Luis Brandoni, íntimo: el desafío de interpretar a un jubilado comunista, la pasión que lo salvó en el exilio y la polémica por 'las 3 empanadas'

El respetado actor Luis Brandoni dialogó en exclusiva con El Destape mientras disfruta las mieles de la sala llena en la nueva temporada de Parque Lezama, en versión dirigida por Juan José Campanella, comedia dramática que protagoniza junto a Eduardo Blanco y un gran elenco en el teatro Politeama.

27 de febrero, 2023 | 00.05

Actor respetado, querido y cuestionado en dosis iguales por sus fuertes opiniones en temas de agenda pública, figura política en el pasado, apasionado radical y uno de los talentos vivos más importantes de la cultura en Argentina. Estas son algunas pinceladas que describen a Luis Brandoni, quien, a sus 82 años, regresa al escenario para una nueva temporada de Parque Lezama, excelente pieza teatral en versión de Juan José Campanella y coprotagonizada por Eduardo Blanco. En diálogo con El Destape, Brandoni hizo un repaso por aspectos importantes de su trayectoria y su vida, a la par que sumó adelantos sobre su futuro en la televisión.

- No hay tantas propuestas de protagónicos para adultos mayores

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Es verdad, no las hay. Sabiendo eso de antemano, puedo decirte que se genera una curiosidad muy linda entre los espectadores que van a ver la obra con estos protagonistas octogenarios: al principio, algunos piensan que puede ser aburrido y luego salen transformados porque fue todo lo contrario. Más allá del impacto por la presencia de esos dos viejos, que son dos personas muy disímiles, en la obra los personajes  hablan de algunos temas que en general los hombres mayores no suelen tocar ni con desconocidos y mucho menos en público, como lo es el sexo, por ejemplo. En Parque Lezama ocurren muchas más cosas. Suelo decir que si alguien ve el espectáculo y al día siguiente se lo comenta a algún compañero de trabajo o a un pariente, le costaría muchísimo relatar  todo lo que pasa en el escenario durante esas dos horas.

- ¿Por qué el nombre Parque Lezama?

La verdad es que el título Yo no soy Rappaport (original de la obra) no significa nada en la Argentina y entonces había que encontrarle un nombre al espectáculo de acuerdo a la adaptación que hizo Campanella (Juan José), ahí surgió la idea en la que tuve algo que ver. Parque Lezama es un sonido que provoca muchos recuerdos en millones de argentinos, era un parque hermosísimo. Yo lo conocí de pequeño porque vivía en el Dock Sud, mi padre trabajaba en el centro y cuando íbamos  en auto para el colegio siempre pasábamos por ahí. Tiene ecos de muchas infancias y de muchos romances.

- ¿Tuviste algún amor en el parque?

No estaba en edad. El día que cumplí 13 años me mudé del Dock Sud al barrio de River y tiempo después tuve algún que otro romance (risas) 

- ¿Cómo transitás el proceso de salir a escena con 82 años?

Cuando se estrenó Parque Lezama era más joven que el personaje y ahora soy más viejo que el personaje, eso es un poco raro pero también me hace sentir feliz. Por suerte estoy en condiciones de hacer el espectáculo, que es muy exigido, aunque confieso que los sábados de doble función cuesta un poco más que hace 10 años. Igual, cuando uno pregunta cómo estamos de público y te dicen que está todo lleno se te pasa todo.

- Leí que llegaste a la actuación un poco de casualidad, por un amigo, ¿en alguna instancia de ese momento pensaste que ese podía convertirse en tu oficio?

La ilusión la tuve desde siempre. Cuando nací en el año ‘40 todavía no existía la televisión y por eso escuchaba mucha radio, espacio donde las grandes figuras del cine como Luis Sandrini y Niní Marshall hacían sus programas. Era un apasionado de esos programas y eso me creaba alguna fantasía. Como si fuera poco, en el Dock Sud había dos cines y en uno de ellos daban solo películas argentinas. A los 7 años ya iba solo y tenía la costumbre de -a la salida de la película- entretenerme con los afiches exhibidos, identificando de qué escena eran las fotografías que había. 

Lo que nunca supe es cómo y por dónde se empezaba a materializar esa ilusión. Ahí entró en escena un compañero de quinto año del secundario que sabía de mi inclinación y me dijo que él iba a estudiar clarinete a un lugar donde le parecía que formaban actores, el Conservatorio Nacional de Música y Arte Escénico. Ahí fui y acá estoy.

- Tus principios de notoriedad artística se vieron en peligro con la amenaza de la Triple A. Hace poco vi una carta donde esta organización terrorista te tildaba de comunista. ¿Me explicás el trasfondo de esta acusación?

En ese momento, el ‘74, era dirigente gremial del sindicato de actores, sin pertenencia partidaria y eso les hizo pensar a los de la Triple A que si no era peronista entonces debía ser comunista. Nunca lo fui y si lo hubiese sido, lo hubiese dicho. Ahí fue que tuve que irme. Recién en el ‘82 me afilié a la Unión Cívica Radical. 

Durante el exilio estuve en México, allí tenía un compañero del servicio militar que sabía que me podía recibir en su casa, donde pasé 10 meses. En el medio fui reelegido en las elecciones de la Asociación de Actores. Esa decisión de mis compañeros ayudó a que decidiese volver a Argentina a hacerme cargo de la responsabilidad que me había sido concedida, en contra de la voluntad de mi mujer, mis parientes y muchos amigos. 

- ¿Qué cosas hiciste durante tu exilio en México?

Pude trabajar pero no era fácil, dado que en ese momento el sindicato de actores de México tenía muchas exigencias. Afortunadamente, una persona muy importante en la televisión mexicana supo quién era yo y como era un caballero me ubicó y nos ayudó  a Marta Bianchi, quien era mi esposa en ese momento, a Norman Briski y Nacha Guevara (también exiliados y amenazados de muerte por la Triple A) y a mí. Hice televisión, una breve temporada en teatro y nos pudimos mantener.

Volver a Argentina en contra de los deseos de mi familia fue doloroso, corrí muchos riesgos y eso llevó a que luego me secuestre la Triple A en la dictadura. Tuvimos la suerte (con Marta Bianchi) de salir con vida de Automóviles Orletti y la ayuda de un hombre al cual voy a nombrar con nombre y apellido: el General Arturo Corbetta.

- ¿Qué fue lo primero que hiciste cuando volviste del exilio?

Te voy a contar la verdad. Había marcado el pasaje (para volver a Argentina) con mucha anticipación porque era muy hincha de River y hacía 18 años que no salía campeón. Viví muchos años a dos cuadras y media de la cancha y soy socio vitalicio del club, de modo que estaba muy pendiente del fútbol. Llegué dos días antes de que River jugara en su cancha. Pude ir para celebrarlo campeón. 

En México estaba enloquecido por saber cómo había salido River en cada fecha hasta que inventé un sistema gratuito de averiguación de información. Primero me enteraba los lunes, después por medio de un periodista y por último encontré una fórmula para saber casi de inmediato: en aquel entonces no había discado directo internacional, se hablaba a través de los operadores, por lo que entonces llamaba por teléfono -una vez calculada la  hora a la que terminaban los partidos- y hablaba con la operadora de México, que a su vez se comunicaba con la de Buenos Aires. En esa instancia le pedía que llamara al teléfono de la asociación argentina de actores y como nadie contestaba porque era domingo repetíamos la operación con otro número, con el mismo resultado. Entonces, en ese momento, me metía en la conversación y le preguntaba a la operadora de Buenos Aires -‘¿no sabés cómo salió River?’- y ahí me daba el resultado. 

- Es increíble la logística que hacías

Para eso a uno le da la imaginación (risas)

La polémica por las '3 empanadas' de Esperando la Carroza y los secretos de la intimidad con Robert De Niro

- ¿Cómo llega Alejandro Doria a tu vida?

Alejandro Doria fue el que, después de 8 años de no poder hacer ni cine ni televisión ni nada, me ofreció hacer en el ‘84 y ya sin censura la película Darse cuenta, que fue hermosa y significó mi gran regreso al cine. Por eso, y por lo que vino después, le voy a estar eternamente agradecido a él y a la vida. Al año siguiente, imaginate que gran director habrá sido, que hizo Esperando la carroza. Lamento tanto que no se lo recuerde como se lo merece, porque fue un gran director de cine y televisión.

- La gente lo recuerda por medio de su obra emblema, Esperando la carroza. 

Así es. Y sucede que Esperando la carroza es una película que nos gusta mucho porque a los argentinos nos atraen los personajes de tipo miserables. Cuando Doria me ofreció hacer a Antonio Musicardi quedé pasmado por lo atractivo del personaje, la relación con su mujer, con su familia y la triste repercusión que se creó con la escena de las tres empanadas, que no le causó gracia a nadie cuando la filmamos. 

Nos dimos cuenta que algo pasaba con esa escena el primer sábado de estreno, cuando salimos por algunos barrios con Doria y su productora  para ver cómo andaba la película. Fuimos a un cine de Boedo y estaban los acomodadores afuera esperando que terminara la proyección. Les preguntamos si podíamos entrar a la sala, nos dijeron que sí y entonces escuchó a uno de ellos, de camino a la sala, que me dice ‘empanadas’, ‘tres empanadas’. Al principio no sabía qué me quería decir hasta que caí en la cuenta. Esa escena no tiene un final gracioso, algo que pocos recuerdan es que sobre  la luneta  del auto dónde está mi personaje se lee bien claro ‘los argentinos son derechos y humanos’. Eso pasó inadvertido por la cuestión de las tres empanadas.

- ¿A qué factor le atribuís que una escena tan triste haya adquirido un valor tan importante en la cultura popular, en los memes, en el humor argentino y en ringtones?

No soy sociólogo ni lo quiero ser ni lo sabría ser, pero lo único que puedo contestar es que esa escena y esa película son al cine lo que el tango Cambalache es al teatro. En los asados o en las comidas, cuando hay cierto nivel etílico importante, se nos da por cantar Cambalache y cuando termina decimos que ese es nuestro himno nacional. Eso es parecido a esa escena canallesca que tanto nos gusta a nosotros. Es así.

- ¿Tenés vínculo con las comunidades de fanáticos de Esperando la carroza?

Los fanáticos me halagan tanto mi trabajo. ¡Algunos hasta se saben las líneas de diálogo de memoria! 

- ¿No estás un poco cansado de que te vivan haciendo comentarios sobre las tres empanadas?

Durante un tiempo me halagaba. Ahora, después de más de treinta años que te dicen lo mismo, me dan ganas de decir ‘miren hice otras cosas en mi vida’ (risas)

- Nunca un canje de empanadas

Lo que me causa gracia son las medias y remeras que hay con esa escena.

- ¿Sobre qué cosas va a tratar la serie Nada, que se va a estrenar este año en Star+?

Es una comedia de cinco capítulos donde se luce bastante la ciudad de Buenos Aires. El personaje, Manuel, es un experto en gastronomía, un crítico gastronómico que ha escrito libros exitosos, que tiene una empleada que es el 98% de su casa y que es muy simpático y antipático al mismo tiempo. Todavía no la ví con la música definitiva aunque lo que les sugerí a los productores es que no dejaran de poner canciones de Buenos Aires en la serie, porque la provincia es una de las protagonistas. He visto gran parte y está muy bien, la presencia de Robert de Niro es una curiosidad. A nosotros nos une una vieja amistad de muchos años.

- ¿En qué contexto te hiciste amigo de Robert De Niro?

Fue gracias a Lito Cruz, ellos eran amigos. Lito había ido a Nueva York a ver una obra que le gustó mucho y compró los derechos para hacerla acá en Buenos Aires y así se relaciona con De Niro, a quien  le dijo que iba a estrenar la obra. El día del estreno apareció De Niro con un amigo, me invitaron a mí y luego compartimos una noche y luego otra, después un almuerzo, y varias idas y vueltas que nos convirtieron en grandes amigos.

Una vez, cuando viajé a Nueva York para filmar la primera parte de Made in Argentina, tenía que filmar con un actor norteamericano, el papá de un paciente de mi personaje, y él se fue a comer al restaurante de De Niro, que cuando le preguntó qué hacía ahí,  le contestó ‘vengo a hacer una participación en una película argentina’. “¿Una película argentina con quién?”, dijo Robert. ‘Yo al único que conocí es a un tal Brandoni’, le respondió. Estábamos cerca de la Nochebuena. ‘Decile que me llame mañana urgente’, le encomendó De Niro a este actor que al día siguiente llegó al rodaje con los ojos como platos que Robert De Niro quería que lo llame. Nos comunicamos y como buen hijo de familia italiana me invitó a pasar la Nochebuena en su casa.

Lo que nunca había pasado hasta ahora era encontrarnos en el trabajo. Con Nada confirmé lo que siempre pensé: que es un gran actor y una persona admirable. A De Niro no lo conocen por la calle, ¿sabés por qué?

- No

Porque no se parece a los personajes que hizo. Él no va por la vida como si fuese un actor.

- ¿Cuál es tu película favorita de Robert De Niro?

He visto unas cuantas. Por debilidad puedo decir la comedia Enamorándose, que hizo con Meryl Streep -la más grande actriz de todos los tiempos, del mundo- y tiene una escena en la que ellos viajaban en un tren pero ninguno de los dos se anima a nada hasta que él toma la iniciativa de preguntarle hasta qué estación va y ella le responde ‘soy casada’. Si alguien me explica cómo se hace para ruborizarse mientras estás grabando una película así me encantaría saberlo. Esa es una escena que no quiero olvidar nunca de una película que podría mirar una vez por semana.

  • Parque Lezama. Dirección: Juan José Campanella. Elenco: Luis Brandoni, Eduardo Blanco, Gerardo Chendo, Verónica Pelaccini, Cumelen Sanz, Martin Gallo y Gabriel Gallicchio. Funciones de miércoles a domingos en el teatro Politeama (Paraná 353, CABA). Entradas en venta en Plateanet.