En ocasiones, la creatividad puede ser la mejor herramienta para sacar del apuro económico a una empresa o entidad. Al igual que a muchísimos otros espacios teatrales, la compañía de Teatro Ciego, cuya sede actual es el barrio de Palermo (Jorge Luis Borges 1974), tuvo que reinventarse para no perecer ante el coronavirus. Con propuestas virtuales y a domicilio afianzaron a un público a la vez que siguieron manteniendo activa la rueda comercial, en un acto de resistencia cultural. Con la vuelta de las funciones presenciales, Martin Bondone, uno de los fundadores del espacio, apuesta a un 2021 cargado de estrenos como “Sapo de otro pozo” y reposiciones exitosas como “A ciegas gourmet” y“Sonido 360°”. Experiencias para dejarse llevar por los sentidos despertando la imaginación.
¿Les costó adaptarse a las reglas que impuso la pandemia?
Veníamos de un año muy bueno, con presentaciones en Tecnópolis y una gira nacional programada, y cayó la pandemia. En el teatro somos una estructura fija de 20 empleados y unas 100 personas que trabajan directa e indirectamente en relación a las giras. De un día a otro recibimos un mazazo brutal. Por suerte desde hace un tiempo veníamos trabajando con sonido 3D y experiencias virtuales, lo que nos facilitó la reinvención de la programación.
Primero, liberamos contenido que habíamos armado para Tecnópolis, que era una obra que proponía un viaje por Argentina a través de sonidos binaurales.
¿Qué serían los sonidos binaurales?
Es un sonido que genera una especie de 3D sonoro. Funciona con auriculares y sentís que estás en el lugar donde se grabó y está sucediendo la escena. Mucho más flashero.
Y cinematográfico
Exactamente. Estás metido adentro de la escena, la sentís con más intensidad. Aprovechamos los avances que ha habido en la digitalización del audio y las tecnologías inmersivas en la realidad virtual. Ya veníamos trabajando con esto desde hace más de diez años, haciendo varios eventos y experiencias sensoriales. La cantidad de efectos táctiles, gustativos y olfativos que podíamos llevar a cabo en las funciones presenciales tuvieron que pausarse durante la pandemia, donde aprovechamos a explorar a fondo los sonidos.
La buena respuesta del público fue un guiño para que empezáramos a generar más contenido. Cuando vimos que la cuarentena se iba alargando y alargando tuvimos que ponernos estratégicos para pensar un plan a futuro que nos permitiese sostener un alquiler y todos los sueldos. Al principio la situación que afrontamos fue muy incierta.
Sí. Los primeros meses desorientaron y generaron mucho miedo.
Es complejo tratar de pensar a futuro cuando ni se sabía lo que iba a pasar al día siguiente. Si hubiésemos sabido de entrada que íbamos a pasar un año guardados, quizás se nos habría ocurrido una estrategia más efectiva que nos permitiera lograr más ingresos sin perder la calidad de nuestros espectáculos.
La primera reconversión fue orientada a cuidar a todos nuestros trabajadores. Hay muchos que sufren enfermedades. La mayoría de las personas que se quedan ciegas tienen enfermedades preexistentes, son pacientes de riesgo y tienen que quedarse confinados en su casa. Cuidando el equipo y apagando el incendio financiero nos reinventamos. Te confieso que con la actitud que recibimos de los bancos me sentí un poco boludeado por ser “una empresa de riesgo”. Fue doloroso.
Sobre el proyecto de Teatro Ciego, ¿cómo nació?
El teatro ciego como técnica nace en Córdoba, en 1991, con el grupo “Caramelo de limón”. La rama de Buenos Aires arranco con la obra “La isla desierta”, en el Centro Cultural Konex.
En el 2001 me fui a estudiar Economía a la UBA y en paralelo hacia teatro. Mi primo, que es uno de los fundadores del proyecto de Teatro Ciego, me llamó para laburar en un personaje en una obra de teatro ciego en el Konex. Ahí arranqué a trabajar como intérprete y, usando toda mi experiencia en trabajo ligado a las ciencias económicas, empecé a planificar un proyecto social que nos permitiera tener nuestro propio espacio. En 2008 cumplimos nuestro sueño e inauguramos el primer teatro ciego a nivel mundial en la calle Zelaya, en el barrio del Abasto. En el 2017 abrimos la sede en Palermo y cerramos el primer espacio.
No te referís tanto a las obras como espectáculos sino como experiencias, ¿sentís que pasar por ellas te renueva los sentidos como espectador?
Más allá de que el arte es transformador, lo que nosotros hacemos genera un cambio muy interesante en el espectador. Es muy fuerte. Cada cosa que hacemos la pensamos desde esa perspectiva. El hecho de que en pandemia hayamos trabajado desde las experiencias nos permitió diferenciarnos de las otras alternativas teatrales que empezaron a surgir. “Teatro Ciego en casa” es el logro de tanto esfuerzo: trasladar la experiencia presencial a los hogares sin perder de vista la sensorialidad.
Sobre la programación 2021, ¿cuáles son las novedades que se suman a la cartelera?
Pese a la lenta reactivación con protocolos que va seguir logrando pérdidas significativas en el sector independiente y al ánimo de la gente –no sé cuantas personas van a tener ganas de ir a un teatro en este contexto- decidimos llevar a cabo un híbrido entre el teatro virtual y el presencial. Hicimos una instalación especial en la sala, con auriculares de estudio, donde una vez que tomes asiento, te pongas el dispositivo y se apaguen las luces puedas disfrutar la experiencia.
En el estreno “Sapo de otro pozo”, por ejemplo, tendremos a los actores Juan Palomino y Charo Bogarín narrando la historia. Los efectos sonoros, olfativos y táctiles seguirán estando. Lo único que cambiará es que los actores no representarán la obra en la sala sino la tecnología del sonido binaural, a través de cada espectador con sus auriculares puestos. En simultáneo al estreno acá, vamos a estrenar la misma producción en Estados Unidos, con actores que hablan en inglés y en español. Todo bajo una dirección por Zoom. Es un producto espectacular.