La reconocida actriz Mónica Cabrera, creadora de espectáculos emblemáticos como El Club de las Bataclanas, Arrabaleras, mujeres que trabajan y Casamata, vuelve a la dirección teatral con Mondo Roto, una comedia ácida de alto voltaje político que se presenta los domingos en el teatro Abasto Social Club. “La obra la empecé a escribir en febrero de 2023. Estaba muy inquieta y apenada por lo que veía que estaba sucediendo en el país, y ese dolor me afectaba directamente. En ese contexto, quise reflejar con humor, violencia y energía estos trucos de la política y ponerlos en un encuadre histórico: esto no es algo que empezó hoy. La idea siempre fue abrir una discusión ideológica y filosófica que nos lleve a preguntarnos para qué estamos acá”, indicó la comediante -que en los últimos años copó las redes con La señora que lo votó, un personaje simpático que representa a los “confundidos” que son atraídos por discursos engañosos de la derecha y pagan las consecuencias en su vida diaria- en un mano a mano con El Destape.
- ¿Encontraste una respuesta al “para qué estamos acá”?
No, yo no soy política. Si yo tuviera la solución de este problema, sería dirigente. Tan solo veo los problemas, cómo surgen y se desarrollan, veo los orígenes humanos de la corrupción del ser humano: el ego, el deseo de la muerte, el regodeo en el odio y en destruir. Por un lado, tengo una acción militante optimista y por otro lado, tengo una visión escéptica al pensar que si seguimos en la línea del por qué se rompe la red que nos reúne como especie.
- Es una vuelta de la cultura del individualismo, que se potenció con el gobierno de Macri en 2016.
Sí, creo que está representado en la clase media. Cuando es pobre van todos juntos y dicen “piquete y cacerola”, y después, cuando les va bien con algún líder peronista, vuelven al discurso de “estos negros otra vez”. Lo que marca el lugar del individualismo es el capitalismo, nuestro sistema económico. Es la idea del “si vos te esforzás, vas a pasar a ser alguien con poder”... y eso no sucede porque el avance es en red.
- De ahí el título de la obra, el “mondo roto”.
Claro, porque hay estructuras que si se corrompen, se quiebra todo. A mí me cuesta mucho ver separado lo económico de lo fisiológico y de lo sociológico y psicológico. Con la idea del totalitarismo nos morimos… es una realidad que me cuesta verbalizar de otra forma que no sea el humor o el teatro, porque al mismo tiempo estoy peleada con la idea de la elite en el teatro, de que hay temas que no entienden todas las personas. Yo me formé para estar con mucha gente.
- El humor es estar cerca de la gente y de lo popular.
Por supuesto. Los que hacemos comedia tenemos que estar para que mucha gente reflexione y discuta sobre algo, no solo un grupete. Lo que es para pocos se disuelve rápido. Eso me atormenta y me ha desalentado en la producción también.
- ¿En qué sentido?
En hacer más obras. Tengo obras escritas, ideas, quiero hacer una obra sobre Cristina y otra sobre mujeres que se prostituyen y son abuelas. Debo tener como 11 proyectos que no los llevo a la práctica no solo por lo económico, sino porque siempre me planteo seriamente a quién le voy a hablar.
- Se repite mucho la frase “la historia es cíclica”, ¿vos qué pensás sobre esto?
Creo que estamos en una guerra donde hay un grupo poderoso de gente que necesita esclavos. Hay un 1% que necesita un 99% de esclavos científicos, mano de obra, trabajadores de la clase media popular, todos lo que tengan a su alcance y los que sobran, que se mueran alejados, que no enfermen. Por eso parece que se repite, porque es una guerra.
- Me interesaba hacerte esta pregunta porque has vivido muchas etapas de la Argentina y la cultura: momentos de florecimiento, de buen pasar económico, de resistencia, de poco trabajo, de nada de trabajo.
Sí. Encima ahora desapareció la ficción y el trabajo para los actores, así que la situación es más grave todavía. Yo viví el momento de apogeo de Polka, en el que se generaban muchas novelas, y cuando la gente podía ir a ver teatro comercial porque tenía dinero. Hubo un tiempo no muy alejado en el que había mucha gente trabajando en el teatro y era rentable. Hoy en la escena comercial laburan pocos, en la independiente es muy difícil sostener una obra y en cine y publicidad son apenas bolos. Después está el teatro oficial, donde son todos monotributistas y se rompió todo el vínculo con los actores. Está quebrada toda la organización de derechos en relación a los actores y las actrices por la fuerza de que no hay trabajo.
- En ese sentido, estas últimas semanas hubo un revuelo importante con las declaraciones de Guillermo Francella a favor de Milei y a contramano de la realidad que viven cientos de actores. ¿Cómo percibiste esos dichos?
Las barbaridades que dicen algunos actores importantes forman opinión pública y eso es triste. Siempre hay una aristocracia en todas las profesiones, que tiene una posición asegurada y que va a decir cosas a favor del statu quo. Y después hay un montón de gente como yo, que estoy al margen del margen, que no accede a la popularidad, pero que es una referencia, como un satélite que cada tanto pasa y a veces influye en algún pensamiento o tendencia.
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"No hice más tragedia porque no tenía a quien hablarle"
- ¿En qué momento de tu carrera empezaste a ver el humor como un motor de cambio en el otro?
Empecé de chica a hacer teatro y siempre hacía dramas y tragedias, hice una obra muy linda en el ‘92, La dama de agua, de Yukio Mishima, a la que no iba a ver nadie a pesar de que las críticas eran excelentes y tenía un montón de premios. No iban a verla porque era muy triste… yo daba sala, cerraba la puerta y me sentaba en un escalón a llorar porque habían ido 11 personas a verla… no sirvió que fuera tapa de espectáculos de Clarín, contratapa de Página 12, los premios, nada. La gente no quería eso.
Me di cuenta grandecita que no funcionaba lo que estaba haciendo, así que me deshice de grupos grandes y empecé a trabajar sola escribiendo y armando unipersonales de humor. No hice más tragedia porque no tenía a quién hablarle.
- Tu humor y tus creaciones artísticas están llenas de contenido crítico sobre la política, ¿eso ha influido en tu carrera?, ¿sentís que es más difícil el camino del artista cuando no renuncia a opinar de política?
No me doy cuenta, pero parezco una persona muy inofensiva. Mirá, una vez Mirtha Legrand me pidió trabajar con ella en la serie La dueña, porque le gustó mi papel en Malparida, tira que hice y en la que actuó Juanita Viale. Me vino a ver al teatro -y me llenó el teatro, porque todos los viernes decía “vayan a ver a la actriz que se pone la carterita” y le chiflaban “Mónica Cabrera”- y cuando me invitó a comer y le conté que no soy peronista, sino comunista, marxista leninista, me miró con una cara de ternura, como si fuera una nena de 10 años. Parezco inofensiva, debe ser por el humor que tengo.
- Pero no es inofensivo, es marcar una posición como artista frente a las cosas que suceden en el mundo.
Pero yo me siento tan al margen que no siento que influya en nada. Me siento el loco de la plaza… esa sensación tengo que la gente tiene sobre mí. No tengo ambición de poder, eso se huele. Viste, por ejemplo, Gerardo Romano cuando habla o Raúl Rizzo que se les ve el deseo de poder cuando hablan. Es algo bastante común en los hombres, que yo no lo tengo.
- Mondo Roto puede verse los domingos a las 18 horas en Abasto Social Club (Yatay 666, CABA). Entradas en venta por Alternativa teatral o en boletería.