Los rayos de sol se posan sobre los niños de El Colorado, Formosa, que están reunidos al aire libre porque su señorita de jardín planeó una excursión. Ella prometió que se trataba de una visita a “alguien muy especial”. Pedro, de cinco años, se hacía una idea sobre quién se trataba. Su hermano era jugador de básquet y le había nombrado reiteradas veces al individuo que estaba por conocer. Tras caminar algunas cuadras, el grupo escolar llega a una casa en cuyo frente se sientan todos a esperar mientras la seño toca el timbre. La puerta se abre y sale una mujer que acompaña del brazo a un verdadero gigante. Jorge González medía 2 metros y treinta centímetros, y esa altura tan imponente lo llevó a la NBA, a la cima de la lucha libre y a su solitario final.
“Fue la primera persona que realmente me llamó la atención”, narra Pedro, periodista de MMA Argento y vecino de González. “Mi hermano me contaba que jugaba al básquet y mi papá me dijo que también había sido luchador”, agrega en diálogo con El Destape. En efecto, la vida de Jorge estuvo atravesada por miles de miradas. Su estatura fue, para muchos, su capital más preciado. Así pensaba Oscar Rozanovich, integrante de un club deportivo de Resistencia, que convenció a González de que probara suerte con el básquet. Su capacidad corporal rápidamente pavimentó su camino como atleta, y después de un paso exitoso por Gimnasia LP, el Sport Club de Cañada de Gómez y la selección nacional, logró fichar en la NBA con los Hawks de Atlanta.
Jorge tenía un gran tiro y era inteligente en la cancha. Pero su gran problema era el estado físico. El gigante formoseño apenas seguía las recomendaciones médicas para estar en forma, y en Atlanta comenzaban a perder la paciencia. Trataron de convencerlo de todas las maneras posibles para que bajara de peso y ganara músculo, pero ninguna amenaza ni soborno (llegaron a ofrecerle un auto lujoso) generó efecto. El sueño de jugar en la NBA se truncó a los pocos meses de haber firmado con Atlanta, y como se trataba de un contrato de novatos, la franquicia rescindió el acuerdo y Jorge había rebotado fuera del aro. Sin embargo, si había algo a lo que estaba acostumbrado el gigante era a las impredecibles vueltas de la vida. Y Atlanta estaba por darle una que imprimiría aún más la huella del formoseño en la historia del deporte.
Ted Turner, dueño de los Hawks, también era el titular de World Championship Wrestling (WCW), en ese momento, la segunda empresa de lucha libre más grande de los Estados Unidos. Si bien el formoseño no pudo continuar con su carrera como basquetbolista, su imponente físico podría causar un gran impacto en los aficionados. Fue así como Jorge pasó a llamarse El Gigante y luchó con y contra los grandes nombres del deporte como Ric Flair, Sting, Arn Anderson y muchos más. Tal como Turner lo había hipotetizado, el argentino provocaba grandes reacciones de los aficionados, quienes gritaban con euforia cuando Jorge mandaba a dormir a sus rivales con su llave a la cabeza que consistía en poner su mano en el cráneo del oponente seguida de una presión inconcebible.
Pero lo que en un principio fue euforia poco a poco se transformó en apatía, porque Jorge continuaba sin cuidar su físico y su repertorio de movimientos ya no tenía un gran atractivo para los fanáticos. “Cualquier promotor habría visto a Jorge González como un nuevo André el Gigante, pues compartía características físicas y era veinte centímetros más alto (André medía en realidad 2.10). Lamentablemente no tenía las habilidades luchísticas de André, ni siquiera las habilidades "reducidas" que adoptó el francés a partir de mediados de los 70s. Los golpes de González no parecían poderosos” explica Ernesto Ocampo, historiador y director de la revista mexicana Súper Luchas.
Tras su paso por WCW, Jorge firmó con la empresa rival, World Wrestling Federation (ahora conocida como WWE). Con un pintoresco traje de yeti, producto de las locas ideas del promotor Vince McMahon, González tuvo un paso discreto que sólo destacó por haber luchado con The Undertaker en WrestleMania, que es el equivalente al Súper Bowl de la lucha libre.
“Si eres promotor y tienes a un luchador de 2.30, es obligado intentar algo con él. Incluso si ves en la calle a un tipo de ese tamaño no estaría de más ofrecerle la oportunidad de entrenar. Un gigante es, potencialmente, una mina de oro. Claro que puede fracasar, pero no hay razón para no intentarlo al menos”, reflexiona Ocampo. Al igual que en WCW, Jorge no tuvo un buen paso por WWF y, después de luchar en Japón por unos meses se retiró de los cuadriláteros en 1995.
Tras una aventura por la meca del basket y la lucha libre, Jorge volvió como un vecino más a El Colorado. Todas las miradas que alguna vez le habían ofrecido el oro y el moro ahora le mostraban un poco más que indiferencia. Los problemas de salud que acarreaba eventualmente empeoraron, y perdió tanta movilidad que, con 40 años, ya estaba en silla de ruedas. “Quiso sacar una pelota de básquet y quería hacerla picar, pero ya no podía y ahí nos quedamos todos sorprendidos”, recuerda Pedro sobre aquella visita de su infancia.
En el 2010, a los 44 años de edad, Jorge falleció por sus problemas de salud, acompañado por la soledad que lo alejó de las luces que alguna vez le prometieron el mundo y finalmente lo terminaron por apagar.