Osvaldo Santoro: la enfermedad que lo sacó del teatro, su triunfante regreso y su gestión en los medios públicos, entre alegrías y amarguras

El respetado actor Osvaldo Santoro vuelve al teatro luego de una serie de cirugías por un tumor de garganta, y de perder a su esposa María Inés, que murió en el 2022.

01 de agosto, 2024 | 09.53

Osvaldo Santoro volvió al teatro con el drama La lluvia seguirá cayendo, una historia que explora el reencuentro postergado entre un padre y su hijo, en un presente marcado por la crisis y las tensiones no resueltas que llevaron a un distanciamiento familiar. El actor, uno de los más respetados de su generación, alterna su regreso a los escenarios tras superar una enfermedad con acciones de compromiso socio-político que lo llevaron a ocupar espacios como Concejal, miembro fundante de SAGAI y, más reciente en el tiempo, exvicepresidente de Radio y Televisión Argentina en la gestión presidencial de Alberto Fernández. En diálogo con El Destape, Santoro presentó su nuevo proyecto, analizó la actualidad de los medios públicos y recorrió aspectos curiosos de su camino artístico.

- ¿En qué momento de tu vida estás ahora?

En un momento muy extraño de mi vida… perdí a mi esposa hace dos años después de 50 años de casados. Ese es un duelo que dura, se va y vuelve, pero en general fue bien elaborado porque tuvimos un matrimonio muy feliz. Un poco antes de que ella falleciera, tuve un tumor en mi cuerda vocal derecha, mi instrumento de trabajo, lo cual significó dos operaciones y 35 aplicaciones de rayos… la vida me dio un cachetazo tremendo. Hoy, particularmente, he podido volver al teatro con “una voz de Rod Stewart” (risas) con una obra muy emotiva y que me pone muy feliz hacer. Me importa haber vuelto.

- ¿Después del tumor pensaste que no ibas a poder volver a actuar?

Atravesar algo así abre preguntas de todo tipo que me llevaron a replantear la vida y lo que hago… nunca le tuve miedo a replantear las cosas: he sido carpintero y tapicero en un momento muy difícil de mi vida con mi mujer -cuando ella tuvo un cáncer que pudo superar y tras muchos años le volvió- porque no teníamos un peso y había que sobrevivir. Más allá de eso, he podido ahorrar lo suficiente para manejarme con austeridad y también he podido encontrar en Beatriz Spelzini, una gran amiga a la que quiero mucho, la posibilidad de aprender que uno tiene que acotar la vida a lo que realmente está sucediendo en el presente.

- La lluvia seguirá cayendo, la obra que estás protagonizando en este momento, cuenta la historia de un reencuentro emocional entre un padre y un hijo…

Sí. Todo empezó en el año 2002, en plena crisis, cuando junto a Paulo Brunetti tomamos una obra de Eduardo Rovner que se llamaba Lejana tierra mía y narraba la desconexión y los puntos de fricción de un hijo con su padre ante una decisión de este último. Tuvimos gran éxito y las críticas fueron buenísimas, así que nos quedaron las ganas de seguir trabajando la historia, continuarla. Por temas de trabajo eso se fue postergando hasta hace algunos años, cuando nos juntamos con Paulo y tomamos el texto de Rovner como una posibilidad para seguir explorando qué pasó con esos personajes 22 años después. Pero ya no es su obra, sino de Oscar Barney Finn y Marcelo Zapata… solo quedaron los personajes originales en una historia nueva. Lo que fuimos escribiendo ya es parte de nuestra vida: aparece un padre pintor en cierta decadencia de su vejez, lo que no implica tener el prestigio que siempre tuvo, y el reencuentro con su hijo.

- ¿Cómo fue la relación con tu papá?

Mi viejo me dejó marcado para toda la vida porque murió a los 50 años, joven. Fue un sindicalista de los duros, que se atrevió a hacer aquella famosa huelga que encabezó el gremio del calzado por 55 días, muy peronista y activo. Extrañamente esa genética quedó en mí, ya que en el momento en que apenas ingresé al Conservatorio me eligieron para que sea el delegado, sin posibilidad de elección (risas). A partir de ahí vendría más adelante la secretaría de SAGAI, mi trabajo como Concejal y la vicepresidencia de RTA.

Tengo muchos recuerdos fuertes de mi viejo. Uno de ellos fue el 16 de junio de 1955, el día del bombardeo en Plaza de Mayo. Mi viejo no volvía, eran las 4 de la madrugada y estábamos con mi vieja y mis dos hermanos pasándonos un pañuelo llorando, esperando que la puerta se abriera y eso no pasaba. Y de pronto se abrió… era papá que había estado ayudando a la gente en ese famoso desastre que dejó el bombardeo. A mí me dejó marcado para siempre esa escena. Cuando me dicen “¿por qué sos peronista?” se me viene a la cabeza esta historia y la vez que con 4 años mi vieja me llevó de la mano, un día de llovizna, hasta el Congreso porque había fallecido Perón. Mi viejo marcó toda esa impronta.

El rol social del actor, su gestión en RTA y una mirada crítica de los medios públicos

- ¿Está deteriorada la idea del rol social del actor? Ciertos artistas afines a ideologías de derecha han contribuido a una mayor polarización en el sector...

Cualquier artista, aunque lo niegue, es muy individualista… desvincularse de eso para solidarizarse con la gente más humilde tiene sus riesgos porque te empiezan a ver torcido. Un Jorge Marrale, presidente de SAGAI y mi mejor amigo, y una Beatriz Spelzini, actriz comprometida con los derechos sociales, son la gente que me interesa. Aunque no dejo de aceptar que un Brandoni o un Darín -que tienen un prestigio bien ganado- opten por no decir nada o quedarse en la suya, yo estoy del otro lado.

- Son figuras que podrían estar diciendo algo, son muy populares…

Pero yo no me hago más problemas, cada uno sabe muy bien qué dice, a quiénes se lo dice y cuándo lo dice. Una vez hablé personalmente con Luis “Beto” Brandoni, a quien admiro mucho como actor, y le pregunté qué le había pasado y dónde había quedado ese dirigente gremial de la Asociación Argentina de Actores que luchaba de una manera notable. “Yo siempre fui así”, me dijo. Por eso, no me interesa analizar la vida de los otros aunque creo que uno en la vida siempre elige.

- ¿Estás satisfecho con tu gestión en Radio y Televisión Abierta?

Sí, y quiero destacar la personalidad de Rosario Lufrano. Creo -y no es vanidad personal- que hemos hecho, quizás, la mejor gestión que se haya podido hacer para Radio y Televisión Argentina, poniendo en funcionamiento programas autóctonos en las 50 radios nacionales del país, contando la emisora ubicada en la Antártida, y hemos podido darle una característica distinta a la TV Pública respetando la pluralidad. 

A mí me sorprendió Rosario Lufrano cuando me llamó para ofrecerme un cargo. Me dio las razones por las que sentía que era óptimo y la acompañé sin dudarlo porque me pareció que era un lugar idóneo para trabajar para los compañeros actores. A pesar de ello tuve mis recaudos antes de aceptar, dado que había habido una problemática de mala administración dentro de la TV Pública que venía de la gestión anterior y que Rosario pudo resolver.

- Y pasaron 4 años y Milei ganó las elecciones presidenciales…

Sí, es muy doloroso porque creo que no tienen ni idea de lo que quieren hacer con los medios públicos. La verdad es que los problemas venían desde hace mucho tiempo, nunca hubo ideas claras, específicas y transparentes sobre los medios públicos y la construcción de un plan para mantenerlos bien en el tiempo y que tengan el mismo peso de la BBC, por ejemplo. En ese sentido, desde mi entonces cargo de vicepresidente de RTA busqué unir a los trabajadores para crear futuro y que la TV Pública tome el carácter de productora de eventos importantes, de ficción, una industria cultural… y no siempre fue fácil.

- ¿Viste alguno de los nuevos programas de la TV Pública actual?

No. No sé cómo serán y no sé si los voy a ver. Pasa que te empieza a agarrar como una bronquita porque tuvimos las herramientas para poder hacer algo diferente y mantenerlo en el tiempo...

- ¿Volverías a aceptar un puesto directivo en RTA en el futuro, en otra gestión?

Si de repente me ofrecen armar un equipo que piense y repiense algo con trascendencia, me interesa sumarme. La realidad es que para Milei la TV Pública y los medios públicos no son algo de interés, ya que no le es un negocio inmediato y piensa que una emisora perdida en La Quiaca es una pérdida de dinero, cuando en realidad es un servicio para mantener conectados a los vecinos. Es complejo.

- ¿Cómo ves el futuro de los medios públicos?

Siempre veo que las crisis y el caos, por lo general, traen consecuencias positivas, dado que se toma conciencia de lo que no funciona y se hizo mal.

La charla en un taxi que lo animó a hacer televisión y el precio de la fama temprana

- Te convertiste en un actor popular de grande y por la televisión, ¿era un medio que mirabas con prejuicio?

¡Esa es una gran historia! Sucede que en el Conservatorio Nacional formaban actores de teatro; del cine y la televisión no se hablaba nunca. Era todo una cuestión de prestigio en la que te inculcaban que el teatro era un sacerdocio. Con esta regla dogmática de lo que era esperable de un actor dramático, un día me agarró Tito Cossa en un taxi y me preguntó por qué no hacía televisión. Mi respuesta ingenua fue “porque te deforma”. La risotada que pegó Tito al escucharme me hizo ver que las cosas quizás no eran como me las habían enseñado.

Después y al poco tiempo recibí un llamado de Oscar “El Gordo” Viale, que me llamó para decirme que iba a volver Mi cuñado, con Brandoni y Darín, en la televisión y que había un personaje “teatral” -se ve que Tito le habría anticipado algo de nuestra charla- que podía ser para mí. Me agarró confundido pero me compró. Estuve el primer año de la tira y luego aparecieron Gustavo Yankelevich y Adrián Suar con la propuesta de incorporarme a Poliladrón como el Comisario Chape, porque Carlos Carella no podía hacerlo más por un tema de sus piernas. Gracias a ese personaje gané un Martín Fierro y ahí empezó mi camino en la televisión.

- ¿Te arrepentís de no haber arrancado antes a hacer televisión?

No, porque mi primera etapa de exploración teatral fue hermosa, maravillosa. Aún así, la televisión me dio la posibilidad de entender mejor la carrera. Ahora veo chiquitos que de golpe alcanzan la fama y no tienen una formación y tampoco les preocupa estudiar. Y veo también que cuando se caen del sistema es triste. A muchos actores jóvenes les he hablado, muchos me han escuchado y otros tantos no.

  • La lluvia seguirá cayendo puede verse los sábados de agosto a las 18.30 horas en Beckett Teatro (Guardia Vieja 3556, CABA).

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