Es dramático. Los estudiantes participan en linchamientos en Internet y desarrollaron un gusto por la sangre y un placer tiránico que los lleva a intimidar a quien los contradiga. Exigen para ellos 'espacios seguros' en la universidad y que no se los contradiga, pero nadie tiene el valor de recordar que la universidad solo debe ser un espacio seguro para el debate de ideas, advierte Caroline Fourest sobre la dinámica que la lógica de la cancelación le imprime a la vida universitaria.
-Télam.: ¿Qué pasó para que las universidades se convirtieran en legitimadores institucionales de la censura o de las campañas que nacen en las redes sociales?
-Caroline Fourest: Las universidades estadounidenses dominan la academia a través de su poder financiero y su influencia cultural. Pero ese poder económico, la belleza de sus campus y su nivel de vida dependen del precio desorbitado que pagan los estudiantes por estudiar allí o del dinero de los donantes, que odian la más mínima polémica. ¡Y eso pone a la universidad a merced de cualquier campaña de trolls en Internet!
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Si un profesor intenta desafiar intelectualmente a sus alumnos, con palabras que no quieren escuchar, aunque solo para hacerlos pensar, se arriesga a ver nacer una campaña en Internet, luego una manifestación en el campus y ser cancelado y posteriormente, despedido. ¡Decenas de profesores, a menudo progresistas y de alta calidad, han perdido sus puestos en los últimos años porque querían hacer pensar a sus alumnos y estos exigían que los despidieran.
-T.: En el libro "Generación ofendida". De la política de la cultura a la policía del pensamiento"(Del Zorzal) advierte que ser profesor se está convirtiendo en un deporte de combate. ¿Cuáles son las armas para luchar contra la censura y los linchamientos?
-C.F.: Vamos a necesitar coraje. Necesitamos llenar las aulas de coraje. Coraje para pensar y oponerse al espíritu de la manada cuando lo ve en acción. Debemos apoyar #Metoo, el coraje de las mujeres que se atreven a denunciar a su violador, pero también tener el coraje de decir que las acusaciones lanzadas en público deben tener un correlato en la acción legal para que el imputado pueda defenderse. En las universidades y en escuelas, se necesitan rectores y directores valientes que apoyen firmemente a sus profesores cuando los alumnos o los padres de los alumnos buscan desestabilizarlos.
El primer instinto debe ser apoyar al profesor y escuchar a las partes, investigar si es necesario pero sin quebrar la autoridad del docente e incluso reforzarla si la acusación es realmente grotesca. Por supuesto, estoy hablando de casos en los que se cuestiona una enseñanza por su libertad de expresión y pensamiento. Si un profesor es acusado de violar a un menor o de maltratar a un alumno basándose en su identidad, la respuesta debe ser exactamente la contraria. Pero el problema en estos días es que pocas personas todavía saben reaccionar con razón y discernimiento. Sin embargo, esto es lo que necesitamos para promover la igualdad sin socavar las libertades ni cometer injusticias.
Con información de Télam