(Por Dolores Pruneda Paz) El espesor de la literatura para infancias en tiempos de postpandemia, el rol de los adultos como mediadores, lo que dice la inteligencia artificial en torno a lo comprensión lectora y, sobre todo, lo que no dicen los tests escolares latinoamericanos sobre la comprensión lectora, son cuestiones sobre las que reflexionó la escritora colombiana Yolanda Reyes, de visita en Argentina para participar del 28° Foro por el Fomento del Libro y la Lectura de Resistencia, Chaco.
Invitada por la Fundación Mempo Giardinelli a uno de los encuentros de promoción lectora más destacados del país -este año enfocado en entender quién es el lector-, la narradora charló con la prensa en su casa matriz de Argentina, la editorial Santillana, que lleva publicados muchos de los libros que nutrieron una obra reconocida y premiada internacionalmente, lo último fue el Premio iberoamericano SM de Literatura Unfantil y Juvenil 2020. Una obra que va de clásicos para niñas y niños, pasando por ensayos sobre literatura para infancias hoy imprescindibles en las bibliotecas docentes y de mediadores de lectura, a novelas para adultos que comparten con sus libros infantiles el interés por la memoria y la transición.
La literatura es transmisión cultural, vida hecha lenguaje, una conversación de nosotros con nosotros mismos que los niños necesitan recibir; y a esa conversación con las capas simbólicas de la existencia hay que enseñarla, no está en los teléfonos ni en nuestra manera de funcionar en este mundo contemporáneo, eso se transmite, asegura Reyes (Bucaramanga, 1959), autora de libros entrañables como El terror de sexto B, Los agujeros negros y El libro que canta; de obra teórica como La casa imaginaria, La poética de la infancia y El reino de la posibilidad; y de novelas para adultos como Pasajera en tránsito y Qué raro que me llame Federico.
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Leer un libro es darnos cuenta de que ese eterno presente de las emociones personales ya ha recibido nombres y ya ha sido una peripecia, y que está ahí para que nos leamos en ese devenir, afirma antes de meterse de lleno a reflexionar sobre rol de los adultos en todo esto: hay cosas a las que se llega por la presencia, la compañía y la mediación. Mi abuela decía alguien mayor en edad: dignidad y gobierno, y yo creo en eso, no es verdad que mis alumnos y yo seamos iguales, tenemos que asumir el papel de adultos de la tribu.
¿Y eso qué significa? Que muchas cosas han pasado y se han encarnado en nosotros, que somos una construcción de lenguaje y al mismo tiempo una construcción simbólica y también la construcción de la construcción de otros que dejaron cosas -asevera-. Y que todo ese significado atraviesa a una generación y va a la otra y toma conciencia de esto que se llama la transmisión cultural, que no es repetición sino lo que tengo yo que te doy a tí como voz adulta, como cuerpo que canta, como conciencia que está en otro lugar, que mira las cosas de otro lugar, y que te entrega un libro.
Es que, asegura, "la canción de cuna o la historia a la orilla de la cama dice aquí hubo y sigue habiendo un dispositivo simbólico para atravesar el día y llegar a la noche, y yo te entrego este dispositivo para que tu existencia sea más navegable: creo que ése es el papel de los adultos y el papel del adulto que le está leyendo un cuento a sus alumnos".
"Cuando la gente habla tanto del miedo a la inteligencia artificial y que los bots hablan como nosotros, quizá es que nosotros nos comportamos a veces como la inteligencia artificial y decimos (hablamos) sin ese espesor simbólico que tiene que ver con la vida emocional -reflexiona-. La escuela todavía puede ser una especie de Arca de Noé donde todavía se pueden apagar los teléfonos o donde no haya wi fi por un tiempo, como en el avión, para poder habitar y leer de otra manera; una experiencia que nos marca pero que nos la tienen que presentar, alguien nos tiene que permitir vivir esa experiencia, y vivirla es crear un entorno".
Pensaba en eso de quién es el lector y entonces pensaba en que para que exista un niño lector tiene que haber un lector adulto, que no siempre está en las escuelas, y también pensaba en algo que no siempre prosperó, y es que en las bibliotecas escolares tiene que haber literatura para docentes, pero no literatura pedagógica, tiene que haber cuentos, relatos infantiles para que ellos lean sin mediación, dice la pedagoga, columnista del diario El Tiempo de Colombia, directora del proyecto de lectura Espantapájaros y asesora de proyectos de formación de lectores en la primera infancia para América Latina.
Respecto a esos primeros lectores en un mundo que tras la pandemia puede parecer apocalíptico, advierte que hay esa idea de que en la infancia se cree que el mundo nunca fue distinto a como lo está siendo ahora, pero la literatura nos dice que hubo otros que pensaron esas cosas porque cuando leemos nos encontramos con esos que ya no están y nos pensamos en esa temporalidad más larga y, curiosamente, en el presente: en nuestra conciencia, en la soledad de ser humano, en la vida emocional.
Cada vez me interesan más las coordenadas en las que sucede la lectura de lo literario", expresa Reyes. Para la escritora, las experiencias fundantes de lecturas son muy necesarias cuando las pantallas nos invaden: hay otras formas de conversar contigo mismo y de conversar en esta sociedad, hay una conversación pública que es distinta, porque la literatura también es una conversación pública, asevera Reyes a poco de aterrizar en Buenos Aires.
Hace unos días, comenta, "estuve en Espantapájaros donde tenemos un campamento literario de verano adonde los niños van a trabajar a una librería simulada: hacen reseñas de libros, los organizan, hay talleres de escritura creativa y pasan muchas cosas. Hacen fajitas de los libros, los recomiendan, a veces aparece alguien preguntando por un libro y ellos hicieron un manual donde dice no nos lanzamos todos encima del cliente y vamos por turnos.
"Llego y veo a Yenifer, una profe cuentacuentos, sentada en la mesa de los libreros simulados con el libro de Paloma Valdivia 'Es así' -sobre un bebé que nace y alguien que ha muerto que se cruzan en el tránsito-. Yenifer tenía los ojos con lágrimas y había unos niños que le estaban leyendo ese cuento", repasa.
"Ella había llegado por la mañana, de la veterinaria le habían avisado que su perro había muerto y esos niños la llamaron y le dijeron que le iban a leer un cuento. Tu das lo que recibes, si no lo has recibido no lo das. Una profesora que ha estado contando cuentos durante muchos muchos años y unos niños que la ven abatida y triste escogen ese libro, la invitan, la sientan en una mesa así como nosotros y le leen. El libro es el vehículo de encuentro, la herramienta en la mitad", sintetiza.
También "recuerdo a León -dice-, un niño que en pandemia está a kilómetros de distancia, sentado en la sala de su casa en Argentina, conectado con Yenifer que está contando una historia con unas palabras que son distintas a las que usa él todos los días, y años después ese niño se acuerda de eso y dice: 'me acuerdo de unas palabras y me acuerdo de una historia: de ese tejido simbólico de capas y recuerdos está hecha la literatura, y las voces de los adultos son las que hacen que eso llegue", machaca.
Para ella "ese es el trabajo de la escuela, de la literatura por supuesto y, antes, de las madres y padres; ese dar de leer a los otros y ese leer a los otros tiene que ver con eso que se transmite que viene de muy atrás, que tu traes aquí para que otro lo continúe".
"Eso queda en las generaciones que han crecido leyendo libros y que por supuesto en algún momento tendrán que tener sus desencuentros con los libros, pero eso queda -afirma-. Cuando alguien se separa de los libros para hacer un acto de afirmación, todo lo que queda resonando son los libros, no importa si están o no, los libros ya fueron puestos".
"Lo que hacemos en la escuela es dejar cosas puestas para que cada uno tenga la libertad de ver qué hace con eso, incluso para decir ahora no quiero, gracias", remarca quien confía en "mirar sin arrogancia qué de todo lo que les decimos y qué de todo lo que construyen los niños con las palabras que les damos les servirá para habitar un mundo que cada vez entendemos menos y que cada vez es más incierto para nosotros".
Eso, desde la mirada de Reyes, es asimismo "lo preocupante" porque es también "lo que no les está pasando a los lectores de la escuela", donde "las pruebas de comprensión de lectura entienden al texto sólo como la capa superficial de la anécdotas". Reyes las define como "tests muy eficaces para medir puntaje y para medir lo que no nos está pasando"
"ChatGPT no discierne -dice-, no separa el grano de la paja, tiene una máscara de lenguaje que puede servir para contestar algunas de esas pruebas, pero tienes que escudriñar y preguntarte de quién es esa voz, quién está hablando y si lo que dice es cierto, así esté todo muy bien armado y eso no se enseña".
Tampoco se atienden las preguntas que surgen sobre esto: "qué tiene que ver eso con el capital simbólico de un país; qué tiene que ver con el capital simbólico que no traemos puesto durante generaciones; con la economía; con lo que todavía no estamos permitiendo que suceda en una casa en la que no hay libros; cuánto tiempo toma eso; ¿es posible cambiarlo en un gobierno o crear una condiciones que se mantengan para poder mirar a través de una generación? Es tan plano el discurso de los resultados como los mismos resultados", concluye.
Con información de Télam