“Si no jugamos en el teatro, ¿qué espacio usamos? El ser humano no se va de las estructuras impuestas y es por eso que el teatro aparece como una respuesta para liberar nuestros impulsos e invitarnos a jugar a ser otros, cambiar de sexo, enamorarnos, adoptar un trabajo soñado”, describe Fabián Vena en pleno encuentro por Zoom.
Habla con pasión, reflexiona, cuestiona sus pensamientos. Se pregunta y me pregunta. En el medio, juega.
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- ¿Cómo te agarró este período de confinamiento?
Descansando un poco del colegio de los chicos, al menos por estas dos semanas de vacaciones. No así de sus energías. En los primeros días de cuarentena me di cuenta que tenía un hogar, algo de lo que ni siquiera te percatás cuando estás continuamente en teatros, giras, clases y grabaciones. Se respira un vínculo más familiar, se afinan las relaciones. Mi parte hogareña se está enfocando en la cocina. De pronto me encuentro pensando en qué puedo cocinar para la cena.
- ¿Cuál es la especialidad de la casa?
Las cosas básicas, aunque siempre desde una óptica de alimentación sana. Tengo todo tipo de paladares; sé que cuando hago arroz integral, uno de los niños no lo come así que le preparo otra cosa. Construyo un sistema de comidas equilibradas.
- ¿Qué sensaciones te atraviesan ante la imposibilidad de volver a los cines y teatros?
Un dolor muy grande. Me encontré con algunas sorpresas. Jamás pensé que echaría en falta el bar que hay enfrente del teatro. Esos pequeños ritos, ¿no? Un cafecito, una comida, una picada que te distiende antes de entrar a una clase. Te agarra una nostalgia increíble cuando te falta todo eso y amigos para compartirlo. Perdés esa adrenalina propia de subirte al escenario y respirar teatro.
- Esta misma pandemia podría haber terminado en un desastre total si Mauricio Macri hubiese seguido en la Presidencia, ¿cómo evalúas las medidas que se están tomando desde la presidencia de Alberto Fernández?
Me resulta peligroso imaginarlo. Lo mismo pienso de mí si no estuviese conectado con la docencia y la dirección, partes fundamentales de mi esencia. Por otra parte, me interpela el sufrimiento que están viviendo cientos de compañeros del mundo del espectáculo. La pandemia les quitó todo. En cuanto a las medidas tomadas por Alberto Fernández, agradezco que estén regidas por el sentido común. Desde el primer momento la mirada estuvo puesta en el otro, en los que están pasándola mal y viven el día a día con trabajos informales o sin ellos. Que el Estado y el Ministerio de Salud se ocupen de ellos me genera mucha gratificación. Los resultados están a la vista si comparamos a Argentina con aquellos países en donde se ha menospreciado al COVID-19.
- Pese a las restricciones el arte sigue reinventándose y tomando nuevas formas. El otro día leí que en España la canción de “Resistiré” se convirtió en un himno de la pandemia.
Sí, me enteré de esa noticia. El arte surge de la expresión artística del ser humano. Tiene mucho que ver con lo simple, lo bello y lo verdadero. Es algo inherente al ser humano, jamás desaparecerá. Lo que cambian son los formatos y las estructuras, actualmente cerradas. En este período, las redes se transformaron en el hogar de los artistas. Hay una cantidad de material impresionante, me gustaría destacar el trabajo de reposición de puestas en streaming que está haciendo el Complejo Teatral de Buenos Aires y el Teatro Cervantes. Siento que estas nuevas formas llegaron para quedarse ya que, en cierta forma, la tecnología atraviesa todas nuestras actividades. Si lo vemos así, no es tan loco que se fundan todas las expresiones en un mismo canal.
- Tu última puesta fue el monólogo “Conferencia sobre la lluvia”, de Juan Villoro, ¿estás trabajando en reestrenarlo vía streaming?
Es un espectáculo que amo y quiero que siga vivo. Algunos amigos me dijeron que los unipersonales están cotizando en bolsa en este momento. La idea es interesante. Lo único que faltaría es despertar al actor que hay en mí, que ya lleva dormido cinco meses. Sé que en algún lugar está.
- El contacto con la gente es la llave para despertarlo.
Por supuesto. La comunión entre el público y el actor es imprescindible. Ni nosotros sabemos cómo va a reaccionar la gente frente a lo que mostremos, ni ellos lo saben porque nunca vieron la obra. Con mi socio estuvimos pensando en llevar “Conferencia sobre la lluvia” vía streaming, aunque esto implicaría tener los recursos para poder grabarlo bien y en un teatro.
¿Y si jugamos a ser Dios?
- El sábado, el Complejo Teatral de Buenos Aires repuso “Las variaciones Goldberg”, obra que compartiste junto a Alfredo Alcón y gran elenco. ¿Qué cosas atesorás de esa experiencia?
Alfredo ha sido uno de los referentes más grandes que tuvimos los artistas. Ético, profesional, humano y humilde. Universal. Pudo hacer cine y tiras de televisión e interpretar a los clásicos de forma tal que todos los entendiesen. En lo personal, recuerdo nuestro primer acercamiento: él se acercó a verme en una obra de teatro independiente. Pasados varios de años, me llega la posibilidad de trabajar junto a él en la Sala Martín Coronado, en el Teatro San Martín, con una obra fascinante, muy Brechtiana. Cuando quedé, la alegría fue inmensa y por dentro me llenaba la seguridad de haberme formado para un texto de esta magnitud.
- El punto de unión entre tu personaje y el de Alfredo Alcón es el humor corrosivo. ¿Cuál es el proceso para trabajar la química en las duplas?
Para empezar el texto fue siempre muy atractivo: un grupo de teatro que hace una puesta escenificando los grandes mitos de todas las religiones. Es cierto, al principio suena un poco caótico, pero el tratamiento ha sido siempre desde una mirada muy similar al estilo de Bertolt Brecht. Muy personal y poético. Después, claro está, las dosis de humor oscuro y corrosivo ayudan a enganchar y a que se genere el juego de química entre Alfredo y yo. Me enorgulleció mucho la respuesta del público ya que no creímos que fuese una puesta fácil. Es muy críptica. El broche de oro lo dio Alfredo, haciendo reír. Si bien es una de las personas con mejor humor que he conocido, no lo hemos visto en demasiado roles que explotasen su costado cómico. En general, cuando se habla de Alcón muchos lo relacionan únicamente con las grandes tragedias.
Yo soy mi propia mujer
- En la búsqueda de exploración de tu versatilidad, en estos últimos años participaste en la obra de José María Muscari, “Casa Valentina” y fuiste mujer arriba de las tablas, ¿conocías las agrupaciones de hombres crossdresser?
No. Y tuve que investigar mucho. Tengo latente el recuerdo de cómo llegué a “Casa Valentina”: era mi cumpleaños, ya se estaban cerrando las temporadas teatrales y aún no me convencía ninguno de los proyectos que me habían acercado. Hasta que apareció Muscari. Me agarró de sorpresa. Muscari es tan buen vendedor que entré enseguida, pese a no haber leído el libreto. Siempre tuve la cuota de duda, rogaba que el texto me gustara. Y la realidad es que me encontré con un material mucho más rico y profundo de lo que me imaginé. Ser Georgina, una mujer de clase alta muy coqueta, fue mágico y divertido. Ella caló muy hondo en mí al punto de empezar a cuestionarme los géneros y lo poco que tienen que ver con los géneros sexuales. Siento que si los hombres entendieran su parte de mujer y las mujeres su parte de hombre, seríamos mejores como sociedad. Disfruté mucho ser mujer y tuve la suerte de conocer uno de los grupos crossdresser de Argentina, que disfrutó la obra y se emocionó.
- ¿Recibiste ayuda de Paula Morales, tu pareja, para crearla?
A Paula le robé varias cosas. Los zapatos para empezar. Mi mayor preocupación siempre fue componer a Georgina sin que pareciese grotesco, sacar a la mujer que tengo en mí. Empecé de a poco: Paula me dio unos zapatos bien altos con plataforma para empezar a familiarizarme. Después los cambié por unos stilettos espectaculares de diez centímetros. Los primeros meses fueron difíciles: tuve calambres en los gemelos, las rodillas se me estropearon y hasta tuve complicaciones con dos vértebras lumbares producto de usar los tacos. Yo pensaba: ‘Pobres mujeres que tienen que soportar todo eso, y a veces todo el día”. Con el correr del tiempo, pude incorporarme por completo con el personaje y ahí fue todo más gracioso. A veces pasaba a buscar a Paula de sus reuniones con amigas y saludaba como Georgina, no como Fabián. Me había compenetrado con ella. Recuerdo que en un momento me vio y estaba muerta de la vergüenza.
Brindo por la familia
- Toda tu vida se conecta con el teatro. Hasta el papá de Paula, Víctor Hugo Morales. Es un gran habitué y recomendador pese a que la mayoría le conozca su faceta de periodista serio. ¿Cómo es tenerlo de suegro?
No creo que haya alguien más fanático que él a la hora de ver teatro. Está sufriendo mucho este momento. Es un hombre fascinante: puede verse tres obras en un día, matizar con un concierto y en el medio mirar una película. Lo adoro. Es un gran amigo del teatro independiente, un padre amoroso, un abuelo muy presente y un suegro estupendo. ¿Qué te puedo decir? Hasta yo soy un poco fan de Víctor Hugo.
- El primer asado familiar debe haber sido movilizante para ambos.
A Víctor Hugo lo conocía de alguna entrevista o de haberlo visto en el teatro. Ese era todo nuestro contacto. Desde que nos pusimos de novios con Paula la presentación formal se estiró mucho. Ya conocía a toda su familia, menos a él. Viste que cuanto más se estira un encuentro, más pesada se hace la idea de que suceda. Aproveché para usar la cancha de fútbol como un recurso para acercarme. Sabía que estaba relatando y justo tenía un amigo muy fan que quería conocerlo. Lo usé como excusa para tirármele al cuello y abrazarlo.
- Lo agarraste in fraganti.
¡Acá está tu yerno!, le dije (risas).
"Las variaciones Goldberg" puede verse desde Youtube, de forma totalmente gratuita.