“El ritual teatral se vuelve una experiencia de tipo metafísica. El público va al teatro para ensayar la muerte y suspender su identidad, el tiempo y el espacio”, remarca Pompeyo Audivert, actor y director de grandes puestas de autores rioplatenses y de clásicos como William Shakespeare, a quien le rinde un culto sobrenatural en la asombrosa Habitación Macbeth, un hito de la cartelera porteña que, en enero de 2024, debutará en el teatro Metropolitan Sura para continuar el éxito de sala llena. “Macbeth dialoga con el frente histórico que estamos viviendo. A partir del resultado de las elecciones, empecé a sentir que en las funciones ardían significaciones vinculadas al presente”, añade el intérprete, en diálogo con El Destape, sobre la admirable hazaña que logró en su más reciente creación y las consonancias del autor inglés con la turbulenta actualidad política argentina.
Lograste un acontecimiento que se mantiene en el tiempo.
- Cuando empezó a suceder el fenómeno de la sala llena, las críticas excelentes y los premios no solo me produjeron una alegría inmensa sino que fue una suerte de confirmación de esta apuesta tan particular. Un actor solo, llevando adelante tantos personajes, toda la obra, era algo arriesgado. No voy a negar que cuando sentía esa alegría previa en los ensayos, también sospechaba si no estaría medio loco. Uno a veces se hace la cabeza de que algo va a funcionar y después es todo lo contrario, me ha pasado.
Saber que Habitación Macbeth gustaba hizo que me concentre aún más en el trabajo: empecé a prepararme físicamente y a comer de una manera especial para estar con la energía disponible para la función, y así mantener una regularidad que haga que todas las funciones sean buenas y que no haya altibajos. Me preocupaba mucho eso, al principio, habiendo tres funciones semanales y sentía que todas debían tener el mismo nivel.
Sos obsesivo con el trabajo.
- Y con cada función. Creo que cada una debe tener algo nuevo, algo propio de ella vinculado a cuestiones que son objetivables y relacionadas conmigo, con mi cuerpo y mis circunstancias históricas, y a cuestiones que no son tan objetivables y son de una naturaleza más metafísica o sobrenatural que siempre visitan el acontecimiento si uno está en disposición de ser visitado por ellas. El peligro que corre el teatro siempre es el de la profesionalización, donde la repetición podría empezar a ser burocrática. De eso nos cuidamos todos los artistas teatrales. Al final terminás cansado, pero es un cansancio gozoso.
Hablemos de los rituales que adoptaste para estar pleno en las funciones.
- Para mí es central hacer la función, en términos muy vulgares, con el estómago vacío. Como 7 horas antes de salir a escena y después hago ayuno intermitente. A eso le sumo ejercicios de gimnasia que me sirven para no agotarme -en la obra hay una fuerte demanda física- y por otro lado, tengo una vida muy ordenada en términos familiares. Todo se circunscribe a las clases y a mi hijo pequeño, a quien adoro, que tiene siete años. Por fuera de eso no tengo una vida social.
Los premios alimentan el ego, ¿cuesta mantenerlo al límite?
- El tema del ego y la fascinación por el reconocimiento y los premios me parece algo peligroso, siempre lo critiqué en los artistas en los que eso sucede. El registro yoico sobre la posición es algo que me interesa tenerlo bien alejado, nada tiene que ver con la condición sagrada y sobrenatural de la actuación. El desafío es alcanzar un centro de atención imperturbable.
¿Y cuando ves que otro cae en esa conducta?
- (Risas) En los colegas que respeto no veo que eso suceda, en los cercanos y en los lejanos. Sé de algunos, que son gente conocida, en donde eso sí aparece y está, y me produce cierta tristeza porque es una parálisis que les impide avanzar hacia nuevos confines de su propia estructura creativa.
Es perturbador tu trabajo de composición de 7 identidades tan disímiles para un solo actor. ¿Cómo fue el proceso de creación artística?
- Trabajo desde hace muchos años en El Cuervo, mi estudio, investigando una técnica teatral que tiene mucho que ver con el concepto de composición. Esta palabra es central en mi trabajo y afecta a dos niveles de la producción: al nivel físico-compositivo del cuerpo y al nivel compositivo del espacio. Es una composición física que tiene algunas reglas vinculadas a las velocidades y particularidades del despliegue y a considerar los movimientos como trazos. A partir de ese plan formal de creación artística es que empiezo a transitar a los 7 personajes. Estas composiciones activan una interioridad.
Es un aquí y ahora, hay que poner el cuerpo para hacer eso y no es una cuestión mental. Lo vivo como un hecho muy misterioso de autoconocimiento. Todo lo que es la estructura yoica del ser desaparece por completo. En esas condiciones estoy en una zona de mí muy vinculada a la superestructura de la presencia vaciada del yo. De algún modo es la última zona identitaria.
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¿Cómo te llevás con la soledad?
- Siento que el estar solo sucede más antes de salir a las funciones, en bambalinas. La conciencia de saber que voy a estar solo me abruma, pero cuando entro a escena ya no me perturba. Suelo pedir ayuda a los fantasmas y siento asistencias sobrenaturales que acuden a la cita de la obra y me dan aliento.
¿Creés en la vida después de la muerte?
- Creo en la reencarnación. De hecho, el teatro es una metáfora al respecto de ella. También creo en la otredad, en haber sido otros en el pasado y estar siendo otros en este momento, en otros planos.
¿Cuál es tu relación con la televisión y el cine? ¿Son lenguajes que te gusta transitar?
- Es una relación furtiva, episódica, incómoda. Son lenguajes que no me son familiares, me cuesta mucho actuar en esas condiciones. No obstante, he logrado un tipo de concentración adecuada para un tipo de actuación como la que se pide en esos niveles, que es más de tipo naturalista. Pero me cuesta, no la paso muy bien. Soy un actor teatral, indudablemente.
¿El futuro sociopolítico te abruma?
- Siento miedo y estoy trabajando con eso para que no me domine. Hay que estar muy atentos, a la espera de los acontecimientos, tranquilos y reconstituyendo de nuevo un “nosotros” que bajo el gobierno de Alberto (Fernández) se des-constituyó. El problema fue Alberto y su entorno, con toda esa fantasía ególatra que desvitalizó ese nosotros del que éramos parte y disipó las fuerzas poéticas que querían constituirse en un campo de realidad. Esa fue la verdadera tragedia.
Habitación Macbeth. Desde el 5 de enero viernes y sábados a las 20 horas en el teatro Metropolitan Sura (Avenida Corrientes 1343, CABA).