La estadounidense Ursula K. Le Guin (1929-2018) es conocida por su portentosa obra de ciencia ficción que la convirtió en uno de los íconos del género pero, a la par de este formato, pasó gran parte de su vida escribiendo poesía, como evidencia masivamente la aparición de "En busca de mi elegía", una antología con creaciones que datan de la primera década del siglo XXI, y que discurren en torno la guerra, la naturaleza o el oficio de la escritura.
A partir de un renovado interés que en los últimos meses permitió que volvieran a circular en la Argentina obras como la novela "El nombre del mundo es bosque" y el libro de misceláneas "Las chicas salvajes", la escritora vuelve a trasponer el cerco editorial que la mantuvo descatalogada por décadas en el país con una veta que siempre permaneció ensombrecida por el fuego de su aportes al género fantástico y la ciencia ficción, a los que dotó de una profundidad filosófica y una sensibilidad feminista inéditas que reconfiguraron estos géneros.
Le Guin empezó a escribir poesía en 1959 y nunca dejó de hacerlo. Lo logró con una persistencia que se intuye en la flamante aparición de "En busca de mi elegía", un volumen publicado en España por el sello Nórdica que ofrece un extracto de sus seis volúmenes anteriores de poesía a través de 70 poemas seleccionados y 77 inéditos donde esparce su mirada sobre la guerra, la creatividad o la maternidad.
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Con una prolífica carrera literaria que abarcó casi sesenta años, a Le Guin se la conoce por sus mundos fantásticos de "Terramar" más que por sus versos. Se la conoce y se la reconoce: sus obras de ficción especulativa y fantasía le valieron ocho premios Hugo, seis Nébulas y veintidós Locus.
Publicó su primer poema, "Folksong from the Montayna Province" en 1958 y ya nunca pudo detener el impulso poético, quizás porque, como ella misma explicó en los versos de uno de sus poemas: "Las rimas pueden parecer, cuando son tan exactas,/ una puerta tras otra cerrada a cal y canto; / y sin embargo la repetición tranquilizaba, la campanada/ de un viejo reloj que marca la hora exacta./ Y así la forma estricta ofrecía a la quinceañera/ (tímida y atrevida, retraída y osada,/ desorientada y cándida en el reino de las ideas)/ la estructura estable y fija que buscaba".
"Un complemento perfecto para que el lector que la conoce por la ciencia ficción pueda descubrir quién era realmente Ursula". Así define esta antología poética el editor Diego Moreno, a cargo del sello Nórdica. A tono con su formulación, Le Guin muestra en estos versos una pulsión radicalmente distinta a la de la ficción: "Utiliza un verso muy sencillo, bastante transparente y accesible, no toma grandes riesgos poéticos. Un lector medio de poesía se va a sentir muy cómodo con ellos", destaca Moreno al periódico El Español.
"'En busca de mi elegía' es un complemento perfecto para que el lector que la conoce por la ciencia ficción pueda descubrir quién era realmente Ursula, una escritora con muchos intereses sociales, sobre todo antropológicos y antimilitaristas", explica el editor.
A lo largo de 60 años de producción, la autora -que vivió durante toda su vida en un rancho de Portland- escribió entre estos versos sobre temas cotidianos y preocupaciones reales. Desde sus paseos por el campo, su contemplación de la naturaleza y su activismo ecologista ("somos el dios del desierto./ Su mano izquierda saca de las llamas/ lo que su mano derecha incendia", denunció) a su propia debilidad por los gatos, como se ve en este verso del extenso poema que le dedica en "Raksha" (2006-2010) a una felina callejera: "Es una gata abandonada. Siniestra. Ojos penetrantes. Demoniaca. Desaliñada, pelo largo,/ negra. Toda negra. Bufa, gruñe, y sale corriendo. Muerde, me dicen. A mí no me ha mordido,/no me quedo a esperar a que me muerda. Pero se estremece, se aplasta contra el suelo, si le acaricio el pelaje aunque sea ligeramente, furtivamente, un estúpido gesto que busca establecer un lazo,/cuando le dejo el cuenco al que acude corriendo temerosa, desconfiada, pero hambrienta, hambrienta./Mojada, fría, sola y hambrienta. Esa es la vida de un gato, Walt", escribe.
En algunos poemas de esta antología, Le Guin establece un puente con la realidad de su tiempo, atravesada por las guerras presentes ("oíd mi maldición sobre la nación de Israel y la nación de Palestina", llega a escribir en un verso) y futuras ("tendrá lugar,/ llevará tiempo, /se cobrará vidas,/ y las malgastará"). Algunos desprenden ironía ("las grandes flotas grises dependen/ no de la voluntad de un almirante/ sino de la locura y la fatalidad./ Los hombres creen hacer sus guerras./ Descubren su error/ tarde y mal") y otros reflejan admiración como los poemas dedicados a Lorca y Gabriela Mistral, de la que ella misma tradujo su obra.
Traducida a más de 40 lenguas, vendida por millones en el mundo, hasta hace no tanto en la Argentina, los libros de la escritora eran objeto de interés de las librerías de viejo y usados, o más bien de reposo. Esto ahora empieza a saldarse. Grandes grupos editoriales como Planeta -de la mano de Minotauro- y sellos independientes como Hekht reconocen la actualidad y urgencia de los temas que la escritora desarrolló con muchísima repercusión y éxito décadas atrás y la devuelven, o le dan la bienvenida, a sus catálogos, con publicaciones como "El nombre del mundo es bosque", novela de filosofía ecológica sobre un universo que persiste gracias a leyes que no admiten la intromisión humana, y "Las chicas salvajes", libro que contiene el cuento del que toma el nombre, un poemario breve, dos ensayos y una entrevista.
Con información de Télam