Los paisajes de Van Gogh, desde los ondulantes campos de trigo amarillos hasta un olivo retorcido, han cautivado durante muchos años al público adulto y recientes investigaciones surgieren que las pinturas más atractivas para esta franja etaria también son las más cautivadoras para los bebés.
Según un equipo de investigación de la Universidad de Sussex, habría un vínculo entre los sesgos sensoriales tempranos y los juicios estéticos más adelante en la vida. Esto se explicaría porque ciertos sesgos en lo que elegimos mirar ya están presentes en la niñez y luego se trasladan a la edad adulta, más allá de que las experiencias personales también tienen un impacto en las pinturas que se terminan considerando predilectas al crecer.
"Parece que podría haber algún vínculo entre esta respuesta estética adulta madura y estos sesgos sensoriales tempranos a cosas como el contraste de luminancia y color", dijo Philip McAdams, primer autor del estudio de la Universidad de Sussex, a The Guardian.
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En el "Journal of Vision", McAdams junto a sus colegas, plantean cómo tanto a los bebés de entre 18 y 40 semanas de edad y a los adultos de entre 18 y 43 años se ven cautivos por imágenes similares. El experimento consistió en solicitarles una selección de 10 paisajes de Van Gogh de Ipads entre 40 cuadros.
Los bebés, sentados en el regazo de sus padres en una habitación de la casa con poca luz, fueron grabados por una cámara mientras se les mostraban diferentes pares de pinturas durante cinco segundos a la vez. Si un bebé mira más una imagen que otra, decimos que tiene una preferencia visual por esa imagen, indicó McAdams.
A los adultos se les mostraron 45 pares de imágenes pero se les pidió que seleccionaran la imagen que les parecía más agradable.
Los datos recopilados de esta investigación provienen, según The Guardian, de un total de 25 adultos para crear un "puntaje promedio de agrado" para cada obra de arte. Ese tiempo se lo comparó con la observación de 25 bebés.
El estudio revela que los bebés tendían a mirar durante más tiempo las obras de arte que los participantes adultos calificaban más agradables. Frente a este dato, McAdams precisó que se necesitarían estudios cerebrales para explorar si los bebés disfrutaban más de las pinturas que miraban durante más tiempo, pero que los resultados sugieren que existe un vínculo entre los prejuicios sensoriales de los bebés y los juicios estéticos de los adultos.
Fue "Tallos de maíz verde" de Van Gogh, una obra de 1888, tuvo la mayor preferencia compartida.
Otro punto en común fue que los bebés miraban más tiempo las pinturas con más variación en el brillo y la variedad de colores utilizados y que los adultos también les daban calificaciones más altas. La explicación, según McAdams, "podría ser que esas pinturas de alto contraste son más fáciles de ver para los bebés, dado que su visión es un poco borrosa", según detalló a The Guardian.
Cuanto mayor es el contraste, más puede ver algo el bebé y más fácilmente su cerebro podría procesar esa información, precisó McAdams.
Entre los grupos de edad hubo diferencias: los bebés miraban durante más tiempo aquellas pinturas que tenían los cielos más protagónicos mientras que los adultos preferían las áreas más atípicas. Otra diferencia estuvo en que a los bebés también les llamó más la atención las imágenes con muchos bordes y curvas, pero los adultos no les dieron calificaciones más altas.
Eso no es extraño porque una cara tiene muchas curvas y los bebés tienen este fuerte sesgo desde el momento en que nacen para mirar las caras, señaló McAdams.
En el caso de los adultos, los recuerdos resultaban una influencia en la decisión. Por ejemplo, si un paisaje les recordaba un lugar determinado, cambiaba la elección del cuadro.
El profesor Denis Mareschal, director del Centro para el Desarrollo Cerebral y Cognitivo del Birkbeck College de la Universidad de Londres, fue consultado por este estudio. Mareschal explicó que los bebés "están dotados desde la más tierna edad de sesgos perceptuales que les ayudan a explorar el mundo".
Esta investigación demuestra muy bien las continuidades que pueden existir entre lo que nuestros niños elegirían mirar y lo que nuestros adultos eligen mirar, concluyó el especialista.
Con información de Télam