A partir de la muerte de su madre, quien murió en sus brazos, Sergio Blanco (dramaturgo y director teatral franco-uruguayo) escribió y dirigió Tierra, su nueva obra de teatro, que llegó a Buenos Aires el pasado 24 de abril de 2024 para brindar 10 únicas funciones en el querido Teatro San Martín. La obra, que cuenta con la actuación de Andrea Davidovics, Sebastián Serantes, Soledad Frugone y Tomás Piñeiro, no es solamente un homenaje a su madre: es, también, un viaje profundo hacia el duelo, la vida después de lo terrenal y la transformación del dolor en algo más.
Un duelo no tiene por qué ser solamente triste: puede también ser un proceso bello y transformador. Esto mismo es lo que se plantea Blanco en Tierra, cuya sinopsis reza: "Tierra habla de la manera en que la existencia se modifica después de la muerte de un ser querido, al tiempo que se interroga sobre la mirada y la representación escénica". La obra es una producción de Marea en coproducción con la Dirección Nacional de Cultura del Uruguay, el Centro Dramático Nacional de España, el Complejo Teatral de Buenos Aires y el Centro Gabriela Mistral de Chile.
Blanco, quien nació y vivió toda su vida en Montevideo, vive en Francia desde 30 años. Allí se formo con importantes maestros de teatro, obtuvo una importante beca y escribió obras que más tarde se mostraron en Montevideo, Buenos Aires y muchas otras ciudades del mundo. En Argentina, su nombre resonó en las carteleras de teatro porteño por sus obras, entre las que se destacan Tebas Land, La ira del Narciso, Cuando pases sobre mi tumba, entre muchas otras. Esta vez, llevó al escenario el dolor más grande que un hijo puede sentir durante esta experiencia terrenal que es la vida: la muerte de su mamá.
“Durante los meses en que escribí este texto, mamá vino casi todas las noches a acompañarme y a escribir conmigo. Trataba de consolarme, asegurándome que estar ahora en el mundo de los muertos era algo extraordinario", confesó Blanco. Liliana Ayestarán, su inspiración para esta obra, fue una profesora de literatura, y por ende, la primera persona que lo introdujo al mundo literario desde muy chico. En diálogo con El Destape, el dramaturgo y director dio a conocer cómo fue atravesar aquel duelo y su posterior traspaso a las palabras y la actuación.
Entradas para Tierra, la obra de teatro de Sergio Blanco en el Teatro San Martín
Cuándo: Miércoles a domingos a las 20:30. 10 únicas funciones hasta el 5 de mayo.
Duración: 100 minutos.
Dirección: Avenida Corrientes 1530 (CABA).
Precio de entradas: desde $12.5000
Entrevista a Sergio Blanco, dramaturgo y director de la obra teatral Tierra
¿Cómo te llegó la idea de convertir en un texto teatral el duelo que estabas atravesando? ¿Y cómo fue ese proceso de escritura?
— Después que mamá murió una de las cosas más bellas que me sucedió fue la cantidad de relatos que durante semanas fui recibiendo de varias personas que la habían conocido. Eso fue muy emocionante y me fue demostrando que una persona es la construcción de las miradas de los demás: solo somos el resultado de la mirada de los otros. De alguna manera, son esas miradas las que nos construyen, las que nos dan vida. Y entonces poco a poco me fui dando cuenta de que uno de los lugares en donde quedan los muertos es en los relatos de quienes quedamos vivos. Pero al mismo tiempo el vacío corpóreo era tan grande, que no me alcanzaba solamente con las palabras que la recordaban, sino que también quería volver a encontrar su cuerpo, eso es lo más complejo con a la muerte de alguien: la desaparición abrupta de lo corporal. Y entonces iba a distintos lugares en donde pudiera encontrar huellas de su cuerpo: su cuarto, su biblioteca, su escritorio, etc. Y dentro de esos lugares a los que fui, también decidí ir al liceo en donde ella había trabajado toda su vida y pasé toda una tarde recorriéndolo. Me acuerdo de que durante toda esa tarde fui visitando las diferentes aulas del liceo, la sala de profesores, la biblioteca, etc., hasta que de pronto me empezó a pasar algo extraño: en varios momentos me pareció ver a mamá caminando por los pasillos o subiendo las escaleras o entrando a los salones. Y entonces ahí comprendí que no era solamente en los relatos de los demás en donde están los muertos, sino que también están por ahí, a nuestro alrededor, muy cerca nuestro. Fue así como decidí escribir este texto en donde poder contar esta historia de un dramaturgo que está buscando a su madre muerta para poder hacerle un lugar en esta tierra. Luego vino el proceso de escritura que fue maravilloso porque la escritura de esta obra fue mi manera de convocar y solicitar a mi madre muerta. Y esto último es algo que lo logré porque cada vez que me sentaba a escribir increíblemente podía ir sintiendo poco a poco su presencia a mi lado.
¿Cómo comenzó tu vínculo con la literatura, teniendo en cuenta que tu madre era profesora de literatura?
— Cuando nací mi madre estaba terminando su tesis sobre tragedia griega y durante mis primeros meses de vida, siendo yo un bebé, mi madre para distraerme me hablaba en griego. Las primeras palabras que yo escuché en mi vida fueron del griego antiguo. Y a partir de allí el vínculo que tuve con ella siempre fue extremadamente literario. Fue ella quien me enseñó a leer y a escribir a la edad de tres años. Y también fue ella quien me fue iniciando en el mundo de los libros y de la literatura y de la escritura. Creo que con mi madre nunca hablamos de otra cosa que no fuera de literatura. Ahora que lo pienso, podría decir que la literatura era la forma de vincularnos entre nosotros y al mismo tiempo, la forma de desvincularnos del mundo. Y también creo que de alguna manera es ese intenso vínculo literario que supimos establecer el que me permite hoy en día seguir dialogando con ella por medio de la lectura y de la escritura ya que como bien dice San Agustín "las letras fueron inventadas para que podamos conversar incluso con los muertos".
¿De dónde surgió la decisión de que el personaje de tu madre no esté en escena?
— Las personas muertas están tan ausentes que esa ausencia se puede hasta acariciar de tan presente. Eso es algo que aprendí con la muerte de mamá y es lo que también quería contar en esta obra. Y para dar con esa idea ambigua de ausencia y presencia, me parecía que el personaje de Liliana no tenía que estar físicamente en escena para que pudiera ser revivido por los personajes. En esta obra mamá no está y sin embargo es el personaje que más está. Esta ambigüedad le da un estatus un poco espectral o fantasmagórico al personaje. Pero, sobre todo, este estar y no estar es la forma en que logramos hablar de la muerte. Es como si de alguna manera la interrogante que planteara esta obra fuera: ¿estar o no estar?, esa es la cuestión.
¿Qué es, para vos, un duelo?
— Para mí es algo hermoso y muy bello: es la manera en que le hacemos un lugar en nuestras vidas a una persona que ya no está más físicamente entre nosotros. Es la forma en que decidimos que un muerto va a estar presente en nosotros y con nosotros. Es un procedimiento en donde se activan un montón de mecanismos vitales y toda una serie de estrategias para hacerle un lugar a los muertos. Yo estoy convencido de que los muertos no quieren que los olvidemos porque le tienen miedo a la nada y desde el más allá nos piden que los sigamos creando y recreando hasta el infinito para que puedan tener un lugar en esta tierra.
¿Qué rol ocupaba tu madre en tu vida? ¿Cómo era su relación?
— Ocupaba un rol muy importante y nuestra relación era hermosa. Siempre sentí hacia ella una gran admiración por la mujer que era: un ser siempre comprometido con su época, con el mundo, con las personas. Una gran maestra. Un ser generoso, amable, noble, elegante. Una gran poeta. Liliana fue elegante hasta su último momento: cuando murió lo hizo de forma bella y distinguida. Sus últimos suspiros fueron la última lección de vida que me dio. Con mamá muchas veces hablamos de la muerte y del gran misterio que supone morir. La vida que compartí con ella siempre estuvo habitada por la muerte. No tenemos que olvidarnos de morir, me decía siempre mamá. Y me insistía en que no teníamos que olvidarnos de que la muerte era lo que le daba un sentido a nuestra vida.
¿Qué dramaturgos te inspiran o te gustan?
— La inspiración para escribir no la encuentro tanto en la dramaturgia sino en otro tipo de manifestaciones artísticas como pueden ser las artes plásticas o la poesía. La inspiración también la encuentro en textos científicos que siempre me interesa leer o en textos filosóficos. Pero la mayor parte del tiempo, la inspiración la encuentro en la vida misma: en lo que voy viviendo o en lo que va sucediendo a mi alrededor. La vida es una fuente prodigiosa de inspiración. Por eso mismo yo siempre siento que estoy encontrando material para escribir todo el tiempo.
¿Qué creés que tiene que tener un texto teatral para poder funcionar bien en escena?
— No lo sé. Porque, además: ¿qué quiere decir ‘funcionar bien en escena’? Es todo tan relativo, ¿no? Lo que funciona para algunas personas puede no funcionar para otras. Creo que no hay ninguna receta, ni ninguna fórmula, ni ninguna técnica. El campo de la creación es un territorio inmenso en donde cada uno va experimentando, probando, arriesgando. Y esto último es quizá lo más bello de la creación artística: no hay ningún manual de cómo se tienen que hacer las cosas.
¿Cómo fue el proceso de dirigir a los actores? ¿Ellos propusieron o aportaron cosas desde lo actoral que quizás estaban fuera del guión, por ejemplo, o fue un trabajo puramente centrado en el texto?
— Fue un proceso maravilloso como lo es siempre para mí montar un espectáculo. Los intérpretes son quienes levantan el texto. Yo lo único que hago es mirar y acompañar con mi mirada todo lo que ellos van construyendo. No hay nada más fascinante que mirar a una actriz o a un actor trabajar: es algo muy seductor y a mí me encantan que me seduzcan. El texto teatral es un texto que está buscando la carne de los intérpretes, y el ensayo es el lugar en donde se produce esa encarnación. Yo siempre llego al ensayo con el texto ya escrito pero el ensayo en tanto que espacio de experimentación, es un lugar prodigioso que siempre corrige el texto, que lo mejora, que lo va modificando con saberes propios a la escena. Yo nunca publico un texto de teatro sin que antes haya sido puesto en escena. Estoy convencido de que no hay nada mejor que la materialidad del escenario para corregir y mejorar un texto.