"Cuando era joven jugaba al fútbol. Me probaron, pero no era bueno. Había otros mejores que yo. En lo que sí tenía condiciones era en la carrera de actor. Animándome al vértigo dejé el laburo que tenía en ese momento, una empresa en la que ganaba mucha plata, y entré al Conservatorio. Para ser un buen actor hay que tener muy despierta la curiosidad. Y yo de chico era muy lector", narra Roberto Carnaghi, uno de los artistas más importantes de Argentina y un nombre fundamental de la historia de nuestro teatro, cine y televisión.
La pandemia de coronavirus llegó para frustrarle su agenda cargada de trabajos y recién ahora pudo volver a la actividad gracias al híbrido audiovisual Ecos. Homenaje por los 60 años del Teatro San Martín, una miniserie fantástica que honra a los fantasmas de la institución artística de la Avenida Corrientes. "Tenía reservado todo el 2020 con tres espectáculos: la reposición de 'Aquí cantó Gardel', en el Centro Cultural 25 de Mayo, una idea de Jorge Telerman para festejar los 60 años del San Martín que iba a llamar 'El cabaret de Carnaghi', y una obra comercial en la Avenida Corrientes. Estaba ocupado y de pronto me quedé sin laburo y los proyectos se pincharon", reflexiona, en diálogo con El Destape.
- ¿Te deprimiste?
Por suerte no. A mi edad lo que mata de la pandemia es que ya quedás descartado porque es peligroso contratar a un tipo que tiene más de 80 años, no conviene. Lo que sí me molesta es no poderme vacunar: llamamos por teléfono con mi mujer, mis hijos y mis nietos hasta el cansancio porque no podíamos entrar a la web para registrarme. Recién ahora nos atendieron para decir que “próximamente” recibiríamos notificaciones. Eso sí me tiene mal. Necesito la vacuna para salir a la calle y trabajar.
- Ojalá puedas inmunizarte muy pronto.
Gracias, pero hay un clima de mucha incertidumbre afuera que preocupa. Va a estar muy difícil la situación cuando afloje el verano, en el rebrote de Europa está el ejemplo más claro. Lo más importante para mí ahora es poder estar vivo. Tengo nietos e hijos. No quiero enfermarme porque me gustaría estar y ver a los chicos ir al jardín, crecer, que compartan tiempo con su abuelo.
- Recién mencionaste que en este contexto los artistas de más de 80 son descartes en la industria, ¿qué análisis hacés del rechazo a los mayores?
Frente a la pandemia soy una persona de riesgo, a pesar de no estar enfermo. En mayo cumplo 83 años y quiero llegar bien. En ese sentido es riesgoso emprender un desafío laboral con una persona mayor. Después existe otro sistema de descarte, que hace años lo tenemos: Cuando arranqué en el oficio, los que trabajaban eran todos actores grandes. Los de 40 o 50 años hacían de galanes y nosotros, los pibes, estábamos en roles menores. Poco a poco eso se fue modificando y los jóvenes pasaron a protagonizar los teleteatros.
Soy afortunado porque todavía me llaman de todos lados, sería hipócrita de mi parte decir que tuve ese problema con la edad. Pero indudablemente hay menos margen de trabajo para los viejos. A propósito, te dije la edad porque el San Martín me la deschavó en un homenaje abierto que hicieron cuando cumplí los 80 años. (Risas) Son los años que aparento por fuera, porque yo no me siento viejo. De hecho, siempre voy a seguir investigando y tratando de ser mejor cuando tenga 90 años, 100, 110, 120. Escuchando a los jóvenes como Emiliano Dionisi, que me dirigió en Ecos, Homenaje por los 60 años del San Martín.
- En el Teatro San Martín construiste una trayectoria intachable y llena de personajes para el recuerdo.
Cumplí el sueño de todos los artistas. En 1970 debuté en el San Martín haciendo Romance de lobos con Alfredo Alcón, Milagros de la Vega y Hedy Crilla. Éramos dirigidos por el admirado Agustín Alezzo. A partir de esa obra trabajé en varias puestas del teatro hasta que me incorporé de manera oficial al elenco estable. Eso me permitió crecer como actor de una forma emblemática. Tuve la fortuna de hacer autores como Molière , Shakespeare, Ibsen.
- ¿Sufriste persecución en los '70?
Una vez los milicos amenazaron con ponernos una bomba antes de iniciar una función en el teatro Armando Discépolo, que estaba sobre la calle Pichincha, y pese a todo decidimos salir al escenario como un acto de resistencia. Tiempo después, Pedro Ramírez -uno de los actores- tuvo que irse del país. Fue una época difícil. Cuando llegabas a tu casa tenías que controlar que no te hubiesen puesto una bomba. No sabías quien estaba al lado tuyo.
- ¿Te importa el prestigio?
A esta altura no sé muy bien qué significa esa palabra. Sí, guardo algunas críticas del exterior como la vez que hablaron muy bien de mí en la revista Variety pero no es algo que persiga o busque. Me acuerdo de una crítica de un espectáculo que hacíamos con el elenco estable en la Sala Casacuberta, donde elogiaban a un actor que para mí no estaba bien y tildaban de desastrosa la interpretación de otro, que era genial. Es horrible ver como se bajonean los actores cuando les hacen malos comentarios.
- Igual, ¿sentís que la crítica tiene el peso que tenía décadas atrás?
Al actor le sigue importando. Es cierto, si en los ´80 La Nación te mataba, el espectáculo no te lo iba a ver nadie. O determinados críticos que se ensañaban con un artista. Siendo amigo de Gasalla, recuerdo que la primera vez que se subió a un escenario los críticos lo despedazaron (risas)
-¿Y en tu caso?, ¿te peleaste con algún crítico?
Jamás. Me han tratado muy bien. En ocasiones no he recibido menciones o elogios, pero eso nomás. Eso sí, creo que a veces se equivocan. Después de todo, son seres humanos.
Ecos. Homenaje por los 60 años del Teatro San Martín puede verse de forma gratuita a través de la web Vivamos Cultura (https://vivamoscultura.buenosaires.gob.ar/)