Un 11 de abril de 2014 moría el recordado actor Alfredo Alcón, considerado el máximo exponente del teatro clásico en nuestro país. Una figura única que, en sus últimos años, mostró también una veta de comediante fantástica.
Alcón nació en Ciudadela, provincia de Buenos Aires, un 3 de marzo de 1930 bajo el nombre de Alfredo Félix Alcón Riesco. Abandonó sus estudios secundarios en un colegio industrial para anotarse, a los 14, en el Conservatorio Nacional de Arte Dramático. Actuó en cincuenta películas, más de cuarenta obras de teatro y varias telenovelas.
"Era el primero en llegar al teatro y el último en irse. Nunca parecía apurado para irse del teatro. Indudablemente era su lugar, el espacio donde se sentía realmente realizado, donde podía entregar todo lo que tenía para dar, su arte. No hablaba de quien era él ni se sentía importante, era muy humilde. Adoraba a la gente joven, a los actores jóvenes, les daba un lugar muy importante", remarcó Claudia Lapacó, quien lo acompañó en la recordada comedia Flosofía de vida, en declaraciones pasadas.
Su debut como actor y su trayectoria en el cine
Sus primeros trabajos, como actor, los hizo en radioteatros. Luego de rendir una prueba en Radio El Mundo, pasó a formar parte de un clásico de esa época: Las dos carátulas. Como actor de cine, debutó en el film El amor nunca muere (1955). En sus comienzos protagonizó, junto a Mirtha Legrand, la comedia La pícara soñadora (1956), y La Morocha con Tita Merello.
En los años '60 fue un claro exponente del llamado nuevo cine argentino, liderado por Leopoldo Torre Nilson, con su protagónico, en la versión cinematográfica, de Un guapo del 900 y Piel de verano, esta última junto a Graciela Borges, además de El Santo de la Espada (1970), Martín Fierro (1968), Los siete locos (1973) y Boquitas pintadas (1974). Incursionó en el cine español, en 1964, cuando protagonizó Los inocentes de Juan Antonio Bardem.
La película Cohen vs. Rosi (1998) fue importante en la carrera de Alfredo Alcón y en el acercamiento con el público. Pasó de ser un actor de teatro clásico a acercarse a lo más popular. Allí, Alcón encara el desafío de interpretar un rol femenino.
En teatro: el maestro de los clásicos
En 1963 subió por primera vez al escenario del Teatro San Martin para la puesta de Yerma, dirigida por Margarita Xirgu. En los años 1960 y 1970 se destacó como intérprete de las obras de William Shakesperare Hamlet, Ricardo III, Enrique IV y Rey Lear, lo que lo catapultó como el máximo exponente del teatro clásico en Argentina. En su haber hay personajes de obras de Henrik Ibsen, Federico García Lorca, Eugene O’Neill, Tennesse Williams y Arthur Miller (Panorama desde el Puente, Las brujas de Salem y Muerte de un viajante). Esos grandes clásicos tuvieron, en su mayoría, como escenario al Teatro San Martín. Por eso, en su honor, el hall central fue bautizado con el nombre de Alfredo Alcón.
En 1991 incursionó en la dirección teatral con Final de partida, de Samuel Beckett. La repitió en 2013 en el Teatro San Martin. En ambos casos fue protagonista. En 2004 dirigió, junto a Osvaldo Bonnet, El gran regreso, de Serge Kribus.
La televisión: un espacio para jugar y divertirse
A fines de los '90 y durante la primera década de 2000 la televisión fue un divertimento para él, pero afrontada con la misma seriedad que las obras clásicas. La productora Pol-ka lo convocó para programas como Por el nombre de Dios (1999), Vulnerables (2000), Durmiendo con mi jefe (2003), Locas de amor (2004), Los Unicos (2011), y Herederos de una venganza (2011).