene cinco años. Es miércoles 20 de junio de 2007. Está frente a un pequeño televisor, con una pelota sobre su pie izquierdo, en Barra Mansa, un Municipio de Río de Janeiro atravesado por un extenso lago y rodeado por canchas de fútbol de tierra, a 150 kilómetros de las playas más turísticas de la “ciudad maravillosa”. En ese preciso momento, al observar una genialidad de Juan Román Riquelme en la final de la Copa Libertadores ante Gremio, en Brasil, se entera, con el rostro tieso, que su nombre es en honor al 10 de Boca Juniors. Ahora, 16 años después, es jugador profesional del Vasco Da Gama que disputa el Brasileirao y uno de los miles en esa tierra que tienen el mismo apellido, hipnotizados por el arte de un argentino.
La historia de Carvalho bien puede ser el resumen de otras. El censo que se realizó en Brasil en 2021 dejó un dato categórico: 14.391 personas fueron registradas con Riquelme como primer nombre, el 99% a partir del 2000. En ese año, Carlos Bianchi comandó la época dorada de Boca, con las Libertadores 2000, 2001, 2003 y 2007, con Riquelme siendo el As de espadas en las dos primeras y en la última de ellas. Pero la admiración y el respeto por el jugador de San Fernando en aquel país también quedan grabados en el fútbol juvenil: en la Copinha, el campeonato más importante de jugadores Sub 20, habrá 12 jugadores con el nombre Riquelme en la edición 2023.
¿Por qué en Brasil, un país plagado de ídolos y artistas futbolísticos, donde surgieron y surgen los mejores talentos del mundo, se elige bautizar a los recién nacidos con un nombre relacionado a Argentina? “No sé si hay una explicación muy profunda para esta ola de nombres de Riquelme -dice Carlos Massari, periodista y creador de Copa Além da Copa, un proyecto de San Pablo que investiga la relación entre historia, geopolítica, cultura y deporte-, pero hay algunas teorías y algunas cosas que tienen mucho sentido”. De las tres Copa Libertadores en las que Boca se consagró en la etapa de Bianchi y Miguel Ángel Russo, Juan Román fue clave para eliminar a cuatro equipos brasileños, sobre todo a Palmeiras, el gigante de São Paulo, a quien derrotó en dos oportunidades.
Entre los 14.391, las formas en las que inscribieron el nombre varía, aunque la referencia esté clara: hay 2.683 Rikelme, 500 Rikelmy, 421 Rickelmi, 354 Riquelmy, 201 Rickelme y otros 106 Ryquelme. En la Copinha, los 11 de los 128 equipos que tienen un Riquelme entre sus filas son Corinthians, el último campeón, Cruzeiro, Chapecoense, Fluminense, Sao Bernardo, Fortaleza, Club Regatas (dos en el mismo equipo), Vitoria, Remo de Pará, Figueirense y Atlético Guaratinguetá. “Boca Juniors a principios de la década del 2000 era un equipo muy fuerte y constantemente se enfrentaba a equipos brasileños en la Libertadores -cuenta Massari-. Creo que, por estos grandes enfrentamientos en la Libertadores y también entre las selecciones de Brasil y Argentina, hubo una admiración por Riquelme que hizo que, muchos padres, sobre todo quizás aficionados de los rivales del Palmeiras, nombraran así a sus hijos”.
Una de las características transmitió Riquelme dentro de la cancha era su elegancia pero también su ingenio absorbido en los potreros, lo más primitivo del juego, y parte de eso cautivó a Brasil. “Creo que es un fenómeno que demuestra el fanatismo de los brasileños por el fútbol y cuánto les gusta honrar a sus ídolos, además de cuán fuertes son las rivalidades entre clubes -dice Massari- También es una forma de transmitir el gusto por el fútbol entre generaciones, llegando muchos de estos jóvenes Riquelmes a convertirse en jugadores”. Hay un lugar especial reservado para Riquelme en la historia de este deporte: trascender fronteras y transformarse en bandera del “Jogo bonito”.