En un suburbio de Sao Paulo, donde la gimnasta brasileña Rebeca Andrade empezó a entrenar antes de convertirse en la olímpica más condecorada de la historia del país, cientos de nuevas alumnas sueñan con seguir sus pasos.
Las 425 plazas del centro local de gimnasia que se pusieron a disposición de los alumnos se llenaron en menos de 48 horas, la convocatoria más rápida que se haya visto.
Andrade se colgó el lunes la última medalla de oro de gimnasia en los Juegos Olímpicos de París, y cautivó las mentes y los corazones de un Brasil obsesionado con el fútbol.
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Rosana Marques, coordinadora del centro, afirmó que la demanda de las codiciadas plazas se había triplicado desde que Andrade fue a competir a los Juegos Olímpicos.
"Hay muchas chicas que vienen (a probar el deporte) porque han visto a Rebeca", dijo el jueves, a primera hora de la mañana, mientras las chicas calentaban y empezaban a entrenar.
Erika Martins, madre de Manuella, de 10 años, y Melissa, de cinco, dijo que la estrella era una "inmensa motivación" para ellas.
Andrade, una de los ocho hijos de una madre soltera, caminaba horas para ir a entrenar. Más tarde, sus éxitos ayudaron a cambiar la vida de su familia.
Martins dejó su trabajo como educadora para comprometerse con el sueño de sus hijas, despertándose a las 4 de la mañana cada mañana. Manuella entrena de 8.00 a 11.00 y Melissa de 14.00 a 17.00, mientras espera fuera.
"Encuentro inspiración en ella", dice Manuella, maquillada de colores a juego con su atuendo.
Osmar Oliveira Junior, entrenador, añade que se trata de disciplina. "Las chicas aprenden a conquistar sus límites", afirma.
Tras haber entrenado a Andrade en 2009, se sintió embargado por la alegría al ver su actuación en París. "Un podio de tres mujeres negras es muy significativo, rompe todos los paradigmas", añadió.
Lidia Perreira de Campos, de nueve años, vio cumplido su sueño cuando fue a París a ver la actuación de Andrade. "Un día yo también quiero estar allí, representar a Brasil", dijo.
(Reportaje de Dani Morera Trettin; Edición de Stefanie Eschenbacher y Christian Radnedge, Editado en español por Juana Casas)