Zulma (Paola Barrientos), Martita (Alejandra Flechner), Estela (Eugenia Guerty) y Raquel (Susana Pampín) son señoras de elite que se juntan a tomar el té y jugar a las cartas. Estas chetas hablan de sus criadas y se sacan el cuero, a la par que embuchan sanguchitos y macarones. Pero un suceso inesperado -un crimen- transformará la reunión en una hoguera donde se ejecutará a la hechicera culpable. Tarascones, éxito indiscutido desde su estreno en 2016, vuelve a escena en el teatro Metropolitan Sura (Avenida Corrientes 1343) para seguir dando una mirada ácida de la clase alta argentina. En diálogo con El Destape. la destacada actriz Paola Barrientos analizó el impacto de la puesta ante el surgimiento de personajes e ideas de derecha que se creían desterradas.
- ¿Cómo viviste la vuelta a los ensayos con Tarascones?
Durante la pandemia, con las chicas tuvimos muchos encuentros virtuales para tratar de encontrar la vuelta para reestrenar la obra, dado que habíamos cerrado la temporada en el Picadero y no teníamos teatro para seguir con las funciones. El plan siempre fue guardar las cosas por poquitos meses y arrancar de nuevo, pero la cosa se fue alargando más de lo deseable. En las reuniones virtuales llegamos a pensar en hacerla con máscaras, dado que teníamos muchas ganas de que sucediera el reencuentro. Nos pasa que sentimos Tarascones como un encuentro de diversión garantizada y muy necesaria.
- El teatro en verso está más asociado a las obras clásicas, ¿dudaste en aceptar la obra?
Hasta el momento en que Ciro Zorzoli me ofrece la obra no había visto nada de Gonzalo Demaría, el autor, aunque sabía que “le picaba” por el verso. Tarascones es un texto en el que ante la primera lectura ya te vas imaginando todo el universo, porque te encontrás con un verso muy posible de llevar a la acción. Es moderno. Igual, en una primera instancia, con las chicas pensamos que esto (el verso) podía llegar a ser una dificultad para el público. Y pasadas las funciones caímos en la cuenta que era todo lo contrario: una llave de entrada para entrar en un juego despojado. Hay algo en esa particularidad del decir que es hasta estético y exacerbado en la forma de actuar, y la gente lo disfruta mucho.
- Sobre el componente de clase que tiene Tarascones, ¿qué se siente interpretar a una cheta de las que pueden encontrarse en Recoleta o Belgrano?
(Risas) En mi caso, al personaje siempre la imaginé cómo una señora que no había nacido en esas zonas y siempre aspiró a ser de una clase más alta a sus orígenes ocultos. La libertad que nos dan estos personajes nos permite poner todo lo que uno imagina de determinados seres.
- Buena parte del público que disfruta el teatro de la Avenida Corrientes responde a un estatus similar al de los personajes, ¿sentís que pueden sentirse incómodos ante la propuesta?
Sin duda. Y puede haber gente que no se haga cargo para nada de cuáles son las similitudes de la obra con la realidad, eso también pasa. Sienten un espejo que no los refleja. Venimos de temporadas largas con Tarascones, con muchas experiencias distintas: arrancamos en el 2016, en el Teatro Nacional Cervantes y luego tuvimos la posibilidad de hacer gira por muchos lugares del país. Desde montar la obra en pueblitos muy chicos de Misiones, hasta llevarla a teatros más grandes. Digo esto porque se trata de públicos muy distintos a los que recorren habitualmente el teatro Cervantes, y no lo digo por una cuestión de prejuicio sino porque, por ejemplo, si sos de Moreno y vas hasta el Microcentro para ir al teatro a la noche, a la vuelta no tenés con qué volver si no andas con auto. Hay una cuestión de posibilidades y recursos que también hacen al público que va al teatro.
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- Montaron la obra por primera vez durante el gobierno de Mauricio Macri, donde los personajes de la obra se camuflaban con la realidad sociopolítica, ¿pensaron en eso?
Mucho, y sentíamos que ese era el momento justo para hacer Tarascones, para poder servir en bandeja y exponer a esos personajes nefastos de la política. A la vez, vivimos un momento social en el que es necesario que estas cuatro mostras habiten el escenario. Surgieron personajes bastante poco queribles.
- Javier Milei.
Por ejemplo. Y más allá de estos sujetos, creo que está bueno analizar los discursos e ideas que los representan y se legitiman. Es grave que tengamos que volver a cuestionar cosas en las que creíamos estar todos de acuerdo. Si nos quedamos en los personajes, corremos el riesgo de que las ideas se enquisten. Los personajes pueden camuflarse y moverse para donde les convenga, son esas ideas y tensiones de clase a las que hay que prestarles muchísima atención.
- Te destacás por mantener un bajo perfil en el ambiente, ¿cómo transitás la popularidad?
Sin bien con las publicidades del Banco Galicia y con la tira Graduados empecé a conocer más la popularidad, la verdad es que tengo una vida aburrida. No lo oculto, pero a nadie le interesa (risas) Hay cierta cosa del bardo de las redes que no me parece interesante. No soy de las figuras que encuentran atractivo comunicarse con fotos de sus vacaciones o de sus hijos. No entiendo el vínculo con las redes sociales. En algún punto voy a tener que hacerlo porque tengo hijos adolescentes, y voy a terminar enterándome que pasa ahí. Mientras tanto, tengo una cerrazón importante al tema.
Por otro lado, siempre es lindo que te reconozcan por tu trabajo, eso me halaga. Al mismo tiempo hay algo de la intimidad de cuando andas en la calle, que se pierde. Es increíble el poder que tiene la televisión, un poco monstruoso también. Cuando hacía Graduados, mi vida estaba en continuo bullicio.
- ¿Volverías pronto a la televisión y a la publicidad?
A la publicidad no, es un camino que ya completé. Y si hubiese tele, me encantaría. Lamentablemente el formato cambió mucho y las plataformas se terminan de comer lo que queda. Ahí la batalla cultural está jodida.
- Tarascones. Funciones: martes 20 horas en el Metropolitan Sura (Avenida Corrientes 1343). Entradas en venta en Plateanet y en boletería.