Virginia Lago y Mariana Gióvine dialogaron con este medio sobre sus proyectos artísticos, su relación madre-hija y su vínculo con el teatro. Las actrices reflexionaron sobre la industria teatral y televisiva actual y hablaron sobre los altibajos de su profesión.
Gióvine protagoniza No es Disney, pieza teatral que se puede ver en Teatro Animal (Castro 561, CABA) los sábados a las 20. Por su parte, Lago se encuentra en proceso de grabación de la segunda temporada de Argentina, Tierra de Amor y venganza, que saldrá al aire por El Trece en los próximos meses, y es directora de la obra Nos dijeron que íbamos a ser reinas, con funciones en el Teatro Estudio (Calle 3 386, La Plata) los domingos a las 20.30.
¿Cómo fue el armado de ese personaje? ¿Hubo alguna inspiración?
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Mariana: Por supuesto, fue armado entre todos los que trabajamos en la obra y, sobre todo, con Tadeo Pettinari que es el autor y director. Lo fuimos construyendo primero desde el juego y también desde el cuerpo; mucho trabajo de cómo era la corporalidad de esta persona que por ahí es un poco lejana a mí en algún punto, pero igual todo tiene un asidero en uno. Con Tade trabajamos hace mucho tiempo juntos; hay una especie de conexión o de código que ya conocemos y manejamos juntos.
Vos dirigiste obras de teatro en múltiples ocasiones, cuando sos solo actriz, ¿tenés incidencia en ese papel?
M: Eso lo debería decir el director; si le rompí mucho o no (risas). Creo que me dejé bastante y solté ese lugar. Pero es cierto que dirijo bastante y es algo que está muy en mí. Puedo separar esas cosas. Es un personaje que requiere muchísima concentración en esa labor; es bastante complejo. Tade es un muy buen director y fue entregarse.
¿Qué te pareció No es Disney, Virginia?
Virginia: Me encantó. La columna vertebral, que es el autor, Tadeo, me parece un muchacho talentosísimo. Hace mucho que trabajan juntos con Mariana y realmente lo admiro profundamente. Me parece que es un trabajo hermoso. Los actores están fantásticos. Qué te voy a decir de mi hija (risas). No, soy objetiva; está extraordinaria. Es una gran directora y una gran actriz. Estoy orgullosa de ella.
Hay varios momentos en que hacen referencia a la cultura pop latina y cantan temas de Bandana, Thalía. ¿Eso ya estaba desde un principio o se fue dando como para incluir momentos descontracturantes en medio del drama?
M: Estaba un poco en el texto. Esta diva, chueca, tiene un poco que ver con esas divas de los 2000, que atravesaron un poco la vida de Tade; la mía también, pero más a él. Esas canciones sumaban desde lo espectacular, desde el humor; la obra tiene sus aspectos trágicos y grotescos.
Tiene muchos tintes de comedia, tu personaje es muy gracioso.
M: Sí, es muy gracioso. Por eso digo que tiene cosas del grotesco porque lo que sucede es una tragedia pero está atravesado por el humor y por lo que también la vida es. En ese sentido me parece que funciona la palabra “grotesco” para la obra.
¿Qué se puede adelantar de tu personaje?
V: Es precioso: una mujer que tiene una hija desaparecida y tiene un nieto, por lo que fue una gran luchadora. Una madre-abuela que tiene un papel muy importante dentro de la lucha de las Abuelas y Madres de Plaza de Mayo. Una mujer muy encantadora, que ha pasado circunstancias muy duras pero muy amante de la vida. Es muy amplia, que entiende a su nieto que es homosexual; muy amplia en su manera de ver la vida. Hermoso personaje, me gusta hacerlo.
Mariana, has trabajado en varias ocasiones en televisión, en novelas. ¿Te gustaría estar de nuevo en ese formato?
M: Sí, me encantan las novelas. No he tenido tantas experiencias; tuve algunas hace años y después me aboqué mucho al teatro, a la dirección y a la docencia.
Claro, igualmente viste que últimamente mermó mucho la cantidad de novelas en televisión.
M: Absolutamente, pero bueno, las historias se siguen contando en otros formatos, las plataformas de streaming y eso. Igual sí, hay muchísimos menos espacios, por supuesto.
Virginia, ¿cómo recordás Historias del corazón, un programa de TV que marcó tanto a la gente y hasta el día de hoy es recordado?
V: Lo recuerdo con felicidad, lo extraño mucho. Me llamaron para hacerlo por dos meses y terminó durando cuatro años. Fue muy precioso. Además, hicimos un año entero de unitarios, con escritores argentinos, con mucha felicidad porque involucraba a todos trabajadores argentinos.
¿Tenés ganas de hacer algo así de nuevo en la tele?
V: A mí me encantó. Fui muy feliz porque además tuve encuentro con gente joven, que de pronto se acercaron a mí a través de ese programa. Primero divirtiéndose, pero fue bueno acercarme a ellos. Hoy en día en la calle me siguen diciendo cosas del programa y por qué no lo vuelvo a hacer pero, bueno, a la televisión no la manejo yo. En el teatro, sí; pero la televisión es lejana.
El teatro es más autogestivo.
V: Sí, más artesanal, más posible.
¿Qué significa para vos que tu hija haya seguido el camino artístico también?
V: A mí me apasiona trabajar como actriz y directora; me gusta mucho, lo hago desde mis 15 años y no hice otra cosa en mi vida. Muchos decimos “por qué esta carrera cuesta tanto” o “Ay, es tan difícil”; pero también tan bella. Ella es feliz, le encanta lo que hace y por suerte lo hace bien porque es muy estudiosa Mariana. Estoy contenta, me emociona que lo haga.
M: En mi caso se dio desde chica. No solo por parte de mamá, sino de mi papá, mi tío, prima, mi hermano que en su momento también se dedicó a lo artístico. El teatro atravesó mi vida desde muy chiquitita, así que fue como algo medio natural.
¿En algún momento sentiste que te benefició o que te restó venir de una familia consagrada en el ambiente?
M: Y, como todo, tiene sus pro y sus contra. Por supuesto que por un lado hay un conocimiento innato de un montón de cosas que está re bueno tener; algo del oficio y de la cotidianeidad del trabajo que lo tengo muy incorporado. Además de un profundo amor y respeto por esta tarea. Por otro lado, también hay cierto peso en algunos momentos. Creo que ahora ya no, pero antes por ahí decía: “No, me voy a dedicar a otra cosa” (risas). Pero después siempre ganó el bichito del teatro.
¿Cómo ves a tu mamá como artista?
M: Me parece una gran artista. Más allá de que me parece una actriz muy talentosa, creo que construyó una manera de llevar adelante el oficio que me parece admirable. Lo ha hecho a fuerza de mucho compromiso y trabajo; me parece muy respetable en el sentido de su entrega al trabajo. Es un ejemplo. Mi vieja se ha recorrido todo el país, pero todo literal. De punta a punta, todos los pueblos. Eso me parece que es admirable y que sigue trabajando con el mismo compromiso de siempre. La admiro profundamente. Además yo tuve la oportunidad de dirigirla en La panadera de los poetas y fue una experiencia re linda. Era un personaje muy comprometido el de ella y pudimos entre las dos trabajar súper bien. Fue un hermoso encuentro, corriendo el aspecto madre-hija.
¿En algún momento te pesó la fama que tu mamá obtuvo por sus trabajos en televisión?
M: No porque cuando yo era muy chiquitita mi mamá ya era famosa. Salíamos a la calle y la saludaba todo el mundo, hacía tele desde antes que yo naciera. Y ella nunca tuvo problema con eso, nunca fue un drama, para nada. Tampoco es que es una persona que no puede caminar por la calle, por suerte. Quizá cuando empezó el tema de las redes hace algunos años, ella no entendía muy bien -como todos-, y después uno entiende cómo es y listo. la verdad que nunca fue un problema.
Virginia, en tu carrera, ¿sufriste alguna vez la inestabilidad del trabajo del actor?
V: Sí, claro, pero nunca detuvieron mi pasión por esta tarea. Hubo momentos de éxitos enormes, de fracasos muy grandes, momentos intermedios; pero siempre con pasión. Fui muy feliz. Por suerte siempre elijo las cosas que hago; en el teatro puedo arriesgarme a hacer cosas que me gustan, inventarlas. En la tele es decir sí o no a algo que te ofrecen. A veces te va bien y a veces no, pero eso es parte de la lucha y de la pasión de uno.