Muñecos que miran a los vecinos: el misterio resuelto de la casa de terror de Villa Crespo que tiene a un barrio en vilo

Muñecos antiguos, caballos y osos asoman por la ventana y miran a los vecinos pasar. El Destape desentramó la historia de la casa de la que nadie quiere hablar, ¿qué son esos muñecos? ¿quién vive ahí?

11 de octubre, 2022 | 13.15

Una foto de una casa misteriosa en pleno barrio de Villa Crespo despertó la curiosidad de varios usuarios de Twitter. Y es que parece sacada de una película: está ubicada en una esquina, rodeada de fábricas y casas de tonos grises, tiene tres pisos y desde las ventanas se ven asomados caballos, osos, cabras, cebras y hasta dos muñecos hiperrealistas vestidos con esmoquin. Fue tanta la sorpresa de Julia, la autora de la imagen, que no pudo evitar compartir la foto en la red social para encontrar respuestas. 

“La esquina más misteriosa de la ciudad, de la que nadie habla, está en Villa Crespo”, publicó Julia al referirse a la intersección de Darwin y Castillo. Sin dudas las que se ven son esculturas, pero ¿quién las hizo? ¿Por qué están ahí, mirando por la ventana a todas las personas que pasan por la calle? El Destape fue personalmente a averiguarlo. Caminar las calles es como adentrarse en un barrio detenido en el tiempo: es difícil dar con algún vecino, las fábricas acompañan la soledad y la quietud, y los inquilinos actuales de la casa prefirieron no dar testimonios. 

“Mi hija vive a metros y cada vez que paso de noche, alto julepe me pego”, comentó una mujer. “¿Pero qué es? ¿Abajo hay dos personas… de cera?”, le preguntó la autora del tweet, a lo que la usuaria le contestó: “Sí, es de un tipo que hace escenografías. Luego se las devuelven. En tres años, vi una vez a una sola persona”. Otra persona sumó en los comentarios que es un lugar en el que se hacen escenografías para películas. Todos ellos acertaron, pero ninguno pudo dar con el nombre del dueño de aquella casa.

“Es el atelier de un escultor. Solían verse a los Reyes Magos en la vereda, un camello…”, comentó otra usuaria. “Tenía un amigo que para ese laburo puntual laburo con él. Y es re creepy, sí”, aportó otra seguidora. Al buscar en Google las palabras clave "escultor" y "casa de Villa Crespo", los resultados arrojaban el nombre de un artista fallecido en mayo de 2021.

Con esta información, y a partir de un intercambio con los inquilinos actuales, El Destape lo confirmó: se trataba de Fernando Pugliese, uno de los escultores más populares en nuestro país, que falleció el 15 de mayo de 2021 a sus 81 años. Con la ayuda de su hermano, Carlos Pugliese y Victoria Ramello, historiadora de arte, logramos reconstruir quién fue Pugliese y cuál fue su aporte para la cultura popular argentina.

Fernando Pugliese, el detrás de los muñecos que miran a la gente 

Si vivís en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, o alguna vez recorriste los barrios porteños, es muy probable que te hayas encontrado con una obra de Fernando sin saberlo. Por ejemplo, esas esculturas de Olmedo y Portales charlando en un sillón en medio de avenida Corrientes y Uruguay, al Borges y al Bioy Casares sentados en la mesa del café de La Biela, a Tato Bores, Mercedes Sosa e incluso a Perón, El Che Guevara, Maradona, y el Papa Francisco, entre muchos otros personajes de la cultura y la política argentina. 

Sin embargo, algunas de sus esculturas nunca vieron la luz. Cuando Fernando Pugliese falleció, muchas de ellas permanecieron en su casa, que era su taller. Actualmente, la casa está habitada por una familia que la alquila, pero que, en el piso más alto de todos, siguen conservando sus obras. Cuando El Destape fue personalmente a la casa, el inquilino actual confirmó que las esculturas siguen ahí porque ningún familiar de Pugliese las retiró después de su muerte. Así como sus obras continúan en las calles luego de su fallecimiento, otras siguen en el piso más alto de la casa por un motivo desconocido.

Fernando Pugliese.

“Si me preguntás quién fue Pugliese, yo te diría ‘un creativo multifacético’”, explica la historiadora Victoria Ramello sobre Pugliese, quien se formó en múltiples disciplinas: además de escultor, era abogado, diseñador de indumentaria, escultor, ambientalista y artista visual. “Hablaría de creatividad, pasión y oficio. Me gusta la palabra ‘oficio’ porque me remite a lo simple, a lo sistemático de una tarea que implica en él poner las manos, repetir con amor una y otra vez, y de ahí tener la riqueza de ese trabajo”, destaca Ramello.

Hay dos cosas que hacen que Pugliese sea Pugliese: que retrataba a personajes populares y que sus obras están en las calles y no en los museos. “Eso es súper poderoso, porque tiene una fuerza simbólica que trasciende. Eso habla de él, al tipo no le interesaba formar parte de la élite. De hecho, toma distancia desde la humildad, porque él tiene obras en el Vaticano, que es una obra de arte en sí misma”, señaló la historiadora. Pugliese sabía que si sus obras estaban en la calle, el riesgo de que fueran intervenidas con grafitis o dañadas por las personas era una enorme posibilidad, pero parecía no interesarle. Más bien, parecía ser su misión.

Es una mirada amable hacia el vandalismo, él lo entiende. No se resigna ni reniega, creo que entiende que es parte del juego, de las emociones que las esculturas provocan, porque la escultura justamente vincula el cuerpo del espectador. Si una escultura o un ícono argentino no despierta emociones, ¿para qué está ahí? Entonces, esto de que se le arranque algo a Spinetta, por ejemplo, o que se le dejen flores, es parte de todo este mar de emociones que puede recorrer al público”, enfatiza Victoria.

Jorge Luis Borges y Bioy Casares en La Biela.

Para Victoria, un punto clave que diferencia a Pugliese de otros escultores es que le da a su público la posibilidad de recorrer la obra. “Porque ahí está la gracia, en los distintos puntos de vista. La mayoría de las esculturas de Pugliese están en la calle, en espacios públicos, y juegan con los distintos momentos del día. Entonces, va a tener una luz especial a la mañana, en el amanecer, al atardecer o a la noche, con luz artificial, y eso va a generar distintos juegos de luces y formas”, señala la historiadora.

Alberto Olmedo y Javier Portales en avenida Corrientes y Uruguay.

Además, el hecho de que una escultura esté en la calle hace que asuma diferentes lecturas todos los días, dependiendo de la gente y de los contextos que la rodeen. “Es posible que cambie toda esa obra, porque por más que Pugliese vaya a lo simple y a lo realista, la potencia de lo artístico es justamente la riqueza de una obra que no se acaba nunca, que son estas lecturas que cambian con el público. El espacio público configura la obra, porque la hace mucho más política”, explica Victoria.

La relación entre Pugliese y la política es algo más compleja. Si bien él no era partidario, o al menos no lo demostraba en la esfera pública, Victoria explica que la simpleza con la que trabajaba “es un acto político en sí mismo" porque su tema es simplemente la cultura popular: “Eso lo posiciona en un lugar político, que exista un arte para las masas. Esa ruptura se da en el siglo XX pero no deja de ser potente, en un mundo que todavía sigue siendo elitista. Adentrarse en el mundo artístico es difícil y parece lejano”.

Pugliese retrató al Che Guevara, a Perón, a Néstor, pero también a Trump y representó a varias religiones diferentes en sus esculturas para Tierra Santa. Es por esto que Victoria intuye que Pugliese era “un tipo muy diplomático, que quería mantenerse lo más neutral posible”, que se paraba desde lo artístico como un trabajo para responder a las demandas de distintos sectores políticos. “Pero hay como un misterio”, subraya Victoria.

No sabemos quién le pidió hacer a Trump, no lo dice, y está bien, porque es una posición política que él tomó y que hay que respetar. Eso es un punto que quizás lo diferencia de otros artistas o de lo que uno espera de ellos. Hoy está muy fuerte esa idea de un compromiso ideológico. Desde el siglo pasado hay una cosa muy fuerte del vínculo entre arte y política, de si es posible disociarlo… Yo creo que él esquiva a todo eso. Aun así, su obra es sumamente política por otras cuestiones que no tienen que ver con lo partidario, sino con un posicionamiento de a qué público le hablo y qué temas toco”, suma Ramello.

Néstor Kirchner en la Galería de los Bustos de la Casa Rosada.

De igual manera, Victoria dice que Pugliese tampoco tenía prejuicios con los materiales que usaba. Trabajaba con fibra de vidrio, un material “sumamente accesible”, y algunas esculturas las mandaba al municipio italiano de Carrara para hacer calcos en mármol. Esta decisión no fue azarosa, cree la historiadora, porque la elección de ese material posibilitó que sus obras estén en la vía pública y que la gente las toque: “Por eso se rompen y se vuelven a arreglar. Hay algo que él de alguna manera entrega y que es parte de su obra: el encuentro de la obra con ese público. Incluso se puede interpretar como actos de vandalismo o como actos de amor, de idolatría con esos ídolos que él presenta”.

Por otro lado, Fernando no parecía ser de esos artistas con grandes pretensiones. Él representaba lo que la gente quería ver: a sus ídolos populares, muchos de ellos, pertenecientes a la cultura de la televisión. “Cuando la gente se encuentra con estas obras, son familiares, son cercanas, son queridas, más allá de su talento. El lugar que Pugliese ocupa es el corazón de la gente. Él ha dicho que no inventa nada, que no crea ninguna fantasía. Él intenta trabajar con lo real y apela a estos sentimientos, los más reales, mundanos y comunes, y ahí hay una valoración de lo simple. No busca algo rebuscado, intrincado, y eso es sumamente político”, reflexiona Victoria.

A pesar de todos estos datos sobre Pugliese, hay un misterio que sigue sin ser resuelto: por qué ninguno de sus familiares se llevó sus obras. Cuando El Destape se contactó con Carlos, su hermano, el único dato que se obtuvo fue que un tiempo antes de su fallecimiento, Fernando había vendido varias de sus esculturas porque sabía que estaba muy enfermo, pero las que no vendió quedaron en su taller. Quizás, las dejó en su casa a propósito para que de alguna manera su arte siga en las calles. No se sabe hasta cuándo, pero por ahora, esas figuras siguen asomándose por las ventanas de la casa misteriosa de Villa Crespo y cobrando vida cada vez que alguien pasa por esa esquina y se queda mirando deslumbrado.